- Y así me quedé dormido…
Por. Cut Domínguez
En un barquito de papel, instalé hace horas lo mejor de mis recuerdos y me arriesgué decidido a restarle tamaño a mi congoja. Tal bastimento -estaba convencido- consideré el más prudente, si de indagar sobre lo tierno y dulce de tu menuda figura se trataba. Impulsada por mi anhelo y por las notas musicales de Caetano Veloso, su pequeña vela lo llevó por todos los rincones de mi angosta habitación y sin freno alguno se hizo presente, aquí y allá, gracias a sus rotundas manifestaciones de júbilo. Aunque solo Dios supo todo lo que ocasionó tan repentino vacío generado por su ausencia. Entonces, en un barquito de papel, se dieron cita, cabizbajos, el perchero, la mesita de trabajo, el sillón, mi perro y mis gatos, el reloj de pared y el ramo de flores amarillas; estas últimas pregonando a todo mundo que su color regresaría, apenas tuviéramos otra vez su energía y su luz en esos dos bellos cuarzos que tiene por ojos. Más que le vamos a hacer, hay situaciones que no están en nuestras manos, les tenemos que dar la cara y tomar como las da la vida. Quise pasar por desentendido y ofrecer mi cara menos afligida y no lo pude lograr. Pudo más el desconsuelo y la penumbra. Apareció, también el insomnio. Al cabo de unos minutos, me repetí una y otra vez: “como te extraño niña bonita”. Y así me quedé dormido en un barquito de papel.