jueves 21 noviembre, 2024
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COLUMNAS COLUMNA INVITADA

«COLUMNA INVITADA» En México debemos apagar un incendio de más de cien fuegos

 

Por. Oscar H. Morales Martínez

El hombre en busca de sentido, escrita por el psiquiatra austriaco Viktor Emil Frankl y publicada en 1946, narra sus experiencias como prisionero de un campo de concentración nazi y, a pesar de todo el sufrimiento, logra encontrar esperanza y darle un sentido o propósito a su vida. 

Cuando veo y escucho todo lo que sucede en México, no dejo de pensar en ese libro y en cómo hemos perdido, como país, el sentido y rumbo de Nación, no obstante que tenemos los recursos, riqueza natural, cultural e histórica y sobre todo los valores que nos convierten en una raza especial, cósmica diría el ilustre filósofo y político mexicano José Vasconcelos, de la cual todos deberíamos estar orgullosos.

Eventos como la detención del General Cienfuegos, exjefe de las Fuerzas Armadas de México y la de Genaro García Luna, exsecretario de Seguridad Pública, sin importar cualquiera que sea su desenlace legal, cimbran desde la raíz hasta el último piso la estructura de la seguridad nacional mexicana. 

Las Instituciones, cuya principal misión es brindar seguridad y protección a nuestros bienes y personas, no están cumpliendo sus objetivos. Por el contrario, parecen estar aliadas con la delincuencia organizada.

Ante la pregunta “¿y ahora quién podrá defendernos?”, no hay respuesta clara, ni siquiera la de la caricatura televisiva del Chapulín Colorado, porque los problemas de México más que nunca precisan de una verdadera transformación nacional.

No se puede curar un cáncer con una banda adhesiva, ni apagar un incendio con un gotero.

México, en un sentido metafórico, está ardiendo entre fuegos e incendios por todas partes. 

Solo por mencionar algunos temas por resolver, están los problemas de la economía, el sistema político, el sistema de salud, el sistema de pensiones, la seguridad pública, el sector agrario, el sector empresarial, la educación pública, el sistema de gobierno, el sistema de justicia, la política internacional y el deterioro de nuestro tejido social. Suena grave y lo es, por lo que estamos en estado de alerta nacional.

Necesitamos un plan estratégico sólido con una idea clara de cómo reinventarnos y empezar a hacer que las cosas funcionen como deben funcionar. Las soluciones no son simplistas y nos llevarán años, décadas, poder solucionarlos, pero es mandatario empezar a poner los cimientos.

El propósito de hacer un revisionismo crítico de nuestras Instituciones es evaluar lo que sirve y ha resultado útil y exitoso, eliminando, cambiando y transformando lo que resulta nocivo o inoperante. La fórmula de destruir por destruir no cabe, más aún cuando solo se destruye para concentrar poder político.

No se puede construir un país pegando los ladrillos con saliva, ni con discursos que mezclan mentiras, odio, propagandismo y supuestas soluciones mágicas.

Tampoco se debe aplicar la justicia con ánimo de venganza, ni mucho menos dejar en manos de la Fiscalía de Brooklyn los procesos de investigación y procesamiento judicial de aquellos a quienes se debió haber investigado y procesado desde México.

En Francia están horrorizados por el terrible decapitamiento en la vía pública de un profesor a manos de un extremista checheno islámico, mientras que en México tristemente estamos habituados y acostumbrados a una violencia rampante y aún más agresiva, perdiendo rápidamente toda sensibilidad y sentido humano en nuestra sociedad.

México no es un país de un solo hombre y sería un error seguir pensando, como ha sido en muchas etapas históricas desde que somos nación independiente, que los problemas los debe resolver un gobernante. Si hemos sobrevivido y sobrellevado crisis tras crisis, ha sido gracias a la sociedad civil y la fortaleza de muchas Instituciones, que han y siguen funcionando a pesar y en contra de muchos de nuestros gobernantes.

Si México fuera un paciente, seguramente la medicina tradicional ya no funcionaría para curarnos. Necesitaríamos entrar a quirófano para arreglar la columna vertebral, cambiar algunos órganos y transfundir sangre nueva. 

El corazón palpita cada vez a menor frecuencia y el aire de nuestros pulmones se está acabando. Nuestra enfermedad ha sido causada por auto envenenamiento y el sistema inmunológico está sometido a una enfermedad en extremo complicada.

Todo el sistema parece está invadido por la corrupción, partiendo de o llegando hasta los altos mandos. ¿Será que el control de la Seguridad Nacional está en manos de la delincuencia organizada?

Hace un año, el 17 de octubre de 2019, vimos el poder del narcotráfico en su esplendor, en el fallido operativo para capturar a Ovidio Guzmán que expuso la debilidad del Estado Mexicano, con el reconocimiento público del Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, de haber ordenado su liberación.

Hoy, lastimosamente vemos como una de las Instituciones más fuertes de México y en quien el propio Andrés Manuel ha depositado toda su confianza para atender la seguridad nacional y las obras de construcción de sus proyectos, se tambalea como un castillo de arena con un vaso de agua.

Pensar que con solo cambiar a los titulares de las Secretarías de Estado se acabará la corrupción y se resolverán los problemas, es falaz y en el mejor de los escenarios insuficiente.

Estamos en un momento histórico de crisis profunda, pero también de oportunidades si los actores políticos y privados de México se unieran en un proyecto común, en vez de estar divididos y enfrentados.

Ni siquiera el partido del gobierno, MORENA, puede agruparse institucionalmente y más parece una jauría de lobos. Pero así están los demás partidos y el enorme problema, es que tampoco están uniéndose entre sí ni internamente, arrastrando debilidades, vicios y peleas intestinas. Los nuevos partidos tampoco tienen una plataforma convincente y parecen haberse creado más bien para generar una fuente de enriquecimiento ilícito o aliarse al mejor postor electoral.

Todo el sistema político mexicano debería modificarse, al igual que el modelo económico, educativo, judicial, legislativo y los demás ya señalados.

La pregunta es sí aún estamos en tiempo de hacerlo o la corrupción ha inundado y corroído profusamente a todos los sistemas de gobierno para poder hacerlo desde ahí. 

México necesita empezar a buscar un sentido, un propósito como Nación, que incluya a toda la sociedad, que brinde igualdad de condiciones, porque todos somos México.

Hemos perdido el rumbo y vamos en sentido contrario. No podemos acabar como la pintura del maestro Goya: “Saturno devorando a su hijo”, devorándonos entre nosotros.

 

 

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