¿Perdimos 2020 en medio de la incertidumbre, el miedo y el desconsuelo?
Hurgo en mi memoria y el duelo de tanto cercano se impone.
Pero cuando reviso los apuntes aquí compartidos a lo largo del año, advierto que el reclamo de las furiosas diamantinas rosas se mantuvo intacto en miles de velas que hemos prendido desde nuestro inolvidable domingo 8 de marzo hasta el susurro que se abrió paso en tantos y diversos frentes.
Porque 2020 también fue el año en que se confirmó el cierre de un ciclo de la historia feminista mexicana, el de la paciencia y las aproximaciones sucesivas.
Esta vez se impuso la prisa del relevo generacional y sus gritos de batalla: ya basta, ni una más, nos queremos vivas.
Y nos sumamos a la fuerza de ese movimiento inorgánico que visibilizó la ceguera de las instituciones del Estado frente a la injusticia, la impunidad y la violación de la ley.
Fue una sacudida que sensibilizó a las masas, socializando la aceptación del machismo y la misoginia como males culturales e históricos.
Y con El Nueve nadie se mueve, millones dejaron sentir en las empresas y en las oficinas el reclamo de igualdad que escapó a la taxonomía de los buenos y los conservadores y del México feliz feliz feliz que nos machacaban cotidianamente.
Con este empuje, el 28 de marzo, horas antes de que la sana distancia convirtiera a la Cámara de Diputados en un recinto legislativo virtual, se aprobó la reforma en materia de violencia política, con un atento mensaje al Club de Toby: cuida tus modos, guarda tus prejuicios y mucho ojo con lo que dices en contra de ellas.
Y a partir de abril, la emergencia nos abrió el camino de la revisión virtual de las postergadas alternativas del trabajo flexible y desde casa; el derecho al cuidado y sobre la permanencia del tipo penal contra el feminicidio.
Para mayo, en respuesta a la negación presidencial de la creciente violencia doméstica, surgió la ola movimiento campaña plataforma iniciativa red de redes Nosotras tenemos otros datos.
También fue el año en que registramos graves retrocesos, como fue el caso de que nadie desde el gobierno quiso contradecir las declaraciones de Palacio Nacional que ningunearon las denuncias de las organizaciones de mujeres.
Tampoco hubo convocatorias formales en la Secretaría de Gobernación o de INMUJERES para darles una respuesta institucional.
Ante ese silencio, entonces lanzamos una interrogante todavía sin respuestas: ¿Tendrá el feminismo mexicano el empuje de sobreponerse a la propaganda gubernamental que ahora cooptó a sus aliadas de otros tiempos?
Pero más allá de la supeditación de las funcionarias al discurso presidencial, en la pandemia, la resistencia feminista mexicana pasó lista ante la depuración institucional y el austericidio que pisan los talones a los avances históricos de la lucha por la equidad entre los géneros y en contra de la discriminación.
De igual manera, en foros, pronunciamientos legislativos, conferencias, la emergencia sanitaria se convirtió en un espacio para sensibilizar a la sociedad, empresas, sindicatos, Iglesias y fuerzas políticas sobre la necesidad de involucrar a los varones en las tareas del cuidado de la vida y la salud.
Retomadas las actividades esenciales del Congreso, en julio se aprobaron reformas a 86 ordenamientos, a fin de aplicar la paridad en todos los espacios del Estado mexicano.
Y se dio la instrucción del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación al INE para crear un registro de personas sancionadas por violencia política de género, a fin de que se constituya en un filtro para acceder a candidaturas federales.
En esa misma ruta, en agosto, tomó vuelo la iniciativa “3 de 3 contra la violencia”, con el objetivo de garantizar que ningún funcionario público o representante de elección popular tendrá antecedentes como deudores de pensión alimenticia, acosadores o agresores por razones de género.
En el inicio del tercer año legislativo, después de una muy buena gestión siempre comprometida con al agenda de las mujeres, la diputada presidenta Laura Rojas le entregó la estafeta a Dulce María Sauri Riancho.
Sin estridencias, la exdirigente nacional del PRI, una de las mejores tribunas de México, irrumpió en la escena pública con un mensaje abiertamente feminista, dándole continuidad a una de las mejores expresiones del ejercicio legislativo en tiempos de la autoproclamada Cuarta Transformación: el Grupo del Trabajo Plural por la Igualdad Sustantiva.
Y, en noviembre, la ola feminista mexicana desató en el Instituto Nacional Electoral (INE) un tsunami político que cimbró a la histórica resistencia machista ante la paridad obligatoria en las candidaturas a los 15 gobiernos estatales que se renovarán en 2021.
Porque si bien hubo pataleo en el Senado y en el PAN, y sin duda habrá fuerzas políticas que ignoren la disposición y magistrados del Tribunal Electoral afines al no del Club de Toby, el llamado paritario es tan potente que desacatarlo arrastrará más restas que beneficio.
Y antes de que concluyera el 2020, se dio un primer gran paso legislativo: el respaldo unánime de los diputados federales a la reforma constitucional que le abre paso al derecho al cuidado digno y al tiempo libre.
Se trata de una iniciativa que la pandemia parió al visibilizar el descuido planetario que hemos tenido con los cuidadores.
Porque en México, los días del COVID y el año del encierro también han sido las horas largas y fructíferas de las insurrectas feministas.
ESTE ES UN TEXTO ELABORADO CON LAS COLUMNAS DE ELLAS EN EL RETROVISOR, ENTREGADAS DURANTE 2020.