El proceso no es para desesperados ni para quienes están acostumbrados a la inmediatez.
La elección presidencial de los Estados Unidos requiere, vista desde afuera, de una gran dosis de estudio previo, de evitar analizar desde la realidad electoral mexicana y de entender de que los votos en aquel país se cuentan, incluso, días después del día de la elección.
Por eso, quienes sí le saben al tema, como la analista internacional Lila Abed, han pedido paciencia desde las primeras horas del 3 de noviembre. Nos advertía que la gran votación previa que, vía correo, habían realizado los electores y que el conteo de los votos no se da igual que en México, donde hay un INE y que allá, son las leyes locales las que determinan cómo y a que hora se hace el voto por voto.
Acogido al consejo, con paciencia aguardamos los seis votos electorales que le faltan a Joe Biden, el candidato de los demócratas para obtener los 270 delegado del Colegio Electoral y convertirse en el presidente 246 en la historia de los Estados Unidos.
Pero la paciencia no da para mucho cuando enfrente está un personaje tan oscuro, escandaloso e imprudente como Donald Trump. El magnate que trabaja como presidente de aquella nación se encargó de dinamitar el sistema político electoral de su país con las artimañas que usó en sus tiempos de empresario inmobiliario.
Acusó que se preparaba un gran fraude en su contra cuando era él y su equipo el que estaba cometiendo todos los actos posibles por configurar un fraude: desde intentar socavar al sistema postal de los Estados Unidos para no permitir el voto anticipado, hasta emprender acciones legaloides para parar los conteos.
Trump no es un accidente de la democracia norteamericana, es producto de la mala política de establishment que se acostumbro a ver a los ciudadanos como objetos electorales y el empresario supo amalgamar los descontentos, principalmente en los sectores menos educados de su país.
Quienes creímos que Trump sería derrotado abrumadoramente por Biden, no entendimos, hasta ahora, que el mal manejo de la pandemia, la crisis económica y de desempleo y la confrontación interna era suficientes para ver caer a Trump. No pensamos fuera de la caja, sino que nos fuimos con mismos elementos de análisis como si él, Trump, no hubiera llegado a la Casa Blanca.
Han sido casi cuatro años de desesperación, de abusos, de violencia verbal trumpista que se convirtió en violencia en las calles.
Paciencia, nos recomendó Lila y, en las últimas horas, ha sido la petición del candidato Biden. Aunque escasa, esperamos los resultados con paciencia.
La Letrina. Cínico, por decir lo menos, es Felipe Calderón. Mire que retuitear a Biden pidiendo que se cuenten todos los votos es no solo grosero, sino grotesco viniendo del chacal de Morelia. Él usurpador pidiendo respeto al voto.