Con los recientes resultados de las elecciones en Hidalgo y Coahuila, ni el PRI está de regreso, ni Morena fue castigado en las urnas.
Los comicios se desarrollaron en dos territorios con hegemonía priista, donde el principal vencedor fue el abstencionismo. Habrá quien diga que influyó la crisis sanitaria que vivimos por el Covid-19.
Sin embargo, los resultados dejaron varias lecciones. Porque después de que en 2018 Morena arrasó en las elecciones federales, el domingo pasado recibió un contundente revés.
El PRI ganó los 16 distritos en Coahuila y 32 de los 84 ayuntamientos en Hidalgo, 10 más de los que ya tenía.
El gran perdedor fue el PAN. Tenía nueve diputaciones en Coahuila y se quedó con las manos vacías. En Hidalgo ganó solo cinco ayuntamientos.
Morena, sin la imagen del presidente Andrés Manuel López Obrador en la boleta, recibió su primer y severo descalabro. Ganó 6 municipios en Hidalgo y no obtuvo ningún distrito en Coahuila.
Estas elecciones fueron calificadas como el laboratorio hacia las más grande de las elecciones de México, en junio de 2021, donde se renovarán 500 diputados federales, 15 gubernaturas, 30 congresos locales, mil 900 ayuntamientos y juntas municipales.
Pero ¿realmente los comicios en Coahuila e Hidalgo son un termómetro para medir lo que podríamos ver en las elecciones intermedias del próximo año?
En dos estados priistas, las huestes del partido hicieron lo que tenían que hacer en su terruño: exigir y movilizar a su gente para salir a votar. El voto duro, siempre es fundamental.
Esta vez el presidente López Obrador no pudo hacer campaña y dejó solo a su partido. Sin estructura, con rencillas locales, enfrentamientos y traiciones, no metieron ni las manos. Un partido dividido por el encono de quién encabezará la próxima dirigencia nacional que decidirá las candidaturas para el 2021.
De tal manera que Morena sin AMLO prácticamente desapareció.
Y fieles a una película que hemos visto muchas veces, después de una jornada electoral, el triunfador festejó y el perdedor rechazó los resultados.
Una vez que la norma electoral lo permitió, el primero que salió ante los medios a cantar la victoria, fue el presidente del PRI, Alejandro Moreno Cárdenas, que según él su partido estaba de regreso.
Minutos después, lo hizo Alfonso Ramírez Cuellar, presidente interino de Morena, pero para desconocer los datos preliminares. Acusó compra y coacción de votos en ambos estados.
En el PRI aseguran que el resurgimiento del partido ha comenzado. Deberían ser cautelosos y no emocionarse por un resultado que era medianamente normal en entidades que gobiernan dos priistas.
Por el otro lado, al presidente López Obrador no le gustaron los números del domingo y sin duda tendrá que meter la mano para asegurar buenos resultados en 2021.
Su proyecto político requiere de mayoría en la Cámara de Diputados y si algo sabe hacer el presidente es campaña.
Por lo pronto tendrá que poner orden en su partido. La lucha por la dirigencia nacional ha puesto en evidencia las riñas internas y el desaseo que hay en Morena, que está lejos de operar como un verdadero partido político, con liderazgo, estructura y disciplina. Eso le puede costar caro.
Habrá quienes piensen que ya comenzaron a cobrarse las facturas por la forma en que el gobierno federal ha enfrentado el tema de la pandemia y la economía.
Coahuila e Hidalgo fueron un ejercicio. Estamos a ocho meses de la gran batalla electoral. La moneda está en el aire y nadie debe confiarse.