En el Día de Acción de Gracias, tradición anglosajona que, si bien no celebramos en México, algunos hemos adoptado con la conciencia de que no debemos dar nada por sentado, les dejo mi gratitud y declaración de amor por el pan.
Oda al pan
Llegaste con los del viejo mundo,
ellos te trajeron como a tantos otros alimentos
para maridarte con los frutos de la tierra del maíz.
En el trigal, brillas cual sol de verano
en la cocina, eres materia de creación y arte
en la mesa, te conviertes en ofrenda de vida y amor.
Tu fragancia embriaga y enamora
sin importar si tus notas son dulces o saladas
o te presentas de modo humilde o rimbombante.
Cuando te vistes de azúcar, mantequilla y dulces jugos, derrites almas y bocas
Si te aderezan con sal, semillas o especias, eres bendición de la mesa familiar
Si te colocan en ofrendas, alegras a los que ya no están aquí.
En mis manos, tu fino polvo se convierte en lienzo cotidiano,
materia prima que da rienda suelta a la imaginación.
Basta que te cubra con agua, leche, azúcar o grasa para que te conviertas en bolillo, baguette, panqué, galleta, concha o garibaldi.
Si te dispongo entre capas untuosas de cremas y frutas, te vuelves tarta, bizcocho o pastel.
Estás presente en todos los festejos de vida y muerte.
Contigo celebramos las uniones de amor, los cumpleaños, los éxitos, las bendiciones y también nuestros difuntos.
Algunos han renunciado a ti. Creen que haces daño o estás pasado de moda.
Para mí eres el pan de cada día
gracias a ti puedo ser yo, crear, volar
ofrecerme y ofrecerte.
Te doy gracias
por tenerte en mi mesa
por la habilidad de crearte
y, a través de ti,
endulzar otras vidas.