Por. Mariana Aragón Mijangos
Suena paradójico hablar de cooperación internacional como clave para entender el mes de la Patria, ¿no? O quizá sea una señal más de que todo está cambiando, y los conceptos han de redefinirse, de resignificarse en nuestra colectividad. La Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), y los desplazamientos migratorios sin precedentes en México y Centro América, son dos eventos que han marcado septiembre 2021 y que tienen el común denominador de subrayar la importancia de fortalecer el multilateralismo, en medio de la tormenta que atravesamos, como nación y como humanidad.
La apuesta de AMLO de revivir la CELAC, no estaba errada. Tampoco considero que haya sido equívoco invitar a Maduro, a Ortega y a Díaz-Canel, pues mientras sigan siendo jefes de Estado de Venezuela, Nicaragua y Cuba, representan a sus naciones, y a México como país anfitrión no le tocaba excluir a nadie, sino por el contrario promover el diálogo multilateral, es decir, generar integración, un principio básico de diplomacia. Pero aquí es donde viene la falla, y el por qué lejos de “quedar bien” el papel de México polemizó tanto.
Estaba de más el discurso caudillista de AMLO. Los atropellados guiños que lanzó a lo que queda de la izquierda latinoamericana, habrían sido efectivos hace treinta años, no ahora en un mundo completamente diferente en el que tantos velos han caído, y donde las necesidades son tantas y recrudecidas que lo que se requiere son menos debates ideológicos y en cambio tender más alianzas, afianzarlas.
Quien sí entendió la oportunidad de la Cumbre, fue la secretaria ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcena quien dio uno de los mejores discursos del encuentro, para enaltecimiento del género al ser una de las tres mujeres con derecho a voz. En tono conciliador pero con toda claridad, Bárcena aprovechó cada segundo para plantear la principal meta compartida de la región: cómo hacer frente a las crisis sanitaria y económica generada por la COVID 19, para lo cual expuso una ruta visionaria sobre cómo fortalecer la industria farmacéutica latinoamericana. Prácticamente les dijo “Señoras y señores, dejémonos de quejar sobre la especulación del mercado farmacéutico y el acceso a las vacunas, y hagámoslo nosotros. Sí podemos, aquí está el plan.”
Soluciones es lo que necesitan los pueblos para progresar y poder defender su autodeterminación, no retórica sin eco en el desarrollo, pues sin crecimiento económico no hay autonomía, y mucho menos autodeterminación.
Ahora bien, no hay mejor ejemplo para ilustrar el oportuno llamado a la Cumbre CELAC, que los miles de migrantes haitianos, venezolanos, y centroamericanos que en los pasados días intentaron llegar a Estados Unidos huyendo de regímenes fallidos, pero exponiéndose a condiciones de vulnerabilidad infrahumanas, e incluso violentas y denigrantes como el ser ahuyentados a latigazos (como en el viejo oeste), por un gobierno que se autoproclama insignia en materia de derechos humanos.
La complejidad del fenómeno migratorio no tiene respuestas fáciles, ni mucho menos unilaterales, ahora más que nunca se requiere de cooperación regional sin precedentes, ya lo dijo hace un par de días António Guterres ante el pleno del 76 periodo de sesiones de la Asamblea General de la ONU: “La interdependencia es la lógica del siglo XXI, y es el principio básico de las Naciones Unidas. Este es nuestro momento, un momento de transformación. Una era para reavivar el multilateralismo, una era de posibilidades. Reavivemos la confianza, inspiremos esperanza y empecemos ahora mismo.”
Un discurso inquietante, e incisivo al referir las desigualdades entre los países como obscenidad, y señalar que la falta de acción ante el cambio climático nos está acercando a vivir un infierno en la tierra para 2030. Guterres hizo sonar la alarma mundial y dijo “Nuestro mundo nunca ha estado más amenazado, o más dividido. La solidaridad está ausente, justo cuando más la necesitamos”.
Así septiembre llama a las naciones a fortalecer el multilateralismo por encima de diferencias ideológicas, pues el destino de una nación afecta al resto en efecto cascada, tal como la migración lo prueba. Y a nosotros como parte de la humanidad nos llama fuertemente a la solidaridad.
Mariana Aragón Mijangos es politóloga, asesora política y articulista. Sus áreas de desarrollo son feminismo e interculturalidad, protección social y movilidad incluyente con perspectiva de género. Generadora de contenidos de campañas políticas y programas gubernamentales. Integrante de la Red Global Women In Motion. Mamá de Abi, Sherouse y Apolo.