jueves 21 noviembre, 2024
Mujer es Más –
COLUMNAS GILDA MELGAR

«DOLCE ÁLTER EGO» Con gratitud

Por. Gilda Melgar

A casi dos años del inicio de la pandemia por COVID-19, ceo que todos hemos caído ya en cuenta de que si bien el confinamiento nos trajo muchas pérdidas –desde la muerte de un ser querido hasta la desaparición de costumbres o rituales tan cotidianos como saludarnos de beso incluso con desconocidos–, también nos dejó muchas ganancias, como la convivencia familiar –en los mejores casos– y la recuperación del asombro y del sentimiento de gratitud, incluso por las cosas que antes nos parecían insignificantes.

Como una persona hasta ahora no contagiada, no puedo más que maravillarme por seguir en este mundo en compañía de toda mi familia y mis seres queridos. Pero, vamos por partes, porque el hecho de que no haya sido víctima del Covid no significa que haya vivido sin miedo. Todo lo contrario. En los meses más difíciles, cuando ya no había camas disponibles en los hospitales, me invadieron la angustia y la incertidumbre.

La única meta posible entonces, e incluso ahora que en Europa ha comenzado la cuarta ola, sigue siendo la de SOBREVIVIR.

Justo en los días en que el semáforo de nuestra emergencia sanitaria estaba en rojo casi vino, comencé un ritual llamado “The morning pages” o “Las páginas matutinas”, consistente en escribir tres páginas a renglón seguido inmediatamente después de despertar, con el objeto de “desahogar” todas los pensamientos o emociones acumuladas y enlistar las preocupaciones u ocupaciones del día por empezar.

Un método creado a fines de los 90 por la cineasta neoyorkina Julia Cameron, con la intención de “liberar” la creatividad de sus alumnos, que más tarde sería publicado como un manual titulado El camino del artista, con gran éxito hasta el día de hoy.

Llegué a él porque empecé a ver que mucha gente publicaba pinturas, dibujos, poemas y toda clase de expresiones artísticas en Instagram, bajo la etiqueta “#theartistway”. Entonces yo había comenzado a hornear casi a diario para mi familia, explorando nuevas recetas y sabores. Por fortuna, encontré el libro en formato PDF e inicié los ejercicios.

Cada mañana, después de ir al baño, me sentaba al borde de la cama y comenzaba a escribir lo primero que me llegaba a la mente. Algunas veces eran los sueños o pesadillas de la noche anterior, otras, el menú que pensaba cocinar para el sábado siguiente. De tal forma que mis escritos oscilaban entre enlistar las cosas horribles que “me pasaban” y describir los momentos de gozo en familia.

Además de escribir las tres páginas diarias, el manual indica una tarea semanal llamada “cita con el artista” para inspirarse al aire libre, en un museo, una librería o cualquier otro espacio exterior que nos permitiera mirar con ojos diferentes. Así fue como empecé a hacer arreglos florales y tarjetas con hojas secas. Fue muy terapéutico y sorprendente saber que podía crear algo hermoso para la contemplación cotidiana.

Conforme pasaron los días fue cada vez más fácil escribir y las páginas con puras quejas comenzaron a llenarse de comentarios y sentimientos de gratitud: “Gracias por las flores que pude comprar hoy”, “gracias por el pastel que me quedó tan sabroso”, “gracias porque mis hijos están conmigo y puedo disfrutarlos”, etcétera.

Las páginas matutinas me llevaron al siguiente nivel de mi creatividad, cuando decidí lanzarme a la aventura de vender mis pasteles en línea. Para entonces mi creatividad estaba al tope y vendí mis primeros pasteles justo hace un año, en temporada de calabazas. Después imaginé, cree, probé y finalmente lancé mi colección de pasteles de Navidad.

Tal como menciona Julia Cameron en su libro, todo empieza con la capacidad de asombro que nos da la propia naturaleza. Atestiguar los bellos paisajes de la primavera, el verano y el otoño de 2020 me inspiró a crear a partir del gozo que nos brindan las frutas de estación. Estoy muy agradecida por haber remontado la angustia a través de mi arte, que es la repostería.

Contar con un talento o habilidad para poner al servicio de otros en tiempos inciertos no es poca cosa.

Obviamente no intento equipararme con el personal de salud. Sólo trato de decir que sentirse útil y productivo cuando no se sabe qué pasará el día de mañana, es un bálsamo y un privilegio que obliga a dar las gracias.

Desde que volvimos al semáforo verde, intentando regresar a la “normalidad”, extraño esos días de encierro, horneando en casa, sintiéndome “a salvo” con los míos, y valoro cada minuto que pasé con ellos.

El Día de Acción de Gracias me ofrece hoy la oportunidad de agradecer por seguir viva. Por haber llegado hasta aquí, sintiendo el frío que anuncia el invierno y disfrutando el café de las mañanas.

Con gratitud, me comprometo a seguir creando para el deleite de otros, haciendo uso de las habilidades que la vida me regaló.

 

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