Por. Sabrina Gómez Madrid
Para quienes ahora estamos en edad madura es difícil imaginar un mundo sin lectura. Aprendimos a leer desde pequeños, y a habituarnos a los objetos físicos que nos invitaban a aventurarnos en el vasto mundo de las palabras como los libros, periódicos o revistas que estimulaban la imaginación y que nos daban información. Sin embargo, llegó la tecnología y con ella los textos y métodos virtuales que están cambiando los procesos de aprendizaje, creación y trabajo intelectual, pero que también, los están debilitando.
Más que un hábito, leer es una práctica que nos permite acceder al conocimiento a través de la reflexión, interpretación y procesamiento de los datos que nos dan los distintos tipos de textos. Sin embargo, la destreza que tengamos en la lectura tiene que ver con la manera en la que empezamos a relacionarnos y si adquirimos o no, elementos y herramientas para seguirnos desarrollando a través de ella. Sobra decir que, como toda actividad, si no se ejercita, se va perdiendo con el tiempo y junto con ella también otras habilidades que nos permiten interactuar con el mundo de diversas maneras.
A pesar de lo que muchos puedan pensar, la comprensión de lectura resulta ser una materia fundamental en todos los grados académicos. No obstante, en la universidad, la mayoría de mis alumnos no percibe por qué esta materia puede ser importante en la vida adulta si ya aprendieron a leer desde pequeños, y eso es porque casi nadie entiende que tanto la lectura como la escritura evolucionan con nuestra formación, y tienen que ver con el estímulo y maduración de diversos procesos cognitivos.
De hecho, muchos confiesan no tener la práctica de la lectura y otros creen que porque se han abierto espacios de preparación en línea aun antes de la pandemia, estudiar una carrera será fácil y rápido de hacer con ayuda de internet ya que no tendrán que leer mucho y podrán copiar y pegar todo tipo de contenidos. Nada más lejos de la verdad, eso es un delito que se llama plagio y que en muchos lugares se castiga de maneras muy severas, ya que se infringe el derecho de autor. Asunto que viene ampliamente explicado en la plataforma que se usa pero que casi nadie abre para leer.
De hecho, la mayoría no hace las lecturas complementarias, no terminan los artículos que son obligatorios o ni siquiera leen los comentarios que hacemos a sus tareas. ¿Cómo esperan formarse ya no solo para una carrera sino para interactuar con el mundo que les rodea?
Por otra parte, tanto en medios como en redes sociales se están generando y creciendo de manera alarmante tanto la infodemia, término que ahora se usa para referirse a la sobreexposición de información sobre un tema concreto, como las noticias falsas.
Por ejemplo, en esta etapa de pandemia se ha visto claramente con una gran diversidad de temas que van desde el origen del coronavirus, pasan por asuntos como el manejo político de la pandemia a nivel global o local y ahora cuestionan si es pertinente vacunarse o no por diversas razones que generalmente no están sustentadas y pretenden manipular el pensamiento colectivo para diversos fines. Y claro, esto no sucede solo en este tema. Lo alarmante es que, al no provenir de fuentes confiables como instituciones de reconocimiento o prestigio internacional, las fakenews desestabilizan, confunden e inciden en comportamientos y tomas de decisiones ciudadanas radicalizando posturas y acciones de diversa índole.
Antes de esta tecnología, los profesionales de la información teníamos la obligación de no causar pánico o desvirtuar dichos y hechos que debíamos investigar y corroborar antes de emitir como información fidedigna. Ahora cualquiera que lee un encabezado o una parte de un texto que le parece importante o interesante en las redes sociales, lo difunde sin pensar en las consecuencias de lo que ese hecho puede producir porque no ha dimensionado lo que una red social significa.
Y cómo va a saberlo si para inscribirse a esa red o a cualquier aplicación virtual accedió a dar permisos y a una serie de situaciones sin tener una clara conciencia de ello porque no leyó su política de privacidad, las condiciones de uso y el tratamiento a sus datos personales. Pero más allá de estos o cualquier otro tipo de textos, no importa el formato, qué va a pasar con los documentos bancarios, legales, laborales, médicos, cuyo contenido determina aspectos fundamentales de nuestra vida.
¿Qué pasará en el futuro si dejamos de leer? ¿Estaremos a expensas del rumor, la manipulación y el engaño? ¿Nos veremos involucrados en asuntos que no vimos venir porque ayudamos a difundir cosas que tuvieron una repercusión social más allá de lo pudimos imaginar? Quizá ahora podamos reflexionar un poco más acerca de lo que leer significa y tomemos una postura más clara al preguntarnos si leer o no, es un cuestión que debe importarnos a todos.