Por. Saraí Aguilar
Hace apenas unas semanas la agenda feminista lanzaba campanas de victoria. Históricamente la paridad se convertía no en techo sino en piso. Llegaron más gobernadoras que nunca y habría más diputadas de las pensadas en la Cámara de Diputados. A partir de septiembre próximo habrá 248 mujeres, es decir, 49.3% del pleno, en contraste con las 241 de la actual Legislatura. Sin embargo, esto no garantiza la paridad sustantiva y efectiva en San Lázaro.
Una vez más se refrendó que para los partidos la agenda de género no es más que una bandera electoral y que algunas de las mujeres que enarbolaron esta causa como eslogan de campaña no están dispuestas a consolidar su posición de poder, pues anteponen la obediencia partidista y lealtad a la bancada antes que a las mujeres que les dieron su voto.
Apegándose a sus estatutos internos, las siete bancadas presentes tendrán coordinador hombre. Desde los partidos autodenominados progresistas como Movimiento Ciudadano, hasta los de izquierda tradicionalmente ligados al feminismo como PRD o Morena, y sin dejar de lado al PRI, quien históricamente ha estado ligado con las mujeres y, claro, el PAN, que también históricamente ha estado pero del lado opuesto de la lucha feminista, todos levantaron sus “machos alfas” para conformar la Junta de Coordinación Política exclusivamente por hombres.
Pero si bien los partidos están actuando con su machismo histórico y estructural, las recién electas diputadas no parecen muy a disgusto.
Cabe destacar que hay un movimiento para evitar que se dé esta simulación de paridad, el cual busca evitar la marginación de las mujeres en las comisiones consideradas como más importantes.
Sin embargo, faltan muchas legisladoras haciendo presencia. Deberían de ser todas levantando la voz al unísono. ¿Acaso ninguna está dispuesta a contradecir el mandato patriarcal de su partido por miedo a perder beneficios?
En los congresos locales el panorama no es diferente. La bancada local de Morena en la CDMX logró acomodar en la lista de plurimoninales a su coordinador, el diputado José Luis Rodríguez, argumentando tener ya “sobrerrepresentación de mujeres” e intercambiaron su posición. Y en el caso del PAN el panorama es similar, pues “bajaron” a Frida Guillén intercambiando su posición por un hombre, en un alegato jurídico en el cual solo nos dejan ver una cosa: el machismo no es de izquierda ni de derecha sino de hombres con poder negados a perder beneficios.
¿Hasta cuándo será el feminismo una campañita de marketing? Pregunta que deben hacerse los partidos y las candidatas que se prestan a ello. Mis respetos a las diputadas que dan la batalla a contracorriente, pero aquellas que están callando por anteponer su beneficio personal, no queda más que cuestionarles que si no son capaces de luchar por aquello que por ley les corresponde como es el caso de la paridad, ¿cómo podremos creer que lucharán por nuestros derechos?