Por. Bárbara Lejtik
El otro día fui con mi hija mayor a comprar ropa interior y ella muy molesta me dijo que no entendía por qué no había en toda la tienda un brasier de su talla sin relleno. No es posible que las empresas dedicadas a la maquila de ropa, los diseñadores de moda y los comercios den por hecho que si tienes poco busto forzosamente tengas que usar relleno para aparentar más, en los ganchos de a lado cuelgan fajas y demás prendas pensadas para disimular nuestra ofensiva realidad.
La verdad es desoladora, vivimos bajo un eterno estrés social sobre cómo deberíamos lucir, comportarnos, pensar para ser aceptadas por la sociedad, indistintamente del género o el estrato social de los demás, las que tenemos que adaptarnos a los moldes preestablecidos somos principalmente las mujeres.
Todas sin excepción hemos escuchado la consabida frase:
Estás guapa, te verías mejor con 2, 5 o 10 kilos menos, o si por lo menos midieras cinco centímetros más, o si no hablaras tanto, si no fueras tan respondona y rebelde.
Ser auténtica y defender las propias ideas nos vuelve políticamente incorrectas, indeseables y mal calificadas como candidatas para un matrimonio o un trabajo decente.
La mayoría de las veces la desaprobación hacia nosotras empieza en nuestra propia casa, viene de nuestras madres que gastan toda su energía tratando de moldearnos física y emocionalmente para caber en los estándares sociales.
Aquellas mismas mujeres que tras un abuso sexual y o feminicidio cuestionan cómo iba vestida la víctima y si acostumbraba salir sola o comportarse de una forma “demasiado” extrovertida.
Como en todo hay niveles y por difícil que nos resulte creerlo hay países en los que las niñas son llevadas por sus propias madres a que se les realice la ablación femenina o mutilación genital, prácticas espantosas, y humillantes, en su pubertad. En muchos lugares está permitida la dilapidación y el castigo físico por parte de los esposos, para muchas mujeres está prohibido enseñar el cuerpo y para muchísimas más es una obligación, igual de opresivo en los dos extremos.
Tal vez esos sean casos mucho más excesivos , pero el simple hecho de ser criticadas por elegir el tipo de ropa que nos guste y resulte cómoda, por decidir depilarnos o no, por estudiar cualquier carrera independientemente de si es una carrera apta para hombres o mujeres, ser señaladas por no querer tener hijos o ejercer nuestras preferencias sexuales libremente, por querer terminar con una relación que nos degrada y que encima de todo seamos juzgadas por no elegir bien a los padres de nuestros hijos cuando estos deliberadamente deciden fallar al no hacerse responsables de los mismos.
Las mujeres somos mayoría pero parecemos minoría entre las minorías, cada condición desfavorable se agrava si para colmo la persona pertenece al género femenino ya sea de nacimiento o por elección, tenemos menos derechos y menos oportunidades, pero muchas más responsabilidades.
A veces pienso que la tecnología avanza a una velocidad vertiginosa pero somos las personas las que insistimos en estancarnos con ideas retrógradas y misóginas.
¿Qué es lo que hace falta para entendernos como una sociedad equitativa?
La respuesta es una incógnita aún.