sábado 23 noviembre, 2024
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«TENGO ALGO QUE DECIRTE» Recuento de daños

Por. Citlalli Berruecos

Días antes de que empezará el cierre en mi ciudad, desperté con ese gusanito empoderado en la cabeza que le avisó a mi familia que procedíamos a quedarnos en casa; no salidas, no visitas, nada. Ese día, con mi ímpetu acelerado, cancelé un viaje sorpresa para el cincuentenario de mi hermana cuando las aerolíneas aun no daban esas pocas ayudas supuestamente empáticas por el tema de pandemia. Conforme pasó el tiempo, tuvimos que asumir su pérdida pues cambiar los boletos salían mucho más caros que comprar uno nuevo. Así que nos quedamos sin festejo sorpresa, sin boletos y sin reencuentro familiar. Aprendí que hay muchas cosas que no están en nuestras manos y que debemos esperar con la paciencia que a veces desespera a que éstas se acomoden solas para después tomar decisiones; hay veces que no podemos hacer nada.

Fue en marzo que se nos avisó que no podíamos salir. Las calles vacías se veían en los noticiaros acompañados de las imágenes terribles de lo que sucedía en el mundo entero. El miedo se apoderó de nuestras vidas y si llegabas a salir de casa, regresabas a lavar ropa, bañarte y desinfectarte antes de ver al resto de tu familia. Todo lo que llegaba a casa se limpiaba. Debíamos creer en las clases de estadística que nos presentaba el responsable de la pandemia en la tele que muy pronto se volvió una estrella más del canal del gobierno por el que suspiraban muchas. Mi padre, doctorado en el tema, nos decía que esas cifras estaban mal, en especial las gráficas que planteaba. Poco a poco, sus números y sus estrategias fueron cambiando muy a modo de las famosas “mañaneras”; el simple hecho de no ponerse el cubrebocas, las invitaciones a salir a comer a restaurantes, mencionar la inmunidad moral y el “detente” como medida de prevención ante la enfermedad, vacaciones en la playa y mucho más, le restó credibilidad ante quienes lo admiraban anteriormente. Por eso, hoy no sorprende que la campaña de vacunación se use para ganar votos en las próximas elecciones cuando son un derecho que debe ofrecer el gobierno a sus ciudadanos.

Las pérdidas fueron constantes, no sólo aquellos que lamentablemente fallecieron, sino la propia libertad de salir para todos y tener que buscar un bienestar con quienes compartías tu techo. Muchos perdimos nuestro trabajo. No, no es así. No lo perdimos, nos quitaron el trabajo sin explicación alguna, sencillamente dejaron de pagar y al preguntar, te informaban que el contrato no se tramitó y el tiempo invertido hasta el aviso, no recibiría paga alguna. En ese momento de tanta pérdida, tuvimos que cambiar el chip de la cabeza y reinventarnos, pues conseguir un nuevo empleo en plena crisis es más que difícil, es como buscar una aguja en el pajar. Me enorgullece ver cómo mis amistades queridas iniciaron sus propios negocios, desde venta de pasteles, velas, a preciosos cubrebocas, que no se dejaron caer y en esa reinvención rescataron hacer algo que les gusta y apasiona.

El cierre de centros educativos obligó a la búsqueda de salidas rápidas para comunicarse con los millones de estudiantes. Empezaron a mal llamar “educación a distancia” a las clases en zoom y televisión, los cuales seguramente apagarán pronto cuando regresen a clases presenciales, en lugar de haber aprovechado el momento para hacer los debidos cambios y crear nuevos modelos usando los grandes avances que se dieron en la tecnología y que permiten lograr calidad en el ámbito educativo. Lamento que será como volver atrás, como si nada hubiera pasado.

Conforme se inició el proceso de vacunación apareció una nueva lucha entre quienes iban vacunándose que estaban hartos de estar encerrados y querían volver a su vida normal, y aquellos que no teníamos esa suerte y debíamos continuar cuidándonos. Ellos, quienes tenían el salvoconducto en su sangre, nos empezaron a llamar “exagerados” sin considerar que unos meses antes, ellos vivían igual que nosotros y que todos, aún ellos, continuábamos en riesgo.

Pronto estaré vacunada. Si al principio de la pandemia, la ansiedad era motivada por el encierro, ahora es por sentir que pronto podré salir a algo que no me gusta. Para empezar, la pandemia aun no termina, aun puedes contagiarte vacunado y se conocen muchos casos que llegan a ser graves, y aun no hay inmunidad de rebaño. La inseguridad, el narco, los feminicidios y la violencia en las calles, crece y continúa. No puedo ver más las noticias electorales donde el poder se acomoda como quiere y a su ventaja. Cuando escucho que dicen que viviremos una “nueva” normalidad, me pregunto porqué lo nuevo es dar un salto atrás de décadas y no haber aprovechado para ver hacía el futuro.

A pesar de todo lo malo, mi principal alegría es estar vivos y sanos. Estaré agradecida por esa gran oportunidad de tener a mis hijos noche y día, aprender de ellos, estar atentos, cuidar y convivir con los abuelos, y estoy segura que pronto empezaremos a recordar aquellas anécdotas chistosas que nos hicieron reír en tiempos complicados. Re-encontrarse con uno mismo y con los que amas, saber quiénes son los amigos-familia que están presentes aun en la distancia, re-inventarse, re-conocerse, en fin… todo aquello que sirva como lección aprendida para ser cada día mejor.

Sea lo que sea, pronto podré salir, y lo haré buscando mi propia historia, quitándome miedos poco a poco y seguramente, aprovechando el tiempo de reflexión que tuvimos durante más de un año de encierro. No será nueva normalidad, será algo nuevo todos los días.

 

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