Por. Bárbara Lejtik
Para Mónica
(El amor romántico, del amor a la patria y al chocolate podemos hablar luego).
No están ustedes para saberlo, pero igual se los voy a contar, desde hace casi dos años estoy tomando distintos talleres sobre recursos literarios y métodos que todos los allí inscritos describiríamos de diferente manera, pero que a todos nos lleva al mismo puerto: “Escribir más bonito y mejor”.
Todo lo demás está dicho, lo que he aprendido, visto, escuchado y sentido en este camino es algo verdaderamente difícil de describir, aunque justo para eso estudié; dijera el gran Julio Cortázar, “Las palabras no alcanzan cuando lo que se quiere decir desborda el alma”.
Pero Bárbara, al punto, que si no este relato sería infinito.
Tres capitanes dignos de la Odisea conducen este barco, Mónica Vélez, Jorge Vélez y Kofi Zavala Vélez, con sabiduría y valor nos llevan a la tripulación del “Pequod”, a navegar por los mares de la palabra, su etimología, su semántica y nos dejan al final a solas con ella para recibir su sentido de existencia.
Yo me siento como una marinera con poco conocimiento de la navegación, pero con una gran pasión por el mar y sus profundidades, cada que zarpa nuestro barco nos enfrentamos a todo lo que ni el más experto bucanero pueda predecir.
Monstruos marinos, tormentas impetuosas y también atardeceres que se reflejan en el espejo de un mar en calma.
La última expedición para la cual no iba preparada, pero ha resultado gratificante por decir lo menos, fue dejarnos como tarea encontrar una definición sobre “el amor”, así nada más, sin más indicaciones, solitos y a la deriva debíamos encontrar con nuestros propios recursos aquel tesoro que debería estar escondido o a la vista en alguno de los siete mares.
No les miento si les digo que hoy cumplo una semana prácticamente y metafóricamente viendo hacia el infinito buscando una respuesta.
Navegando entre canciones, poemas y recuerdos, escuchando a los compositores que han llenado mi oído toda la vida, busqué la respuesta en las letras de Joaquín Sabina, Silvio, Pablo, Fito, Amauri, de Jon Bon Jovi y hasta de mis queridos amigos trovadores queretanos; desempolvé mis libros favoritos de poesía y las novelas que en su momento le dieron sentido y forma a los malestares estomacales que no tenían nombre entonces.
Así fue como vinieron a mi habitación uno por uno y todos juntos: Octavio Paz con su Llama doble y su Piedra de Sol; Julio Cortázar; Gabriel García Márquez trayendo con él a Fermina, Juvenal y Florentino; Rosario Castellanos con sus Adioses.
Me hablé al espejo preguntándomelo. Busqué también en mis recuerdos, en recuerdos frescos y en algunos tan añejos que de tantas veces olvidados parecieran un ejercicio de ficción.
Caminé por las calles y también hablé con gente importante para mí, no se los dije pero los entrevisté sin que lo supieran.
Amores hay tantos, como personas e historias y la única conclusión que pude encontrar es que “el amor es todo aquello que la gente dice que es”.
Porque no hay dos cabezas ni dos corazones iguales en el mundo.
No se puede comparar la forma de amar de dos personas en el mundo, no amamos igual los viejos que los jóvenes, los mexicanos que los tailandeses, los religiosos que los ateos.
Se ama en diferentes idiomas y desde diferentes realidades y no existe nadie con las bases para calificar si es o no amor; se ama con libertad y con dependencia; con odio y con pasión en el sentido de las manecillas del reloj o en el sentido contrario.
No hay tamaños ni medidas para el amor.
Frida Kahlo lo intentó con su famoso “yo te cielo” y es lo más cercano que he escuchado a la descripción del amor romántico y erótico.
Amamos diferente las personas normales y los locos, porque cada maquinaria funciona diferente, incluso los que aseguramos no creer en el amor, amamos arrebatadamente, sin medida, descarnadamente.
Se ama con nostalgia y con expectativas.
Los amorosos de Jaime Sabines dicen que se ríen de aquellos que creen que aman a perpetuidad, como si el amor fuera una lámpara de inagotable aceite, sin embargo Florentino amó a Fermina así, igual que Isolda y Tristán, que Paulo y Francesca, así como Psique y Eros crearon una nueva energía, cada vez que dos se miran y se reconocen el mundo cambia según Octavio Paz.
“Amar es combatir”, de todas las definiciones me quedo con esta.
¿Quién soy yo para pretender describir el amor?
El amor te hace sonreír involuntariamente, se siente como un continuo atardecer, pero puede ser un bosque fresco o una lancha sin remos en medio de una tormenta.
Viene con luces y sombras, lágrimas y carcajadas psicóticas, desesperación, angustia, necesidad de salvarse a uno mismo y anhelo por dejarse perder.
El amor cuando es amor se describe así mismo y no siempre los mortales encontramos las palabras ni los colores, ni las notas musicales para nombrarlo.
Mónica ama con una gran pasión, lo he visto, ama como si cada día fuera el primero y el último, y luego nuevamente el primer día de su vida.
Aún no tengo la descripción que solicita mi tarea, pero he pensado mucho en ello y con mi libreta en blanco y mi cara sin expresión igual que cuando les dije a mis papás que me iba a ir para siempre a viajar por el mundo siendo la asistente del mago que habían contratado para la fiesta de 5 años de mi hermano.