jueves 21 noviembre, 2024
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«RIZANDO EL RIZO» De hechiceras, magas y otras heridas de la historia

Por. Boris Berenzon Gorn

La caza de brujas, así como la trata de esclavos y la conquista de América,
 fue un elemento imprescindible para instaurar el sistema capitalista moderno. 
Silvia Federici 
Entrevista de Maite Garrido Courel publicada en Números Rojos

Todos estamos familiarizados con aquella máxima que algunos atribuyen a George Orwell en alguno de sus artículos en Británica Tribune que reza que la historia la escriben los vencedores. De los vencidos queda, si acaso, un rastro que el tiempo y los pocos registros deforman. No solo sus palabras son borradas sino también sus valores, sus ideas y sus formas de entender el mundo. El esfuerzo por desaparecer toda marca de su unicidad y de su diferencia es tal que incluso durante décadas, siglos e incontables generaciones posteriores se les continúa describiendo apenas como una parodia o como los demonios que los heroicos colonialistas tuvieron el buen tino de erradicar sin mucho éxito.

El proceso se repite aquí y allá; se aplica lo mismo a la instauración de colonias y a la comisión de genocidios que a la imposición de sistemas políticos y económicos. Además de la matanza, parte del agravio incluye la ridiculización del enemigo, su minimización o su satanización en los libros de historia. “Los vencidos merecían ser derrotados por perversos”, le conviene pregonar al discurso hegemónico. O, mejor aún, “los muertos no fueron tantos”, “fueron el resultado de una vieja práctica ritual e insignificante” o “ese episodio no fue tan importante”. Cualquiera que sea la máxima con la que se busque escapar por la tangente, el objetivo sigue siendo el mismo: difuminar la huella del pasado hasta reducirla a apenas una anécdota.

Para Silvia Federici, este fue el proceso que padecieron las mujeres durante siglos de persecución en los que el capitalismo buscaba reducir al mínimo su participación en los asuntos públicos. Y es que los gigantes atropellos antes descritos no solo han sido cometidos en contra de grupos por razones de religión, origen, nacionalidad y territorio sino también de género. Solemos pensar que el papel de las mujeres ha sido siempre el mismo en prácticamente todas las sociedades, que —con apenas algunos cambios— se han mantenido inmutablemente “al margen de la historia”. Pero ¿son estas aseveraciones un verdadero intento por describir la realidad o son nada menos que el producto de un discurso de dominación?

Lo cierto es que, hoy por hoy, tales afirmaciones son dadas por ciertas sin más, al grado de que buscan sustentarse en la biología o en las llamadas “ciencias duras”, por lo que se hace uso de artificios intrincados que, de tan revueltos, terminan convirtiéndose en dogmas. Mitos como los del instinto materno, edificados sobre presuntos hechos científicos, no han existido siempre, y su formación puede deberse menos a un afán por explicar características biológicas y más a la voluntad de fundamentar ideológicamente un sistema económico.

Para Federici, autora de Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria, existió un momento muy claro en la historia del capitalismo en el que las mujeres fueron perseguidas de manera sistemática con el fin de forzarlas a asumir un papel de dominadas dentro del orden de producción. La caza de brujas, que se llevó a cabo durante alrededor de dos siglos, habría tenido como fin silenciar y sofocar la resistencia que se enfrentaba a un paradigma naciente que terminaría por devorarlo todo.

Entonces, ¿por qué una etapa entera de persecución es vista como una serie de prácticas —impresionantes pero aisladas— cuyos únicos motores eran el fanatismo religioso y el absurdo pensamiento mágico? Porque al discurso dominante así le conviene. Por mucho que sea cierto, a ningún imperio le gusta admitir que fue cimentado sobre un cementerio de inocentes o de rebeldes que defendían causas justas. 

Por eso es mejor decir que la conquista de Tenochtitlan fue una “gran rebelión indígena” o que la caza de brujas era una inocente práctica esporádica, cuya raíz ha sido ya eliminada de las cosmogonías actuales. Salir victorioso en la historia significa ganar la habilidad de distorsionar la imagen del vencido y de sus descendientes al propio antojo, no solo en el presente sino durante siglos. 

Las brujas, siguiendo a Federici, no eran simplemente mujeres enamoradas del pensamiento mágico; habrían sido rebeldes que se alzaban contra el creciente poder de la Iglesia y el Estado, poder que las quería encerradas en casa, silenciosas e ignorantes. Lamentablemente, los registros que las describen fueron escritos nada menos que por sus propios verdugos, por los vencedores, por lo cual sus verdaderas causas nunca serán del todo dilucidadas.

Sea como sea, Federici nos recuerda que la historia no puede verse desde un único ángulo y que una verdad se delata como corrompida desde el momento en que se nos impide cuestionarla. 

Ilustración. Diana Olvera

Manchamanteles 

El mundo atestigua, atónito, el drama que sucede en Afganistán. Uno a otro, los líderes estadounidenses se señalan entre sí. Pero ¿es este un fracaso individual o es una derrota enorme para un sistema y un imperio enteros?

Narciso el obsceno

La concepción de la “luz de gas” (gaslight), surgida de la obra homónima de Patrick Hamilton, publicada en 1938, hace eco de la imagen en que un cónyuge manipulador enloquecía a su esposa por medio de manipulaciones, lo que hacía que ella misma dudara de lo que atestiguaba. La propia trama de la obra está fundamentada en el perverso juego que Narciso tiene con la autoestima.

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