Andrés Manuel López Obrador se ha labrado la fama como mago de la comunicación que domina a placer distintos escenarios. Sin embargo, los tiempos de la pandemia han mostrado cada vez con mayor frecuencia que está perdiendo ciertas facultades. Frecuentemente se le nota distraído, incapaz de recordar nombres o con falta de concentración. Él mismo se ha dado cuenta, pero ha armado una muletilla que suele permitirle salir airoso diciendo que “sus adversarios pueden decir que ya está chocheando, pero jamás acusarlo de corrupto o de traidor a sus ideales”.
El problema con lo que ocurrió el lunes 5 de octubre fue que ese día la mañanera mostró no sólo las debilidades de Andrés Manuel como presidente, sino la incapacidad del grupo gobernante y de los hombres de poder que lo acompañaban para reaccionar ante la adversidad. Alguien debió salir al quite cuando al mago se le enredaron las mascadas y terminó ahorcando al conejo que debía salir de la chistera. Ese lunes el presidente tropezó constantemente olvidando nombres, confundiendo fechas, dando la palabra al actor equivocado. Sus errores generaron caos, pero no hubo quien se atreviera a decir que había que detenerse para enmendar el rumbo. Al contrario, el show debía continuar y continuó, con los tropiezos de otros actores a los que fue el propio Andrés Manuel quien tuvo que enmendarles la plana. Triste metáfora de la operación gubernamental.
Una de las consignas de esa mañana era demostrar al consejo editorial del diario Financial Times que estaba equivocado al advertir a sus lectores de la comunidad de inversionistas internacionales que México se está convirtiendo en un lugar poco seguro para las inversiones. El editorial institucional del diario enviaba muchos mensajes pero comenzaba con una sentencia: “Cuando un presidente exige ‘lealtad ciega’ a sus funcionarios deben comenzar a sonar los timbres de alarma. Cuando el presidente pide que el pueblo vote si se debe investigar o no a sus predecesores; cuando presiona a los órganos electorales y cuando busca avergonzar a todo aquel que lo critica, hay buenas razones para tener miedo”.
El editorial se mostró especialmente crítico hacia las decisiones en materia energética para concluir finalmente que México de hecho se está transformando, pero no de la manera en la que López Obrador había prometido. El diario advirtió que, a menos que el presidente cambie el rumbo rápidamente, la segunda economía más grande de América Latina corre el riesgo de regresar a un pasado oscuro de pobreza y represión, habitado por los caudillos autoritarios que la región creía haber dejado atrás. La intención era desmentir los postulados del Financial Times, pero el espectáculo de la mañanera pareció confirmar sus terribles premisas.
¿Qué sucedió? Una colaboración exprés de Mario Maldonado en El Universal proporcionó algunas pistas. Hizo notar que el semblante de los empresarios durante la presentación del proyecto de inversión privada expresó el malestar por lo que finalmente aprobaron con la venia del presidente en la Unidad de Inversiones de Hacienda. Les salieron con menos de una tercera parte de lo que tenían contemplado para lograr la reactivación del país.
El columnista señaló que ese anuncio decepcionante volvió a exhibir la poca influencia de Carlos Salazar (CCE), Antonio del Valle y Alfonso Romo, a quien su jefe en Palacio Nacional sigue sin tomar en cuenta por más que trate de subir el tono en sus intervenciones ante los medios.
Maldonado señaló que el artífice de los proyectos que los conocieron hasta el final de la semana pasada fue Jorge Nuño, jefe de la Unidad de Inversiones de Hacienda. Indicó que Nuño tiene un conflicto de interés, pues a través de su despacho privado Alternativa Económica Consultores, asesora a empresas en proyectos públicos y privados. Nuño habría sido funcionario de Hacienda en el sexenio de Calderón y habría ayudado a implementar la reforma energética que terminó por lograrse con Enrique Peña Nieto. Curiosamente, ese fue el nombre que se le borró de la memoria al Presidente en la presentación del proyecto en la mañanera. Una traición del subconsciente presidencial que Carlos Salazar fue incapaz de corregir cuando tuvo la oportunidad y era su deber hacerlo.
Con todas esas señales encontradas me fui a dormir, pensando en esa conferencia matutina plena de señales y mensajes.
El diálogo con el Quijote 2020:
—Otra vez encuentro casi tanta confusión en tu mente como en nuestro encuentro más reciente, me dijo nuestro Quijote con tono preocupado. En esa ocasión te obsesionaba la renuncia del colaborador del presidente, Jaime Cárdenas. ¿Qué ocurre ahora?
—Secuelas de esa renuncia-denuncia, respondí con voz apagada. Creo que al presidente lo va a perseguir constantemente la sombra de su antiguo colaborador que hizo público su rechazo a la lealtad reflexiva, exigiéndole en cambio el deshonor de una “lealtad ciega”.
—Ni los gobernantes ni ningún ser humano pueden escapar a las consecuencias de sus actos, dijo nuestro Quijote. Por eso todos debemos aprender a escuchar diferentes opiniones. Eso es lo único que nos permite enmendar el rumbo.
—Pero ahora nadie quiere escuchar, le dije con tristeza. Vivimos tiempos en que la sociedad está muy dividida y lastimada. No sólo en México, sino en el mundo entero existe en profundo desencanto con la democracia y el fantasma del autoritarismo sobre el que advierte el periódico británico no es sólo un peligro para México, sino para muchas partes del mundo.
—Sé lo que es combatir contra ese tipo de gigantes, me dijo nuestro Quijote con un tono de nostalgia. Sólo quiero decirte que nunca pierdas la esperanza; quiero decirte que no te sientas sola. Tú sabes que al final, siempre podrás contar conmigo.