jueves 21 noviembre, 2024
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COLUMNAS COLUMNA INVITADA

«RIZANDO EL RIZO» La retórica de las ‘fake news’

A Santiago Berenzon con amor, en la alegría de su primera década.
“El poder está en desgarrar las mentes humanas en pedazos
y volver a unirlas en nuevas formas de tu propia elección” 
1984 George Orwell

Por. Boris Berenzon Gorn 

El conocimiento científico desde muchos ángulos, ratifica que las llamadas fake news se ensanchan de manera más ágil y expedita que la realidad. Gana la manipulación y pierde la verdad. Se impone la pragmática y se denigra a la ética.  El fenómeno de la desinformación en el mundo aumenta a pasos agigantados y preocupantes. Para nadie es un tema oculto que el paisaje mediático confuso y sumamente nublado involucra hoy peligros para la democracia y para el ejercicio de derechos como el del acceso a la información. No importa en qué país se lea esto ni cuál sea la afiliación política del lector, todos hemos constatado (de una forma o de otra, proveniente de un bando o de otro) la existencia y la toxicidad de las fake news. 

Hoy acudo a esta expresión para hablar de dos problemas. El primero, por supuesto, es la existencia de información tergiversada o falsa en su totalidad, que circula con el fin último de enmarañar a la opinión pública e influir en las decisiones de las audiencias. Todo ello, por supuesto, para fortalecer la agenda del grupo que difunde con dolo los embustes. Por mucho que la inclinación política pretenda hacernos trastabillar, lo cierto es que dicha difusión se realiza alrededor del globo tanto por grupos de derecha como de izquierda. Es decir, que no es recurso exclusivo de un depredador; se trata de un arma a la que los grupos —cuya ideología es indistinta— acuden cuando quieren jugar sucio. 

La circulación de las fake news propicia un panorama poco favorable para la democracia. Y es que la participación ciudadana requiere un público debidamente informado, que pueda formar su propio criterio a partir del acceso amplio a todos los elementos de un problema. En nada se parece a este ambiente ideal lo que hoy tenemos, donde el desprestigio, las acusaciones, los chismes y las calumnias son presentadas como información objetiva. 

Los riesgos colectivos son innumerables, y van desde la manipulación hasta la justificación, infundada de fondo, de acciones militares. A nivel individual los peligros latentes no son menores, pues la dignidad, la seguridad y la propia vida de una persona pueden encontrarse bajo amenaza como consecuencia de la circulación de fake news (por ejemplo, campañas de odio que estigmaticen a una persona por su género, origen, color de piel o trabajo).

El segundo problema nos muestra cómo las soluciones simplistas hacen poco más que generar nuevas dificultades. Y es que el notar y hacer evidente la existencia de las fake news, sin resolver de fondo su origen, ha conseguido crear nuevas problemáticas con las que hoy es realmente complicado lidiar. Atestiguamos en la actualidad, con gran lamento, que alrededor del mundo las fake news se han convertido en el escudo político favorito para esquivar responsabilidades. Las informaciones contrarias a un grupo o persona son hoy comúnmente desestimadas, sin mayor explicación, asegurándose que se trata de fake news

Pero ¿cómo catalogar el mensaje de las fake news como una excusa cuando de hecho éstas son un problema de talla global que deforma y perturba la información hacia cientos de direcciones? Por mucho que estemos en contra de los personajes contra los cuales se dirijan las fake news, no podemos negarles el derecho a defenderse y presentar su propia versión de los hechos. Porque pensar diferente de alguien no es suficiente razón para desacreditarle. 

La ética necesita guiar las acciones de ambos lados. Por un lado, las de los medios, que no pueden seguirse permitiendo ser parte de campañas de manipulación o desprestigio en favor de ningún interés. Es verdad, detrás de los medios hay empresas, pero detrás de éstas también deben existir valores mínimos que guíen cada uno de sus pasos. En la otra cara, los políticos y figuras públicas tampoco pueden evadir responsabilidades colocando todo en el cajón de las fake news. Una diferenciación clara que promueva el derecho a la información es primordial. 

Lo que el mundo necesita son mecanismos, protocolos y códigos de ética que impidan que las fake news dañen la imagen de cualquier personaje o situación sin importar su partido o ideología. De este modo, utilizarlas como pretexto se hará cada vez más difícil. Pues si las posibilidades de que una gran parte de los medios considerados confiables publiquen información tergiversada, a consciencia, se acotan, se limita también la posibilidad de que una acusación o señalamiento se realice sin fundamento. 

No se trata de un camino sencillo que vaya a tener un pronto fin. Por el contrario, la batalla contra las fake news apenas comienza y habrán de guiarnos a través de ella la ética y la defensa de los derechos humanos. En tiempos difíciles, como en los conflictos bélicos, este fenómeno se hace aún más evidente, como necesario se hace no replicar información manipulada y no usar las noticias falsas como el pretexto por excelencia para derribar impunemente toda edificación aún en pie. Mientras tanto no nos dejemos sorprender.

Ilustración. Diana Olvera

Manchamanteles

Hace unos días, Elon Musk adquirió casi el 10% de las acciones de Twitter. Una participación que no por pequeña resulta menos amenazadora. La web 2.0 sigue siendo moldeada por los grandes capitales e ideólogos del sistema, asegurándose de que su potencial manipulador no quede desaprovechado. 

Narciso el obsceno 

Narciso lo quería todo y por ello no tenía nada más que su espejo deseante. 

Nos reencontramos el próximo viernes 22 de abril.

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