Por Saraí Aguilar
La influencer jalisciense Odalis Santos falleció la semana pasada a consecuencia de una presunta negligencia en una clínica de Guadalajara, donde se sometió a un tratamiento para disminuir la sudoración en axilas.
Al margen de lo que arrojen las investigaciones y se deslinden responsabilidades sobre una presunta negligencia o un ocultamiento de consumo de sustancias, lo que salta a la luz es la obsesión en nuestros días por la búsqueda de la perfección en el cuerpo, despojándolo de los rasgos propios del humano.
Esto es más visible en las exigencias hacia la mujer. En las mujeres el vello corporal, el sudor, son censurados. Se nos educa para eliminar el vello del cuerpo, a propiciar no sudar, etcétera.
No es de asombrarse que una de las búsquedas más asociadas en Google al escribir “a qué edad debe…” se sugiera completar con “depilarse una niña”.
“Esto ha sido profundamente estigmatizado –todavía lo es– y se le ha añadido un componente de vergüenza”, mencionó en una entrevista telefónica para CNN en Español, Heather Widdows, profesora de ética global en la Universidad de Birmingham de Gran Bretaña y autora de “Perfect Me: La belleza como un ideal ético”.
“La eliminación (del vello corporal) es una de las pocas tradiciones estéticas que han pasado de ser una rutina de belleza a una higiénica”.
En 2017, la youtuber de fitness Morgan Mikenas comunicó en sus redes la decisión “muy personal” de dejar de depilarse durante un año. “No pretendo que toda la humanidad deje de afeitarse las axilas y el vello de las piernas. Sólo quiero inspirar a otros para que se sientan más cómodos”.
En el caso de la sudoración excesiva o hiperdrosis, las reacciones son similares. Hay asco y rechazo a pesar de que en la hiperdrosis en casos extremos hay necesidad de tratamiento médico, no en el caso de una sudoración primaria.
Con esto no se busca que se rechace cualquier intento de una mujer por tener un cuerpo adaptado a los cánones de belleza socialmente aceptados. No es el deseo de ser socialmente bella lo que está mal, sino la obligación de serlo—o tratar de serlo, enunció Susan Sontag.
De hecho ella, quien abogaba por la libertad del ser y no ser, buscaba romper con las ataduras que impedían a cada mujer lograr sus metas. Consideraba que la belleza “debía de interpretarse y no de estereotiparse”. A las niñas se les hipersexualiza, se les busca imágenes de mujeres mayores, a las mujeres se les busca apariencia de niñas con depilaciones totales. El sudor, mientras es sexualizado en imágenes eróticas, es aceptable, pero no así en la transpiración diaria.
Se nos enseña a odiar, a despreciar nuestros cuerpos. Sus fluidos y sus rasgos. Hemos aprendido a que otros decidan sobre nuestra apariencia, si nuestro peso es el adecuado, si depilamos o no nuestras axilas. A ocultar cualquier estría y a sentir que debemos ser aprobadas por los cánones estético-sociales, aunque con ello nuestra vida esté en ocasiones en riesgo. Es hora de decidir que si vamos a hablar de un cuerpo que sea del propio y que sea bien.