La sociedad reclama mucho de las mujeres que son madres y trabajan. “Hay más demanda en torno a la figura de la madre, cuesta mucho trabajo compaginar estos dos roles y aún más en pandemia”, explicó Norma Cruz Maldonado de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM.
Hubo una sobrecarga de trabajo para la mujer y más si era madre, no tenía horario laboral. “Su día podía transcurrir entre una junta, haciendo la comida, las actividades con los hijos y la jornada de trabajo se alargó a todo el día”.
Comentó que la situación no ha sido fácil, la crisis ha dejado a muchos niños huérfanos. A quienes decidieron ser madres durante estos meses han vivido esta etapa entre la alegría, la tensión y el miedo al contagio.
Al principio de la pandemia se decía que las mujeres embarazadas eran poco vulnerables por los propios anticuerpos que genera mientras se está gestando, sin embargo sí son propensas a padecer la COVID-19 y otras enfermedades, precisó.
Hoy más que nunca los padres han ejercido su paternidad porque se han separado de las redes de apoyo, “pero no hay acompañamiento para las nuevas madres y esto puede ser un factor de riesgo para padecer depresión posparto”.
Las mujeres viven un periodo de transformaciones en su vida y cuerpo, “durante el primer mes hay cambios con la pareja, en el cuerpo y en el propio cerebro para retomar la cotidianidad con el bebé”. Las mujeres gestantes vivieron la etapa entre la búsqueda de hospitales con las medidas necesarias para evitar riesgos de contagio, adaptándose al apoyo virtual y el gasto que implica para los bolsillos.
Sin pandemia se tenía el apoyo (pagado) de guarderías y de familiares. Ahora hay quienes no son madres y han tenido que jugar ese rol porque han apoyado a hermanas o hermanos para el cuidado de los sobrinos.
En esta pandemia no solamente se tuvo que trabajar, cuidar a los hijos y realizar actividades domésticas (comida, lavar, planchar, limpieza) también se tuvo que cuidar a los que enfermaban.
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