Por. Sandra Vivanco
Ya lo habíamos leído hace meses, es más, todas y todos lo hemos observado desde el inicio del gobierno: La secretaria de Gobernación no era del todo tomada en cuenta. Pero que sea ella misma quien dice que ha vivido la violencia de género materializada en ser invisibilizada e ignorada, asusta y preocupa.
El hecho de que le pase a la segunda mujer al mando del país para nada reconforta, sin embargo, si sería de gran ayuda, solo si a partir de esas manifestaciones modificamos acciones y comportamientos, decir que ya no sucede es peligroso.
Porque si consideramos, hipotéticamente que ya no sucede nos podríamos quedar con la mala interpretación que las cosas han cambiado, y perdón: no es así.
Nos ha quedado claro que la violencia contra las mujeres, el hacerlas invisibles, ningunearlas e ignorarlas es una práctica recurrente, si lo ha sufrido la segunda a bordo, de ahí para abajo, lo que para nada significa un alivio, sino que debemos poner atención. Ella es una mujer preparada, que ya venía de pertenecer a un colegiado que en su Pleno representaban a uno de los Poderes de la Nación, no estamos frente a una mujer no empoderada, por el contrario, su trayectoria y comportamiento público dan cuenta de su influencia pública.
Por lo que, ahí radica la preocupación: en las demás mujeres que no cuentan con el escenario y cargo de poder que la secretaria. La peor violencia es, sin duda alguna la silenciosa, de aquél acosador que está buscando la mínima oportunidad de acechar, lo que ha sucedido en el ámbito privado como el hogar, la escuela, el deportivo, el gimnasio. Cuando pensamos en la violencia en el centro laboral, aunque también puede ser privado, quizá exista la posibilidad de que las y los compañeros se percaten, como menciono es solo una triste posibilidad.
La mujer no empoderada ya sea por un trabajo, su profesión, económicamente o en cualquier ámbito de su vida, en nuestro país es la gran mayoría, tenemos en los penosos casos de mujeres que han desaparecido a la fuerza, que muchas de ellas son estudiantes, jóvenes madres, algunas menores de edad. Si entre líneas advertimos que el mensaje de la secretaria era la de advertir la forma de proceder del clásico grupito de hombres, que culturalmente tienen el comportamiento de “echar montón”, de no visibilizar a la mujer por considerarla inferior, significa un llamado de atención.
Si. Una mujer que ya fue Ministra de la Corte y es Senadora de la República con licencia, y en funciones de Secretaria de Gobernación, necesitó hacer patente el comportamiento patriarcal, pero no solo de sus compañeros, recordemos que hizo énfasis en como la describían algunos medios de comunicación, podemos pues enfáticamente asegurar que el tema cultural de ignorar y agredir a las mujeres no cambia de la noche a la mañana y que seguramente algunas prácticas se modificaron, pero eso no significa que se acepte el cambio de roles y el debilitamiento social del patriarcado.
Cuando escucho las consignas “se va a caer, se va a caer”, pienso en un gigante, que muchísimas veces nos ha pisoteado como si fuésemos hormiguitas, y que con las acciones constantes de denuncias caerá. No ha sido nada fácil, lo dice la secretaria, lo piensa cada mujer que se dedica a cualquier otra ocupación en el ámbito público y privado. Tampoco seguirá siendo fácil si negamos que sucede, si decimos que las cosas han cambiado y no es así. Los números están ahí, letras no nos han alcanzado para decir cómo y cuánto ha aumentado la violencia contra mujeres y niñas, con la pandemia eso se recrudeció.
Romper lo que tradicionalmente o históricamente hemos vivido como mujeres lleva más tiempo, la misoginia en las instituciones, en los cargos públicos, en las tareas que antes eran de hombres es parte de un sistema patriarcal que no quiere ceder, que prefiere denostar la participación de las mujeres antes que reconocerles un triunfo o un logro.
Pasa en el hogar, generalmente no existe un reconocimiento, ya no digamos remuneración por el trabajo diario y de jornada doble o triple, no existe un trato igual, ni en tareas ni en salario en las empresas, ha sido a través de una reforma constitucional de apenas hace casi dos años que obliga a la paridad en todos los cargos y tareas de la administración pública en todos sus niveles para hombres y mujeres, sí, solo dos años atrás, antes de eso, las mujeres no importaban sus capacidades podían no ser las preferidas para los encargos públicos, ahora será mitad y mitad, aunque sea porque lo dice la ley, no tanto por la voluntad o el reconocimiento profesional, y mucho menos será porque merecemos el espacio de toma de decisiones solo porque tenemos los mismos derechos que los hombres, será por un cumplimiento a la Constitución. Pero será.
Por ahora, no solo es Olga, ella es una más, somos miles y miles de mujeres que vivimos y sobrevivimos a las violencias silenciosas, a la burda invisibilidad, a la burla machista, en lo público y en lo privado, por hombres que ejercen el poder de su encargo o de su popularidad, pero ahora tenemos voces claras y fuertes, que señalan y denuncian, rumbo al 8 de marzo, a una semana del día emblemático, del día que demostramos que somos capaces de trascender más allá de la muerte. Ojalá haya mucha más diamantina que en el 2020, porque sigue existiendo el recuerdo de Fátima, Ingrid y muchas más.