Así, sin sutilezas, o acaso porque la vida de una mujer en este país no tiene mucha importancia, el asesino le confiesa a un amigo lo que hizo a su pareja Rubí, la joven hija de Marisela Escobedo. En el 2008 la súbita desaparición de Rubí, dejando una hija pequeña, prendió las alertas de Marisela Escobedo que desde el momento en que no supo de ella, comenzó su frenética búsqueda por Ciudad Juárez y todo el territorio chihuahuense acompañada por sus otros hijos. Comenzaron las marchas, los reclamos, la desesperación por saber de ella. Hasta que finalmente un amigo del asesino confeso Sergio Rafael Barraza le dice que efectivamente este hombre le había dicho el fin que había tenido Rubí. Marisela buscará ahora sus restos. Buscará entre la basura hasta encontrar algo que le dé certeza, pero además justicia. Así se llega al juicio oral en Chihuahua –de los primeros en México- y pese al perdón que le pide el asesino de su hija, viene la otra muerte: los jueces no encuentran suficientes elementos y lo declaran inocente. La imagen de una madre gritando de dolor ante la impotencia y la injusticia de los jueces da la vuelta al mundo. Ahí murió por segunda vez Rubí. Es el documental Las tres muertes de Marisela Escobedo. Las imágenes y el relato son desgarradores porque muestran al país impune, el desdén y la violencia hacia las mujeres. A unos metros del Palacio de Gobierno de Chihuahua, Marisela caería abatida a balazos. Sería su tercera muerte. El documental retrata al México violento y feminicida. Muestra el desdén desde el policía municipal, hasta el gobernador César Duarte –ahora preso en Estados Unidos- y el entonces presidente Felipe Calderón que hizo oídos sordos a la petición de diálogo de Marisela. El documental, obra de Carlos Pérez Osorio, deja sin aliento y genera impotencia, pero también muestra que Marisela Escobedo comenzó una lucha que no tiene regreso: en este país son asesinadas 10 mujeres todos los días y en el 97 por ciento de los casos, los feminicidios quedan impunes.