- Juanito Reed y Las Masas (The Masses)
Hay una guerra en Paterson.
Pero es un curioso tipo de guerra.
Toda la violencia es obra de un bando: los dueños de las fábricas.
Estos controlan la policía, la prensa y los juzgados…
John Reed. The Masses.
Por. Raúl Jiménez Lescas
No era un periodista con suerte Juanito Reed: construía su suerte. ¿Qué periodista yanqui conocen que tuvo la suerte de bailar con las dos más hermosas mujeres de principios del siglo XX? Yo solamente conozco uno: John Reed. Bailó con la mexicana que le decía: Tierra y libertad y, una rusa, le murmuró: Pan, paz y tierra.
El mismo Juanito Reed se entrevistó con Pancho Villa, jefe de la poderosa División del Norte en la Revolución Mexicana de 1910 (yo sospecho que empezó en el mineral de Cananea en 1906) y, a los mismísimos Lenin y Trotsky, líderes indiscutibles de la Revolución de Octubre de 1917 (sostengo que esa Revolución Soviética inició el 8 de marzo de 1917 en San Petersburgo). También afirmo que no se le debe llamar “Revolución Bolchevique” (H. Carr) ni “Rusa” (Trotsky), sino Soviética, porque fueron los consejos obreros, de campesinos y soldados los que hicieron la Revolución, bajo la dirección del Partido Bolchevique, que en realidad se llamaba: Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR). Por eso León Trotsky dijo sobre John Reed “nos ha dejado un libro inmortal sobre la Revolución de Octubre” (Diez días que conmovieron el mundo).
¿Y qué es una Revolución? La irrupción violenta de las masas en el gobierno de sus propios destinos” (Trotsky. TI:15).
Bohemio rojo
22 de octubre de 1887. Jack, como le decían sus cuates, nació en una cuna privilegiada, en el seno de una familia pudiente y de ideas liberales o conservadores según el caso de Portland (Oregon) al noroeste de la Unión Americana. Entonces, la tierra del puerto era un pequeño pueblo bañado por los ríos Columbia, Willamette y Multnomah Falls, con un nevado jamás dejaba de mirar: Hood, el monte y la Cordillera de las Cascadas (Cascade Range), que son parte inseparable de las montañas Rocosas. El pueblo originario Chinook por ahí habitaron antes de que sus “descubridores” Lewis y Clark pisaran esas tierras en 1805, durante la “conquista del oeste”. Los colonos americanos, canadienses y británicos le llamaban “The Clearing” (La limpieza), quizá porque se asentaba a lo largo de la orilla oeste del río Willamette y fue utilizado por los viajeros y exploradores como lugar de paso rumbo al Fuerte de Vancouver. En 1819, la corona española cedió Oregón a los Estados Unidos, mediante el Tratado Adams-Onís, de célebre memoria por generar tantos conflictos de límites territoriales, especialmente con la Nueva España, luego con México.
En la tradición del lugar, se cuenta por los ancianos que dos comerciantes de Maine, Francisco Pettygrove y el abogado de Massachusetts, Asa Lovejoy, se jugaron un “volado” para definir el nombre del paradero: la moneda de cobre “The Portland Penny”, ahora se exhibe en el Museo de la Sociedad Histórica de Oregón. También se cuenta que, en 1843, William Overton compró más de 2 km² en 25 centavos a su socio Asa Lovejoy de Boston, Massachusetts.
Catorce años antes del nacimiento de Juanito, se produjo el traumático incendio del pueblo (agosto de 1873) que destruyó 20 bloques (cuadras) causando enormes daños, pero el puerto se convirtió en famoso por las parrandas de los marineros y, luego por ser un lugar de trata de blancas y esclavos (sí saben, verdad, que los gringos fueron horrendos esclavistas). El tren fue la novedad a fines del siglo XIX, mientras se conservaba el hoy Washington Park. En ese ambiente vivió sus primeros años, el futuro periodista comunista más famosos del planeta: Portland tenía más de 17 mil habitantes cuando nación Juanito; un tren de vapor, un hotel en una cabaña y el periódico, El Semanal de Oregón.
Un año después del nacimiento de Jack o Juanito, su pueblito fue apodado como la “Ciudad de las Rosas” por integrantes de la Iglesia Episcopal. Después de la célebre Exposición de Lewis y Clark el apodo se popularizó y, hoy en día el “Festival de las Rosas” es una fiesta anual célebre en esos lares.
Tiempo después, en 1906, Reed se trasladó hasta la costa este, para matricularse en una universidad privada, en la ciudad de Cambridge, estado de Massachusetts, misma que fue fundada en 1636. Ahí se graduó en 1910, en la Universidad de Harvard, donde su mentor literario fue el profesor Copey (Charles Townsend Copeland, poeta y escritor). Era, Juanito, definitivamente muy bohemio de Greenwich Village (como debe ser) y, polémico miembro del Cosmopolitan Club, por invitación del periodista y editor Lincoln Steffens. Tras su evolución al marxismo, del Socialist Club al Partido Comunista de la Коммунистический интернационал (Internacional Comunista o Komitern o Коминтерн), fundada en Moscú el de 2 de marzo de 1919. Taibo II lo llamó “chico terrible, bromista, deportista y periodista de la época”, el joven de la “Bohemia Roja”.
