Por Paloma Cuevas R.
Saludos a todos queridos amigos que me prestan sus ojos y su tiempo para compartir estas letras y algunos momentos luminosos. Es un dulce placer encontrarme nuevamente con ustedes para compartir estas líneas, a unas horas de haber conmemorado el 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, fecha icónica para todas las mujeres del mundo, y ojalá también para todos los seres conscientes que saben que no puede existir un mundo justo, mientras más de la mitad de la población mundial siga viviendo con miedo, sojuzgada, sin acceso a las oportunidades que la educación y el mundo ofrecen.
Sabemos que se han logrado grandes avances a lo largo de la historia, lamentablemente no podemos conformarnos con ellos, ya que aún no se consigue que la igualdad jurídica, económica, en acceso a los servicios de salud y educación sea una realidad.
Es a través del trabajo ciudadano coordinado, la educación, los cambios tangibles al interior de los hogares y en la aceptación de que otras realidades son una posibilidad, que podremos acceder a una vida en convivencia armónica, libre de violencia y con la ejecución de los derechos que nos son otorgados por nuestra carta magna.
Sería irresponsable circunscribir esta fecha únicamente a una coloración, la violencia no es morada, ni naranja, la violencia es una marca de sangre que lacera a nuestras familias, a nuestra existencia y por supuesto también a los núcleos sociales.
Seguimos siendo ese país en donde entre 10 y 11 mujeres son asesinadas cada día, seguimos siendo ese país que cuenta con alertas de violencia de género, ¿qué puede ser más tremendo que tener que vivir en alerta constante por nuestra existencia, violentadas por aquellos que son parte de nuestra cotidianidad?
Las mujeres seguimos siendo “esas” en las que casi el 33% de TODAS hemos sufrido abusos a lo largo de nuestras vidas.
Las crisis de salud, económicas y del tipo que sean nos han mostrado que durante ellas las cifras de violencia aumentan, tal como lo prueba la pandemia por COVID-19, y otras tales como guerras, desastres, etc.
Infortunadamente la impunidad pareciera ser la regla, son muy pocas las mujeres que ante los abusos se atreven a denunciar por todas las morbilidades y los contextos a los que se enfrentan día con día, entre otras la pobreza, escasez de alimentos y pocas posibilidades de escapar de estas terribles situaciones.
Nada de lo que las mujeres perseguimos es descabellado. Es una urgencia de justicia que se erradiquen por fin las violencias causa para que las violencias efecto desaparezcan.
Tal vez se lea ingenuo, pero no lo es. Cada uno de nosotros debe asumir su papel en el mundo. No podemos esperar que sean otros los que decidan lo que merecemos o no, sino por el contrario, debemos ser parte de una ciudadanía participativa, observante y exigente que promueva el respeto a nuestros derechos.
Hay muchos pasos por dar aún, hay muchas deudas por resolver, sin embargo, deseo que en esta ocasión hagamos una reflexión y podamos poner en una balanza logros y rezagos en esta lucha que no tiene fin y que implica la participación de una sociedad que sabe que la evolución de un país es directamente proporcional al trabajo que realiza en favor de todos sus integrantes.
Les comparto con esperanza en todxs nosotrxs mi poema:
Mujer en voz alta
Soy mujer de pies a cabeza,
en voz baja, en voz alta y en silencio,
la voz permanece, nunca muere
queda vagando con rumbo en el tiempo.
Manos levantadas al viento,
cara de esperanza
no hay pena, no hay gloria en el intento.
Soy mujer y soy todas las que antes fueron,
soy las que vendrán y las que no están más
soy las que desecharon en el invierno de los tiempos
soy las que han de amar, las que pelean,
soy las que aman, las que gritan, que desean,
soy las que gimen, las que ríen, las que sueñan,
soy las que añoran y que siguen adelante,
soy las que cierran los ojos e imaginan,
un mundo justo, bueno, fuerte,
un mundo exuberante.
Cara alzada sonriendo con el alma
ojos grandes que miran sin decencia
ojos bellos que lloran las ausencias,
sonrisa amplia, sonrisa limpia, no inocente.
Cara de niña, pero aun así con cerebro indecente.
Soy y me complazco en ser.
Soy entrada y soy salida,
poderosa y eterna dicotomía.
Soy mujer porque me da la gana.
No se nace mujer, una se crea.
Una se incendia y renueva cada día.
Una se entrega y se presencia en la mañana.
Una se inmola en el hervor de la piel.
En el rito de abrir el cuerpo
y ser espacio de acogida.
Una se ensortija, se deja invadir
y a veces se acorrala.
Una se mortifica y se entrega,
hace espacio para la seducción,
se convierte en altar para la adoración
se compárate y se regala con quien le dé la gana.
Una crece, se reconoce y se asume
acepta y disfruta lo tangencial del amor
se ramifica, se fructifica, se convierte en vida.
De tantas unas, terminamos por ser todas.
De tantas todas, decidimos no ser nada.
Soy mujer y si la vida no me aniquila,
y me convierte en muerte
Seguiré siendo mujer sin silencio,
sin miedo, mujer en voz alta.
Espero sus comentarios con gusto en Twitter @PalomaCuevasR.