Por. Saraí Aguilar
La senadora Ifigenia Martínez recibió la Medalla Belisario Domínguez la semana pasada. En la ceremonia, de manera atípica, también se entregó la presea póstuma al doctor Manuel Velasco Suárez. Olga Sánchez Cordero, quien encabeza la Mesa Directiva del Senado, informó que el galardón para las personas integrantes del Sistema Nacional de Salud (correspondiente a 2020) se entregará en una ceremonia aparte.
La ceremonia destacó además por la ausencia del presidente de la República, que se intentó justificar con el alegato de que la senadora panista otrora de Morena, Lilly Téllez, amagó en un tuit con confrontar al mandatario. De esta forma, la supuesta defensa de la “investidura presidencial” contribuyó a que no se le diera justa dimensión a la presea otorgada a la senadora.
En primera instancia, la medalla que se otorga desde 1954 ha tenido 68 galardonadas a la fecha, (Político.Mx). Y si bien la primera se le dio a una mujer, Rosaura Zapata, el resto de la historia ha sido diferente, pues sólo seis mujeres más han sido condecoradas con ella.
La ausencia del presidente es significativa no sólo por contravenir el protocolo republicano que el propio galardón representa. También lo es porque la senadora ha sido compañera de luchas del mandatario, una trayectoria combativa a la que ahora sumó la de irrumpir en un nicho que parece reservado para hombres.
Asimismo, la negativa del presidente a asistir, si es que efectivamente correspondió a las presuntas presiones de la senadora Téllez, son contrastantes con el carácter propio de la medalla. Cabe recordar que el nombre de la distinción es en honor al senador chiapaneco Belisario Domínguez (1863-1913), quien se opuso a la dictadura de Victoriano Huerta. Sus abiertas críticas en la tribuna del Senado lo llevaron a ser ejecutado el 7 de octubre de 1913 y a que incluso se le mutilara la lengua, la cual fue enviada a Huerta. Resulta inconcebible querer conmemorar la memoria de un opositor silenciando a los contrarios.
Y aunque la senadora Martínez, de manera amable, mandó saludos y hasta cumplidos al mandatario, sin distinción de colores, la historia la destaca como una mujer que ha enfrentado al autoritarismo. Es imposible hablar de ella sin mencionar su defensa de la autonomía universitaria en los días aciagos de Gustavo Díaz Ordaz. Cuando la noche del 17 de septiembre de 1968 el Ejército mexicano irrumpió en Ciudad Universitaria, la maestra Ifigenia Martínez, entonces directora de la Escuela de Economía de la UNAM, no tembló y defendió la autonomía universitaria a pesar de su integridad en riesgo. Asimismo, según se narra en el reportaje publicado en su honor por el diario El País, la académica fue encerrada junto con estudiantes esa noche en celdas tristemente famosas por ser centros de tortura, y ahí encaró a los militares.
Posteriormente, se le reconoce por haber enfrentado al PRI en sus otrora tiempos de partido de Estado, y comenzó el camino para la conformación de la izquierda mexicana contemporánea. Lo logró cuando hacerlo ponía en riesgo la vida y no se exponía únicamente al linchamiento en la hoguera de las redes sociales.
Ya haya sido desde la economía, la diplomacia, la academia y la política, la maestra Ifigenia Martínez, como se le conoce por su trayectoria académica, ha sido incansable.
Ante una mujer de ese temple, asombra que el mandatario alegara que “evitaría una situación bochornosa” . Bochornoso es, por ejemplo, haber entregado la medalla Belisario con un error de ortografía en el propio nombre de la laureada. Y sin restar mérito al fallecido doctor Velasco Suárez, la maestra merecía su propia ceremonia exclusiva.
Ahora sí, que emulando el dicho de la maestra al recibir la presa y percatarse del error, al presidente le valió.