Por. Marisol Zúñiga
Dan las 4:00 am y parece que el mundo girase sacudiendo el esqueleto, acarreando al frío o al calor más extremos y suspendiendo el tiempo sin intención de darnos tregua. Se aloja el agotamiento en el cuerpo abrumado por la mente que no se halla, ni retorna, ni goza ni se calla.
Así se viven los escabrosos episodios de insomnio, un trastorno que lamentablemente se ha incrementado por la pandemia mundial que enfrentamos. Estas condiciones extremas, nos han traído o recrudecido diversos padecimientos que de muchas formas también nos agotan el aliento.
Un reciente estudio realizado en el Reino Unido, de la Universidad de Southampton, mostró que la cantidad de personas que experimentan insomnio aumentó de una de cada siete a una de cada cuatro, siendo las madres, los trabajadores esenciales y los grupos de minorías étnicas quienes presentaron más problemas para dormir. No es casualidad que la palabra “insomnio” se haya buscado en Google más en 2020 que en cualquier otro año.
Algunos especialistas incluso han clasificado a este trastorno como “Covid-somnia”, para referirse al tipo de insomnio manifestado durante el confinamiento. ¿Cómo recuperar el sueño con tan pocos factores a favor? Probablemente una forma de resistir a la afectación es poner pausa a estas “nuevas dinámicas” de vida y crear estrategias para que la salud no se nos escape en cada madrugada.
A partir de consultar varias recomendaciones de especialistas, me di a la tarea de retomar algunas e integrarlas, desde mi perspectiva como feminista y psicóloga en formación, pero sobre todo la de una persona que ha transitado la abrumante agitación de las noches insomnes:
Me parece fundamental partir de reconocer que esta afectación no es individual, que lamentablemente está arrebatando serenidad a millones de personas en todo el mundo. Asumirlo así, de alguna manera permite escapar de las garras de esos gigantes que nos acechan en las noches, nos permite observarles como algo ajeno a nosotras.
También funciona cambiar la idea de que “hay que dormir para poder rendir en el trabajo”, porque lo que necesitamos antes que todo es dormir para vivir, para sonreír, para disfrutar nuestros días, para ayudar a nuestro cuerpo a sanar. Este punto involucra resistir a las imposiciones de hiper productividad que no tienen piedad, aún en la crisis generalizada que atravesamos como humanidad.
Además, es vital darle cause a las lágrimas, que son torrentes de sabiduría que liberan a toda velocidad algunas angustias, miedos y tristezas. Reivindiquemos nuestro llanto, para asumir su poder sanador, que dicho sea de paso, trae consigo episodios de calma incomparables.
Se habla mucho de cuidar los condicionantes de nuestro cerebro, alejarlo de los que lo llevan a una situación de alerta y estrés, como las múltiples noticias negativas que circulan, sin embargo, estimo que además de ello podemos ayudarle a predisponerse a la paz, la tranquilidad y el bienestar, más allá de la pausa necesaria de cada noche. Quizá cerrar el día con una charla nocturna amorosa, con quien esté en casa o hablar por teléfono con una buena amiga, para enunciar las cosas bellas que nos suceden y nos escriben, la esperanza y al amor. Llevar estas imágenes a la cama, sin duda nos permitirá conducirnos a sueños suaves y alejarnos del estrés que predomina.
Sabemos que el insomnio es multicausal, es la forma en que se manifiesta el desequilibrio interno ocasionado por el trauma, la tristeza y ansiedad que atravesamos, y las causas de esta crisis también son políticas, así que una forma de resistir es reconocer que merecemos descansar y que estamos haciendo todo lo que está en nuestras manos para sortear estas inusuales circunstancias. Lo estamos haciendo bien.
Hay muchas cosas sucediendo afuera, las cuales no podemos controlar, no necesitamos cargar con tanto y eso no nos hace irresponsables.
Finalmente, tomemos todo el amor que nos rodea, una bella forma de hacerlo es tomar las horas de malestar como una perfecta ocasión para acercarnos a la protección de nuestras ancestras: preparemos un té sanador de valeriana, manzanilla o romero, para disponernos al sueño y la calma que tanto estamos necesitando.