El Cosmopolitan era un club privado, inicialmente “sólo para mujeres” y fundado en 1906; era exquisito y selecto al este de Manhattan, de la ciudad de New York (122 East 66th Street, entre Park and Lexington Avenues) y, por ahí bohemiaron: Willa Cather, Ellen Glasgow, Eleanor Roosevelt, Jean Stafford, Helen Hayes, Pearl Buck, Marian Anderson, Margaret Mead y Abby Aldrich Rockefeller. La poeta Amy Lawrence Lowell, era de la corriente imagism “estética del imagismo”, hermana del astrónomo Percival Lowell, que se murió convencido de que existía Plutón en el lejano Sistema Solar; también familiar de Abbott Lawrence Lowell, presidente de la Universidad de Harvard. Amy recibió, en 1926, el Premio Pulitzer de poesía a título póstumo. La misma poeta que recitó:
Sobre las hojas de arce
relumbra rojo el rocío,
pero sobre las flores de loto
tiene la clara transparencia de las lágrimas.
Una década después, el Club tenía más de 600 afiliados y, en el invierno de 1917, Pablo Picasso se presentó con una exposición. Varias poetas recitaron algunos versos: Amy Lowell, Vachel Lindsay y Siegfried Sassoon. María Montessori, pasó por ahí para tomarse un cafecito. John Reed, por su parte, solo bohemiaba con gente de su alcurnia y lo nombraba Cos Club. O sea: de Cos-bohemio a bohemio rojo. Señaló Paco Taibo desde New York en su reportaje sobre “Reed. El insurgente” que fue capturado por la magia del periodismo, las luchas obreras y, el arte de narrar los acontecimientos in situ: la huela de Paterson, la Revolución Mexicana y Soviética, así como la Primera Guerra Mundial no se escaparon de su formidable y talentosa mano que mueve la pluma. Los debates de los activistas, socialistas, liberales, periodistas y bohemios de la época seguían en una casa de la calle Mac Douglas (número 137), al lado del restaurante Poli, donde frecuentó ese espacio, John Reed.
En cambio, el club de los socialistas universitarios fue influenciado por el Partido Socialista Americano (PSA), fundado en 1901 por el sindicalista socialista Eugene V. Debs y Norman Thomas, ahí donde John E. Haynes decía: “Socialism is inevitable” (el socialismo es inevitable) a través de las páginas de The News Times (1910). Dos clubes: dos mundos: la bohemia exquisita y la bohemia roja; el glamour burgués y el socialismo inevitable; dos mundos en un solo periodista: John Reed, que fue un editor de Las Masas (The Masses) y, reportero de buenos trabajos de la American Magazine, que vio la luz pública en junio de 1906 y llegó a tener 45 mil ejemplares en circulación por la Unión americana.
Quizá les parezca raro que existieran hombres y mujeres socialistas o anarquistas en la nación de los sueños, pero no era nada raro. La tradición socialista y anarquista en los Estados Unidos fue muy importante a fines del siglo XIX y principios del XX, por la emigrante europea, la decisión de Karl Marx (head de la AIT) de enviar a esa nación, desde la Gran Bretaña, a la AIT o Asociación Internacional de Trabajadores (Primera Internacional) a Filadelfia en julio de 1876 (VI Congreso y último) y, la posterior visita de Federico Engels, el segundo violín del movimiento socialista europeo poco antes de su muerte.
No es casual, entonces que, la primera gran huelga general por la reducción de la jornada laboral de ocho horas estallara en los Estados Unidos con epicentro en Chicago, gracias a la influencia anarquista y socialista en las uniones americanas (sindicatos) y los Caballeros del Trabajo. Todo está documentado por Marianne Debouzy en “El movimiento socialista en los Estados Unidos hasta 1918”, compilada por Jacques Droz en sus varios volúmenes de la “Historia General del Socialismo” y, de su servidor en mi Historia del 1º de Mayo.
Así que Reed recibió toda esa influencia en la Universidad, en las calles y, sobre todo cuando documentó la Guerra en Paterson. Afirma Buch (2005: 14-16), que la solidaridad con las huelgas obreras (Paterson) lo llevaron de la bohemia al compromiso social, yo agrego: un bohemio comunista, como debe ser. Los comunistas mojigatos me dan mala espina, no terminan bien sus últimos días. Por su parte, Taibo II lo llamó “apasionado” del movimiento obrero.
