Por. Fernando Coca
En la última semana me realice dos pruebas PCR. La primera fue negativa. Ayer miércoles, el resultado fue positivo.
Esta es la segunda ocasión que me contagio de Covid-19. La primera sucedió justamente el día en que me tocaba la segunda dosis de la AstraZeneca. A finales del año, debí cumplir un nuevo esquema así que tengo tres vacunas.
En las últimas semanas fui testigo de varios contagios. Supe de muchísimos más. Sin embargo, la gran diferencia con lo sucedido el año pasado son los síntomas que, después de la infección, son leves. En mi caso, inexistentes.
Entones recordé a los familiares, amigos, colegas y conocidos que murieron por Covid. La mayoría de ellos no tuvieron la oportunidad de vacunarse. Primero porque las dosis comenzaron a aplicarse a personas mayores de 60 años -excelente decisión- y también a los habitantes de zonas lejanas.
Las edades de quienes ya no están en este plano, van de los 35 a los 60 años. Algunos tenían eso que le llaman comorbilidades y otros eran sanos. Pero murieron.
Lo que me hizo escribir estas líneas fue un sentimiento de agradecimiento. Y comenzaré a dar las gracias a las personas que me aplicaron las tres AstraZeneca. A los que revisaron la papeleta en la que llevaba inscritos mis datos. A los miembros de Protección Civil de Ixtapaluca que organizaron la logística para darle cauce a la vacunación.
Tal vez muchos lo saben, pero creo que la mayoría lo desconoce.
Cuando comenzó la pandemia, un personaje del gabinete presidencial anunció que se pondría a buscar la vacunas para atajar y atacar la pandemia. Varios de sus compañeros de gabinete le dijeron que las vacunas no existían. La respuesta que recibieron fue “pero van a existir”.
Por fortuna, el presidente López Obrador dio total apoyo al secretario Marcelo Ebrard para que saliera al mundo a buscar la vacuna que no existía. Y encontró vacunas.
Son más de 200 millones de vacunas las que han llegado a México. Tres dosis de esos millones que llegaron a nuestro país me las pusieron a mí, otras tres a Amparo, mi esposa y dos a Fer y dos a Pau, mis hijos.
México pudo haber esperado a que las vacunas estuvieran listas en los mercados, pero tal vez estaríamos pasando muchas penas, como sucede con otros países que tuvieron como estrategia la espera.
La aplicación de la vacuna, creo, pudo tener otra logística y más mexicanos ya estarían totalmente inmunizados.
Hoy somos muchos los que estamos contagiados y los síntomas son leves en su mayoría. Eso es gracias a las vacunas.
Y gracias a Marcelo, que salió a buscar vacunas, incluso cuando no existían y cuando alguno de los involucrados de la pandemia hasta se oponía a que llegaran.
La Letrina. Nada me habría hecho más feliz que darle las gracias al encargado de la pandemia, pero su obstinada y lamentable acción para enfrentarla ya provocó más de 300 mil muertes sin contar las decenas de miles que se registrarán. Pero ese personaje solo sirve para lo que sirve y no sirve para lo que no sirve.