jueves 21 noviembre, 2024
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COLUMNAS COLUMNA INVITADA

«RAZONES INTUITIVAS» Ser mujer del siglo XXI

Por. Mariana Aragón Mijangos

Qué paradójico es ser mujer en un tiempo en el que la reivindicación de la igualdad de género cobra fuerza, no sólo en la agenda de los gobiernos y en la academia, sino también en los medios de comunicación, y más importante aún, en la voluntad de grupos poblacionales jóvenes y urbanos. Sin embargo, las contrastantes realidades que todavía viven millones de mujeres alrededor del mundo nos muestran la inminencia de insistir en el reconocimiento y cumplimiento de nuestros derechos.

En algunas de las capacitaciones que he dado sobre comunicación no sexista, me ha tocado escuchar cuestionamientos a la insistencia del feminismo en el uso del lenguaje incluyente o respecto a la visibilización de los micromachismos, como si se tratara de una exageración, una moda o un intento resentido por opacar a los hombres. 

Admito que hace algún tiempo a mí también me pareció exagerado. Pero he entendido que hay que ser insistentes porque la desigualdad así opera, en lo macro y en lo micro, cada día, a veces burdamente, otras de manera taimada y sórdida. Si nos vamos a lo global podemos ver que, en toda crisis la peor parte la llevan las mujeres. Por ejemplo, tras el conflicto político en Afganistán, hay un énfasis en la situación de vulnerabilidad que viven niñas y mujeres, para quienes está en juego su libertad y dignidad humana, ante un régimen fundamentalista que las quiere sometidas, sin educación, y sin la más mínima autonomía. Así también, el terremoto político y natural en Haití, ha aumentado las violencias contra las mujeres, especialmente los desplazamientos a raíz de la crisis exponen a las niñas y mujeres haitianas a ser víctimas de violación y a contraer enfermedades de transmisión sexual como el VIH.

Sin ir más lejos, en nuestro país continúan los efectos derivados de la sindemia -dos o más pandemias cuya interacción aumenta su severidad- entre COVID 19 y violencia de género, que de acuerdo a cifras del Secretariado Nacional de Seguridad Pública, arroja un incremento de la violencia familiar del 15% en la comparativa de los períodos enero-mayo 2020 y 2021. Aunado a ello, la sobre carga de las tareas de cuidados en los hombros de las mexicanas, una de las más altas entre los países de la OCDE, también atenta contra nuestra salud física y mental, y para completar el cuadro, está el hecho de que siete de cada 10 personas desempleadas en México, son mujeres. 

Si, ganamos más curules en los recintos legislativos, pero los siete coordinadores de bancada en el recién electo Congreso Federal, confirman que las posiciones de toma de decisiones siguen en manos de hombres, y seguramente entre ellos se repartirán los órganos de poder, salvo contadas excepciones.

Estas son las paradojas a las que me refiero. Nosotras las mujeres de entre 25 y 50 años, pertenecemos a una etapa de florecimiento de los derechos de las mujeres, sobre todo a partir de la Conferencia de Beijing del ’95, en la que hemos tenido mayor acceso a la educación, al empleo y en la que públicamente se ha encarado la arbitrariedad de los roles y estereotipos de género. Sin embargo, las crisis sanitaria, económica y política que marcan el contexto actual y ponen en riesgo lo ganado, nos llaman a acortar la distancia entre discursos y realidades, tanto en las problemáticas que nos atañen como género, como en los espacios cotidianos.

Para muchas de nosotras ser mujer del siglo XXI es ejercer la autonomía económica, pero todavía trabajar por la autonomía emocional; es manejar y pagar mensualmente tu propio auto, pero tener que aguantar las “bromas” sobre la incompetencia de las mujeres al conducir; es que te digan “mujer empoderada” porque te has desarrollado profesionalmente, pero que a solas dudes de ese “poder” en medio de entornos laborales hostiles, con poco tiempo para el goce y para el autocuidado. 

Es amar a tus hijas, a tus hijos, pero no dejar de cuestionar la desigualdad en la repartición de las labores de la casa, y reclamar un tiempo para ti, repitiéndote a ti misma que no hay culpa en ello. Y también es lidiar con los hombres -ya no digamos los machos violentos- que no saben qué hacer con mujeres que piensan por sí mismas y se atreven a expresarlo, algunos parecen acomodarse, esperando que ellas aporten el 50% de los gastos, pero que sigan cumpliendo con los mandatos patriarcales de cuidados; otros, lo ven como una afrenta a su hombría que resuelven con comportamientos ambiguos que derivan en infidelidades y en relaciones carentes de sustancia. También hay una crisis en las relaciones de pareja ante la transformación de los roles tradicionales, y poco se habla de ello.

Y ¿por qué no decirlo? A ratos también significa hablar de “sororidad”, sin entender que va más allá de afinidades, de conveniencias, y no tener recato alguno para obstaculizar a la otra, para juzgarla, ó minimizarla.

Necesitamos dar coherencia a la victoria discursiva de la agenda de género, concretándola en realidades más expansivas que abarquen las distintas latitudes, espacios, esferas. No creo que la solución sea radicalizar posturas, pero es importante puntualizar que, si bien ha habido avances, la igualdad sustantiva todavía no es una realidad ni para todas, ni es constante, ni en todos los espacios, y esta consciencia también es parte de lo que implica ser mujer del siglo XXI.


Mariana Aragón Mijangos es politóloga, asesora política y articulista. Sus áreas de desarrollo son feminismo e interculturalidad, protección social y movilidad incluyente con perspectiva de género. Generadora de contenidos de campañas políticas y programas gubernamentales.  Integrante de la Red Global Women In Motion. Mamá de Abi, Sherouse y Apolo.
Twitter: @MarianaAM147

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