sábado 23 noviembre, 2024
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COLUMNAS COLUMNA INVITADA

«RE-VISIONES» Entender la resiliencia (I)

Por. Sabrina Gómez Madrid

Veintiún meses desde que apareció el Covid-19. Cuánto ha cambiado todo pero también, cuánto hemos aprendido. Por ejemplo, de los que tenemos cerca, de los que tenemos lejos, y de los que hemos perdido. Pero sobre todo, de nosotros mismos. Y es que la pandemia no sólo no se ha ido sino que ahora viene con otras cepas cada vez más contagiosas y peligrosas. Por eso antes de que cualquier emocionalidad nos lleve a la preocupación, la ansiedad o el desasosiego, hay que ocuparnos de reinventarnos para sobrevivir, y sobre todo, entender qué es la resiliencia.

Según el Diccionario de la Lengua Española, resiliencia es un término tomado del inglés resilience, derivado del  latino resilio o resilire, que significa salto hacia atrás, rebote, repliegue. Y en el campo de la física, se refiere a la capacidad que tienen algunos materiales, mecanismos o sistemas para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que habían sido sometidos.

Esto último inspiró al  psicoanalista inglés John Bowlby a trasladar esa cualidad física a su  propio ámbito, el  psicológico, en el que el mismo concepto de resiliencia ha ido evolucionando hasta reconocerla como la capacidad para adaptarse a una realidad o agente crítico o perturbador. Es decir, como la facultad de las personas a sobreponerse de manera flexible a ciertas circunstancias límite como: situaciones adversas, traumas, tragedias, amenazas o fuentes de tensión con resultados positivos. Sólo que a diferencia de la definición académica y del estudio teórico del concepto, en la práctica hay que sobreponerse a este tipo de escenarios aun cuando las crisis o dificultades no han cesado. 

No obstante, eventos así se presentan regularmente de muy diversas maneras en diferentes circunstancias a individuos, grupos y naciones. Algunos de ellos son provocados por el hombre como las guerras y las hambrunas, pero en otras ocasiones no, como los desastres naturales y otras crisis sanitarias, pero es la primera vez que, gracias a la inmediatez que nos brinda la tecnología comunicativa, tenemos la certeza de que un suceso muy duro sucede a nivel global. 

Este verano se han llevado a cabo los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, un año después de lo programado, y en el que todos pasamos por circunstancias adversas. Por ello es que en la  inauguración el país anfitrión hizo referencia a la experiencia crítica derivada de la pandemia por la que aun atravesamos. A causa del Covid-19, cada ser humano ha tenido que sobreponerse y reinventarse para la sobrevivencia desde muchas perspectivas. Y es que debido a éste, cada habitante del planeta tiene ya una historia que contar.  Y eso es lo que hace a este momento muy complejo y difícil de afrontar. 

Quizá lo primero que deberíamos entender es que pese a las diferentes circunstancias individuales, locales o regionales, en la actualidad todos estamos interrelacionados, así que en este caso, lo que afecta a uno puede afectar a todos los demás, en muchos sentidos. Por poner un ejemplo: la mala actitud de una sola persona que no se cuide en un lugar público puede poner en riesgo la vida de mucha gente, o bien, asumir un compromiso humanitario como dotar de cubrebocas a quienes no disponen de recursos para tenerlos, puede salvar la vida de muchas otras. 

Por supuesto que hay muchas cosas que no dependen de cada uno de nosotros y que no son fáciles de cambiar, pero nuestra voluntad y actitud si, y es por ello que hay que ocuparse de tener las mejores herramientas para saber cómo poder ayudar a los demás si empezamos por ayudarnos a nosotros mismos a través de la resiliencia.

Empecemos diferenciarla de la supervivencia, que es conservar la vida a pesar de una situación, hecho o momento de peligro. Por ejemplo, un terremoto. En cambio la resiliencia es la voluntad de salir adelante pese a cualquier problema aun cuando éste no se haya disipado. Por ejemplo, la pandemia. No sólo implica afrontar de manera  positiva una adversidad sino adquirir conciencia del presente  con una actitud de empatía y optimismo que nos permita pensar cómo podemos actuar ante el reto que nos impone la difícil circunstancia que se nos presenta y reestructurar nuestros recursos psicológicos para impulsar nuestra voluntad a favor de lo que puede hacerse a pesar de todo. 

Para empezar esto requiere de trabajo. La resiliencia no es algo que venga de la nada, sino que debe de construirse a través de la flexibilidad y la perseverancia, de la investigación de las cosas y de adquirir una cierta tolerancia a la frustración y a la incertidumbre. Aunque muchas veces pensemos que tenemos la suficiente experiencia, conocimiento, o inteligencia para salir adelante, las circunstancias siempre pueden sorprendernos. Así que hay que tener la conciencia y la humildad para poder reconocer cuáles son nuestros propios límites, pero también la autoestima suficiente como para saber y hasta descubrir cuáles son nuestras potencialidades. Solo así podremos idear cómo podremos emplearlas a nuestro favor. 

En la próxima entrega, que será muy pronto,  seguiremos explorando más acerca de este tema. No se la pierdan. 

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