Por. Patricia Betaza
El 27 de febrero del 2010 se reportó en México el primer caso de Covid19. Se trató de una persona que había regresado de un viaje de Italia. “Un caso importado”, calificaron las autoridades de Salud. Un año después estas son las cifras: más de 2 millones de casos confirmados acumulados y 185 mil 715 defunciones. Por fortuna, hay tendencia a la baja en los contagios y en las hospitalizaciones. Sin embargo, hay que continuar con las medidas sanitarias básicas, uso de cubrebocas, sana distancia y lavado de manos. Las cuatro vacunas que se están aplicando en la República mexicana, hacen un total de 2 millones y medio de dosis aplicadas desde el 24 de diciembre.
Hace un año junto con las afirmaciones oficiales de que eran casos de gente que había hecho algún viaje al extranjero, de que estábamos alejados del virus SARS-CoV-2, poco a poco el virus se fue trasminando de entre los “viajeros internacionales” hasta que el cerco se fue cerrando en nuestros entornos. En mi caso, primero mi hijo fue diagnosticado en marzo. Después amigos y conocidos. Hasta que después sabíamos de casos y muertes de personas cercanas al círculo familiar. Amigos y compañeros de trabajo que perdieron a ambos padres, hermanos, tíos, abuelos y otros familiares. El coronavirus pronto se convirtió en plática cotidiana y en interrupción de nuestras vidas. Del si y no de uso del cubrebocas, de la sana distancia y el lavado de manos, hasta que cambió nuestro comportamiento social. Nos teníamos que aislar, interrumpir cualquier reunión de amigos y familiares. Poco a poco fue cambiando el panorama. Las calles en algunas zonas menos populosas, lucieron vacías. A punta de muertos y de enfermos, el virus nos puso contra las cuerdas de la sobrevivencia. Quienes dudaban, e incluso quienes lo desdeñaban tuvieron que amarrarse las tripas y reconocer que sí, efectivamente cualquiera puede ser blanco de sus embates. La mayoría, efectivamente sin consecuencias – hay que revisar las cifras de los que cursaron asintomáticos o con ligeros síntomas-. Pero el virus nos puso en nuestro sitio. Todos podemos ser vulnerables a su contagio, pero sí efectivamente, aun no se sabe por qué mecanismo, hay quienes aun con las comorbilidades -obesidad, diabetes, enfermedades crónicas- lo han podido sortear.
Desde el 24 de diciembre pasado comenzó la vacunación en nuestro país. Las vacunas son sin duda un gran alivio. Pero a juicio de los expertos, como el doctor Anthony Fauci, principal asesor médico y científico de Estados Unidos, aun vacunados tendremos que andar con cubrebocas por lo menos hasta el 2022. La razón: han surgido diferentes cepas del SARS-CoV-2, que nos hacen ser vulnerables y nos obligan a estar a la expectativa. A decir verdad, ningún gobierno se puede considerar exitoso en el manejo de la pandemia. Algunos más serios y otros menos eficaces -la mayoría-, el SARS-CoV-2 llegó para quedarse un buen tiempo. Desde el presidente, hasta los secretarios y ahora hasta el mismo responsable de la estrategia de salud contra Covid19, Hugo López-Gatell, han sido contagiados. La vida y la propia historia, como dicen muchos, nos conducen al principio del comportamiento humano, a la humildad de que todos somos vulnerables. A un año de la PANDEMIA, hay que seguir usando cubrebocas, practicando la sana distancia y el lavado de manos porque esto aún no ha llegado a su fin. Todo lo demás, es palabrería ramplona.