Por Tania Llamas Hernández
Desde hace un par de años soy parte de un libro club, y como cierre de año escogimos leer La hija única de Guadalupe Nettel. Como ya es costumbre, mientras compraba el libro se me pegó un elefante blanco que funciona como despachador de diurex. Al final, ambas cosas se encontraron en mi bolsa.
Esa misma noche comencé a leer y muy pronto me di cuenta que La hija única venía a hablar sobre la maternidad, de ese “elefante blanco” que desde niñas tenemos en la bolsa.
Nettel nos cuenta que la relación entre una mujer y su maternidad puede ser vivida de muchas formas, podemos encontrar desde las maternidades elegidas a las no elegidas, a las que se presentaron sin previo aviso, las que tienen que ser buscadas en una clínica de fertilidad, las que comparten su maternidad, las que acompañan la maternidad de otras, las que están en un hospital, a las que la muerte o la enfermedad marcó su maternidad. A las que la viven buscando la de sus hijas e hijos con pala y pico, que no pierden la esperanza de un futuro reencuentro.
Este libro nos recuerda que la Maternidad (así, con mayúscula) en definitiva no es lo que nos venden el 10 de mayo y que su complejidad va a depender de muchos otros factores que pocas veces podemos tener bajo nuestro control. Las maternidades pasaron a ser un acto político donde nos encontramos en una lucha constante para defender nuestra decisión tanto en lo familiar, en lo laboral, como dentro de la sociedad.
Me di cuenta que las maternidades, no importando la edad, son complejas e implican una lucha constante. En mi caso, como buena millenial, pensar en ello muchas veces me es paralizante, no importando cuánto lo haya trabajado en terapia o lo mucho que me guste acompañar a mis amigas en sus maternidades; el elefante y yo no nos hemos entendido y termino guardándolo en el fondo de mi bolso. Ciertamente, si mi deseo fuera ser madre biológica el tiempo está en mi contra y pronto tendré que tomar una decisión.
No importando cuál sea mi decisión, agradezco infinitamente a todas esas mujeres que han luchado y siguen luchando para que yo tenga el privilegio y el derecho a decidir.
Gracias Nettel, por dejarme poner una vez más al “elefante blanco” en la mesa y así repensarlo. Para aquellas personas que me preguntaron qué me había parecido el libro y si se los recomendaba, me parece un punto de partida para entender la narrativa actual sobre las maternidades, las familias, las infancias y el ir analizando cómo desde lo personal y como sociedad nos hemos ido posicionando ante ellas.