El mensuario Las Masas vio la luz pública en los años que corrieron del 11 al 17 del siglo XX, con un sugestivo slogan: “A MONTHL Y MAGAZIN E DEVOTED TO THE INTERESTS OF THE WORKING PEOPLE” (una revista mensual y devota a los intereses de los trabajadores); fueron 80 números con temas variados de arte, política y textos de denuncia del capitalismo, así como aquellos extraordinarios acontecimientos de los primeros años violentos y revolucionarios del nuevo siglo. Un inmigrante holandés de ideas socialistas, Piet Vlag, fundó el mensuario en New York (recuérdese que esa ciudad, originalmente fue holandesa, no inglesa) que fue considerada como “la revista más peligrosa de Estados Unidos”. Su oficina se ubicaba en el 91 de la avenida Greenwic, en Nueva York; empezó costando 5 centavos de dólar y, luego subió a 10; por ahí desfilaron plumas, además de la de Reed, Mary Heaton Vorse, Eugene Wood y Max Eatsman. Además, de brillantes plumas, la revista era ilustrada por artistas neoyorkinos y tenía un formato de avanzada para aquellos primeros años del siglo XX, con una combinación de artículos, poemas, anuncios culturales y comerciales, pero remataba con una contraportada ilustrada, como el célebre campesino mexicano (de K.R. Chamberlain.) en el número 9, volumen 5 de junio de 1914.
“The Masses, fue editado brillantemente por Max Eastman, quien, con Floyd Dell, como editor en jefe: ayudó a convertirlo en la revista insignia de Greenwich Village, la floreciente comunidad artística bohemia [roja] de Nueva York. La revista definió posiciones progresistas en temas como sindicalización, cooperación, libertad de expresión, igualdad racial, control de la natalidad, amor libre y sufragio femenino; y con reportajes de investigación y despachos de guerra de los periodistas radicales John Reed y Louise Bryant, arremetió contra la explotación laboral en casa y el militarismo en el extranjero”. (The Modernist Journals).
The Masses defendió, contra viento y marea las luchas obreras, las huelgas, el movimiento sufragista, los primeros feminismos y la Revolución Mexicana. Max Eatsman, por ejemplo, defendió la “Guerra de Clases en Colorado” (Class War in Colorado) y, desde 1911, el periodista Carlo de Fornaro, a la Revolución Mexicana.
Desde su fundación, en el año 11, reporteó el incendio de la fábrica textil Triangle Shirtwaist Factory, luego transformada en símbolo de la lucha de las obreras. John Sloan, uno de los editores artísticos de la revista, que estuvo en la escena del incendio, escribió sobre una de sus caricaturas políticas: “Un triángulo [en referencia al nombre de la fábrica en inglés Triangle] negro que dice en cada uno de sus lados RENTA, INTERESES, GANANCIAS, la muerte de un lado, un capitalista gordo del otro y el cuerpo carbonizado de una chica en el centro” (Celeste Murillo, 2013).
Cuenta Murillo: En medio de la bohemia de Nueva York, en la primavera de 1913, una noche cualquiera en una fiesta, John Reed conoció de casualidad a un dirigente obrero llamado Bill Haywood [Industrial Workers of the World. IWW o Wobblies]. Este le contó sobre una dura huelga que se desarrollaba en Paterson y según sus palabras describió lo que se vivía allí como una verdadera ‘guerra’: 25 mil trabajadores reclamaban sus derechos laborales. Y como Reed ya venía escribiendo artículos en The Masses que hablaban de sus recorridas por los suburbios, sintió un gran impulso por ir a conocer en persona aquella huelga. Y, de ahí el destacado y apasionado libro “La Guerra de Paterson”.
Juanito se unió a la Guerra en Paterson y, cayó preso con otros huelguistas. Dice Celeste que “Cada tanto un obrero gritaba desde su celda “¡Vivan los Obreros Industriales del Mundo!” [IWW] y toda la prisión llena de huelguistas respondía al unísono “¡Viva!”. La moral se mantenía en lo alto, a pesar de los maltratos de la policía a los huelguistas que indignaba a Reed pero no sorprendía en absoluto a Bill [Haywood], quién le transmitió una enseñanza fundamental: que el problema no era un policía o dos, sino todo el sistema capitalista, ya que todo estaba diseñado para que los patrones vean crecer sus riqueza a costa del hambre de los trabajadores.” (2013). Condenado a 20 días de prisión, Juanito salió cuando el alguacil supo que se trataba de un “poeta” y no de un Wobblie (miembro de la IWW).
Reed se movilizó con sus cuates, poetas, periodistas, artistas, mujeres y sindicalistas para organizar una obra de teatro (cuando el teatro era una forma de concientizar las mentes) y presentarla en Manhattan, Nueva York.
Hay una guerra en Paterson. Pero es un curioso tipo de guerra. Toda la violencia es obra de un bando: los dueños de las fábricas. Estos controlan la policía, la prensa y los juzgados, escribió en la The Masses.
En junio de 1914, por 10 centavos de dólar, se podía comprar el ejemplar número 9 de Las Masas, donde John Reed escribió: What about Mexico?, (¿Qué sucede en México?), pero ese ya es harina de otro costal.