jueves 21 noviembre, 2024
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Nuestro Quijote 2021: Andrés Manuel y el desencanto con su transformación

Por. Regina Santiago Núñez 

«El poder corrompe… y el poder absoluto corrompe absolutamente». La frase es muy conocida. Suelen utilizarla los políticos de oposición para referirse a los gobernantes. Andrés Manuel la usó durante mucho tiempo, incluso cuando era jefe de Gobierno, pero eludía pensarse como gobernante y se asumía uno más de los adversarios del Presidente. Todavía la usó en los inicios de su periodo presidencial, pero ahora la utiliza cada vez con menor frecuencia. A medida en que concentra más poder personal, deja atrás viejas ideas, viejos clichés. Es parte no sólo de lo que han dado en llamar la Cuarta Transformación, sino de la transformación personal de Andrés Manuel.

El político tabasqueño transformado ya en el “Señor Presidente”, en ahora ese “gran solitario de Palacio” (personaje creado por René Avilés Fabila). Andrés Manuel recuerda también a otro gran personaje creado por Chejov para El Canto del Cisne, ese actor que tras un homenaje se queda dormido en el teatro vacío y cuando despierta comienza a ser preso de una lluvia de recuerdos de juventud. Esos personajes (los solitarios de Palacio y del teatro) vinieron a mi mente cuando Andrés-Manuel-el-señor-Presidente ordenó que se proyectara en la gran pantalla de su mañanera el debate que sostuvo hace más de 20 años con Diego Fernández de Cevallos en el noticiario de Joaquín López-Dóriga. ¿Para qué traer al presente los fantasmas del pasado? Hubo múltiples especulaciones al respecto, pero al final el saldo no le fue favorable. Él mismo lo reconoció en su autoanálisis mañanero.

Pero dice Andrés-Manuel-señor-Presidente, y dice bien, que sus adversarios están pendientes de cada movimiento para cuestionarlo y sacar “raja política”. No debía sorprenderse. Es el tratamiento usual para todos los gobernantes. Quizás por ello él siempre rehuyó verse como gobernante y siempre prefirió el papel de líder opositor. Andrés Manuel sacó la máxima raja política de esa situación. El escrutinio público va pegado con el cargo. La revisión a fondo de las acciones políticas, pero también de la vida personal del gobernante; de sus familiares; de su círculo íntimo. En lo que Andrés-Manuel-señor-Presidente miente es cuando dice que ningún presidente había sido objeto de un escrutinio público como lo está siendo él. Baste recordar el episodio de la quema de la puerta del Palacio Nacional durante la manifestación en que los padres de los normalistas desaparecidos en Ayotzinapa exigían al entonces presidente Peña que suspendiera su viaje a China. A pesar de las acciones de los provocadores infiltrados en la marcha, Peña viajó a China. Pero ahí lo esperaba un reportaje detonado en múltiples plataformas periodísticas para exhibir malos manejos de su esposa y empresarios afines en lo que se conoció como el escándalo de la casa blanca de Las Lomas. Meses antes Enrique-el-señor-Presidente se había sentido en los cuernos de la luna tras lograr la aprobación de sus reformas estructurales. Lo bajaron a periodicazos y con la administración de conflictos que subrayaron su vulnerabilidad.  Algo similar sucedió años antes con Carlos-señor-Presidente tras la aprobación del Tratado de Libre Comercio. Lo bajaron de los cuernos de la luna y lo despertaron de su sueño de encabezar la Organización Mundial de Comercio con la rebelión zapatista; con el asesinato de su candidato a la Presidencia; con el encarcelamiento de uno de sus hermanos y con el asesinato de otro. Si pensamos en el plano internacional, basta con observar al antiguo Trump-señor-presidente sometido a dos juicios políticos e investigado a fondo en sus negocios y su vida personal para mantenerlo a raya. 

El poder de Andrés-Manuel-señor-presidente es mucho y va en aumento. Pienso en la imposición de la candidatura de Félix Salgado Macedonio incluso desafiando la inconformidad de mujeres de su gabinete y de su partido; pienso en la instrucción a los legisladores de Morena para aprobar sus iniciativas sin cambiarles una coma; pienso en la instrucción al Poder Judicial de investigar a uno de los jueces que falló en favor de quienes se inconformaron con los deseos de Andrés-Manuel-señor-presidente. Pensar en todo esto me entristece, me angustia, me agota. Mis ojos poco a poco se van cerrando hasta que el sueño me vence. 

