jueves 21 noviembre, 2024
Mujer es Más –

Por. Gerardo Galarza

Mientras son las peras de la negociación para ser aprobada o las manzanas de su congelamiento, la iniciativa de regresión en materia energética le ha provocado al escribidor un  -digámoslo así- grave dilema existencial. 

Mal acostumbrado desde niño a bañarse con agua caliente, primero con agua calentada en hornillas de la estufa, luego en boiler a fuego de madera o “combustible”, después en calentadores de gas y, en el colmo de la tecnología, calentadores “de paso”, desde hace unos tres años el escribidor calienta su agua con energía solar. 

¿Cómo?, se preguntará usted. Pues a ciencia cierta, el escribidor no lo sabe. Le ofrecieron poner un “calentador solar” en su azotea para calentar el agua con la que se baña y la que se utiliza a temperaturas elevadas en las labores del hogar. Y, sí, funciona.  

Es algo más o menos inexplicable: unos tubos como de cristal, por los que circula el agua que va a un depósito, captan los rayos solares que provocan calor y calientan el agua, -bueno, según cree el escribidor-, y que se mantiene caliente aún después del ocaso y la noche, aunque el sol ya no brille. 

Hace algunos años, el mismísimo Infonavit proporcionaba “bonos” intercambiables por productos ecológicos (focos ahorradores de energía y calentadores solares, entre otros) a quien accedía a sus créditos o recibía apoyo para su hipoteca. Bueno, eran los tiempos del demoniaco neoliberalismo, se sabe ahora. 

Sin embargo, la iniciativa “López Obrador-Bartlett” para el regreso del monopolio estatal en la producción de energías le ha abierto los ojos al escribidor y le hace ver,  -que no saber, porque no entiende nada- que en esos tres años se ha sido un vulgar ladrón de rayos solares (por fortuna parece que no de ningún rayito esperanza, lo cual sería blasfemia), y también traidor a su patria por no consumir y pagar el gas LP que produce Pemex,  aunque las estadísticas dicen ahora que como el 70 por ciento -la cifra es de memoria- de ese energético es de importación. 

Y no es que el escribidor sea un ciudadano ejemplar. Cuando mucho se obstina en cumplir sus obligaciones, con el perverso objetivo de exigir a los gobernantes el cumplimiento de las suyas. 

Entonces, se dio a la tarea de investigar cuál es la soberanía nacional sobre los rayos que produce el sol, o cómo se dividen entre los países de la tierra y no la encuentra todavía. También se preguntó a sí mismo y al cielo:  ¿Cuáles y cuántos son los rayos, la luz y el calor que le corresponden a México en el reparto de la energía solar? ¿A quién se le paga su consumo?  

Iguales o similares interrogantes le ocurren por el uso de aire para producir energía. Pero, el escribidor ya no quiere hacer más preguntas, so pena -uno nunca sabe- de que un día de éstos se legisle que el aire para respirar es propiedad de la nación y ¡ay! de aquel traidor que se atreva a saquearlo.  

En vía de mientras, el escribidor reconoce que ha robado rayos solares al parecer propiedad del Estado mexicano y ha respirado aire “nacional”, sin pago alguno, por lo que teme haber incurrido en traición a su patria. 

Hace unos meses, un vecino le presumió el ahorro que le producen sus panales solares en el consumo de energía eléctrica (luz) y el escribidor se emocionó para comprarse unos, pero hoy cree que eso puede ser crimen de lesa humanidad y quizás también motivo de condenación eterna, y ya con ladrón y traidor es suficiente. 

 

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