Por. Adriana Luna
Con el México dividido de siempre terminaron las elecciones intermedias. Sin embargo, hoy los grupos delincuenciales descaradamente hicieron sentir su presencia al imponer candidatos e intimidar a los que advertían dudas de llegar a un acuerdo.
El país polarizado ya existía desde tiempos precolombinos, de hecho, dicen que eso permitió el avasallamiento de los españoles. Sin embargo, potenciar las diferencias le ha resultado rentable al actual presidente Andrés Manuel López Obrador, tan es así que le permitió a Morena ganar 11 gubernaturas.
¿Hubo algún partido ganador en estas elecciones? ¿Morena, Movimiento Ciudadano, las coaliciones, los históricos comodinos como el Verde Ecologista, por ejemplo? o ¿ganaron los ciudadanos al confirmar que en México no se han mandado al diablo a las instituciones, sino que se confirman fuertes? ¿El voto útil o el voto inútil, cuál fue el que marcó diferencia?
¿México ganó o perdió? Hay que analizar con lupa quiénes fueron los que ganaron en cada una de las entidades donde se eligió al Ejecutivo local, tanto en los corredores del Pacífico como en el Golfo. Grupos de la delincuencia organizada se cercioraron de colocar sus cartas fuertes en los lugares claves para mantener el control, lo hicieron amenazando e incluso asesinando a los aspirantes que se negaban a sus órdenes.
No hay que perder de vista a quienes quedaron en el poder en las entidades que conforman el tan atractivo corredor del Pacífico. También hay que ver los colores que pintaron la zona fronteriza con Estados Unidos. En la política no hay nada a la causalidad.
Hoy tenemos al México que quiere la paz, pero que con violencia entreteje los lazos más sensibles desde los hogares. Al final de cuentas, todos somos responsables. El mayor riesgo durante las elecciones no era la pandemia por COVID-19, el virus se neutraliza con una vacuna, con estrictas medidas de prevención entre la ciudadanía. El virus más letal sigue vigente en el país: la violencia generada por el crimen organizado, que pareciera nada puede frenarlo.
Este proceso electoral deja factores para el análisis, por ejemplo, el voto diferenciado que impidió al partido en el poder llevarse carro completo en el Congreso de la Unión. El voto joven inclinó la balanza, toda vez que dicen expertos que las personas mayores de 35 años suelen votar frecuentemente por el mismo instituto político.
Los jóvenes por su naturaleza, experimentación o por simple rebeldía frente al status quo, son capaces de votar por Dios y por el Diablo al mismo tiempo. Es decir, sus elecciones son las que llegan a sorprender en los resultados previsualizados. Es más, sorprenden hasta a sus mismos padres y en ocasiones lo hacen para llevarles la contraria.
Cabe recordar que en estas elecciones, en México había en la lista nominal casi 26 millones de jóvenes de entre 18 y 29 años, representando 30 por ciento; de estos, 3.5 millones votaron por primera vez. Algunos muchachos el mismo día de la elección no sabían por quién votarían, pero definitivamente sabían por quién no votarían.
Al analizar los resultados electorales recopilados tanto por el INE como por los institutos electorales locales llamaron la atención los votos nulos, son tantos miles que ya los quisieran los candidatos perdedores porque eso les habría permitido llegar a un municipio, por ejemplo. ¿Anular el voto premeditadamente es ejercer la libertad de expresar su hartazgo por el decepcionante desempeño de los partidos políticos o es un desperdicio del privilegio de ejercer un sufragio?
En México se critica que cada vez las elecciones, especialmente en tiempos de pandemia por coronavirus, resultan ser las más caras de la historia, pero sumergidas en la violencia y costando sangre, son todavía más costosas. Por ello, hay que vigilar los pasos y las manos del crimen organizado, porque si hoy realmente lograron su cometido al tratar de imponer candidatos, mañana podrían someter los sueños mexicanos y con ello, nuestra Nación seguirá perdiendo.