Conversación con nuestro Quijote 

Nuestro Quijote 2021 me espera en la antesala del sueño para interrogarme como es su costumbre.

Quijote: Tu sueño, casi siempre intranquilo, me parece que ahora tiene tonos particularmente angustiados. ¿Acaso me equivoco?

Autora: Me preocupa ver como se cumple la profecía de los críticos de Andrés Manuel de que su gobierno no tenía futuro porque él nunca podrá dejar de ser el eterno candidato.

Quijote: Pero su gobierno sí ha tenido futuro. Ha impuesto su voluntad y gobierna prácticamente sin contrapesos reales y efectivos.

Autora: Tú lo has dicho. Ha impuesto su voluntad. Un país no puede desarrollarse sanamente sometido a la voluntad de un solo hombre. Eso no es gobernar, es someter. Un proyecto así está destinado al fracaso, más en un entorno como el de la crisis generada por la pandemia. 

Quijote: Te estaba probando. Cuando aconsejé a Sancho sobre el buen gobierno de su ínsula le advertí justamente sobre los peligros de escuchar el canto de las sirenas. Pero ahora tú has utilizado la imagen del “canto del cisne” para referirte a Andrés Manuel. Me pregunto si sabes a qué se refiere la leyenda.

Autora: Acabo de escuchar la explicación en labios del actor Ignacio López Tarso. (Suspira y hace una pausa para recordar). La leyenda dice que el cisne no canta sino cuando se siente en la antesala de la muerte.

Quijote: ¿Acaso crees que Andrés Manuel se encuentra en esa circunstancia?

Autora: Quizás percibe y le angustia su propio deterioro; el desgaste del tiempo no sólo en su cuerpo y en su mente, sino en su proyecto. Lo que yo percibo es que Andrés Manuel siente que el control escapa de sus manos y por eso está supeditando todas sus acciones a los cálculos de la elección de este año y preparando la elección de 2024. Ya no escucha ni a los de casa. Quiere mantener el control pero mientras más aprieta, más asfixia. El desaliento alcanza incluso a antiguos colaboradores que hoy se sienten utilizados y traicionados. Andrés Manuel ha creado un caldero que le está a punto de explotar. 

Quijote: ¿Qué es exactamente lo que temes?

Autora: Que el río revuelto de los pensamientos y las emociones de Andrés Manuel sea aprovechado por esos intereses oscuros a los que él tanto se refiere y que suelen sacar ventaja de circunstancias de ingobernabilidad.

Quijote: Los intereses oscuros no siempre están donde el soberano los ubica. Algunos pueden no ser sus críticos abiertos, sino quienes acechan desde trincheras cercanas; los que a todo le dicen que sí; los que le endulzan el oído con lisonjas.

Autora: ¡Exacto! Esos que le maquillan la realidad para que se lance tras falsos molinos y gigantes, y termine precipitando él mismo su caída…

Quijote: Lo distraen para preparar la estocada con que habrán de terminar con la ilusión de su poder. Vaya que si sabré yo de esas cosas… cosas a las que hay que temer siempre. 

Autora: Decía don Miguel de Unamuno:  «¿Para qué desasosegarse en buscar de un nombre y un prestigio, si no has de vivir sino cuatro días sobre la tierra, y la tierra misma no ha de vivir sino cuatro días del curso universal? Día vendrá en que yacerán en igual olvido el nombre de Shakespeare y el del más oscuro aldeano. Ese afán de renombre y ese afán de prepotencia, ¿a qué dicha sustancial conducen?».

Quijote: Recuerdo haber tocado alguna vez el tema. Cervantes puso en mis labios la frase: «Has de poner los ojos en quién eres, Sancho, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil de los conocimientos que pueda imaginarse».

Autora: «¡Vanidad de vanidades y todo vanidad! », dice el Eclesiastés.

Quijote: Esa es sabiduría de los arcanos. Pero hay un mensaje más sencillo: «Del conocerte saldrá el no hincharte, como la rana que quiso igualarse con el buey». ¿Para qué? (Hace una pausa para mirar a la autora).  Bueno, valió la pena nuestra charla. Por lo menos ya te hice sonreír.

 

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