jueves 21 noviembre, 2024
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RODRIGO LLANES COLUMNAS COLUMNA INVITADA

«CONQUISTA A LA CARTA» Una nueva aproximación a la Conquista de México

Por. Rodrigo Llanes

Como se ha demostrado en este 2021, la Conquista de México es uno de los problemas intelectuales que  se recrea y se actualiza con el paso de los años y de las generaciones.

Mi aportación en esta nueva columna de Conquista a la carta consiste en abordar este problema con sazón y estómago. Analizar la historia a partir de la comida. Pues se trata de uno de los procesos humanos más importantes para nosotros como especie. No podemos pensar en dejar de comer, nos moriríamos. Y nuestra alimentación conlleva una serie de sentidos culturales, sociales y políticos, que encontrar en la historia el hilo conductor de la mesa, los pucheros y los tacos resulta algo fascinante.

Por otra parte, podemos decir que mientras el problema de la Conquista sigue levantando ámpulas en México, cuando pasamos a los espacios de la cocina, y en lugar de retorcernos en el resentimiento  nos agasajamos con nuestro patrimonio gastronómico común, (pensemos en los chorizos y el arroz con leche), el sabor de nuestra cultura nos permite comulgar con el extranjero que en realidad es nuestro hermano. Y que nuestro bagaje histórico, a pesar de haber sido destruido en muchos aspectos, tuvo otros en los que quedó vencedor. ¿Imaginamos la cocina española sin pimientos? ¿Sin pimentón? ¿Sin jitomate (o tomate como le llaman ellos)? ¿Sin chocolate?

España es producto a su vez, de un proceso histórico de conquistas entre grupos confesionales distintos, y en este tres grupos confesionales medievales (cristianos, judíos y musulmanes) conformaron una España producto de la convivencia fecunda de estas tres grandes culturas.

Dentro de la lógica de un mundo dividido en naciones autónomas e independientes, como lo fue el siglo XX desde la segunda guerra mundial, aprendimos a ver aquellas características que nos hacían países únicos.

El problema es que esta idea del mundo sirvió para poder explicar las diferencias entre los países, siendo que por el contrario el pasado y la historia hermanan a nuestros pueblos y a su cultura, motivándonos a generar nuevas ideas que construyan puentes de comunicación entre los miembros de un mismo ser cultural, en esta época global.

Contar la historia de la Conquista siguiendo el rastro de los momentos en que los protagonistas de la historia se preocupan por la comida, y en el que nos cuentan los detalles de la sobremesa política, las impresiones de ambos bandos por descubrir los alimentos nuevos para ellos, o la angustia por conseguir bastimentos, es tender un puente de comprensión para reconciliarnos con el otro.

El nuevo esquema de la llamada mundialización nos expone a una nueva cultura transpersonal, basada en patrones de consumo que unifican criterios en todo el mundo, y que es una amenaza a la asimilación y defensa de todo nuestro patrimonio histórico, pues reduce la concepción de nosotros mismos a aquellos valores inmersos en el consumo (Jürgen Habermas, Ciencia y técnica como ideología).

Si aprendemos a entender de manera distinta nuestra historia, sabremos vivir el tiempo actual con otra visión. Esta es una oportunidad para mostrar al mundo la riqueza humana que constituye nuestra idiosincrasia compartida como iberoamericanos, presente entre pueblos que, aunque remotos y separados por grandes distancias, son capaces de reconocer entre ellos una sensibilidad común. Y ello puede salvarnos de sucumbir ante el monstruo devorador de esta estandarización cultural y comercial, pues “nos habremos preparado para seguir encontrándonos con mundos maravillosos a través de la historia” (Caballero Bonald, Remedios curativos).

La comprensión cabal de esta historia depende de cambiar el marco interpretativo de los hechos, y así deshacernos de la idea exclusiva de culturas dominantes que  invaden y conquistan. Efectivamente, existe una noción y afán de dominio en todo aquel que se lanza a la conquista. El dominio permea una parte sustancial del proceso histórico, le da una coherencia espacio-temporal definida, articula todos los elementos que singularizan una época, pero existe otro ámbito a estudiar y que resulta tan determinante como el primero: las  influencias fecundas. Este concepto nos permite sumar todos los pueblos y proyectos civilizatorios que han estado presentes a lo largo de nuestra historia. Una civilización no llega simplemente a destruir otra, sino que llega a compartir sus influencias de manera recíproca y fecunda.

Del estudio de estas dos vertientes (dominio e influencias fecundas) surge la comprensión de la historia. Una  nos lleva a encontrar ese espíritu de época, esa forma de vivir que no se repetirá en ningún otro tiempo. Estos valores de la época que serán exclusivos de ella y de su sociedad. La otra a disfrutar y reconocer nuestra cultura que se crea y recrea constantemente, como un buen platillo de comida.

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