Esta semana dimos la bienvenida a la estación más nostálgica del año, y a pesar de que los últimos seis meses en confinamiento nos impidieron disfrutar las salidas de primavera-verano, ahora que el frío se ha hecho presente sí se antoja quedarse en casa, acurrucarse en el sofá y disfrutar de la comida que nos sube la temperatura de cuerpo y alma.
El otoño es la época perfecta para consentirnos con comida reconfortante. Guisos o caldos que nos transportan a la infancia y traen a la memoria las sobremesas y los rituales de familia.
Mi “comfort food” favorito de la infancia es el “Puchero” o caldo de res. Un plato completo con carne, verduras y maíz que me hacía sudar.
Se trata de recetas sencillas o clásicas que se preparan en familia o con los amigos, que se disfrutan en platos ordinarios y sin manteles largos.
¿Quién no recuerda el confort que brinda un simple caldo de pollo cuando se está resfriado? O una cena a base de espagueti rojo con mucho queso.
La comida reconfortante levanta el ánimo y hace feliz a los que la preparan y comparten. Es para consentir y consentirnos.
Son los sabores de siempre, reinventados o versionados al gusto de cada familia.
Las tortitas de papa con atún a media semana. Los chilaquiles o la barbacoa de domingo. Las hamburguesas o las tortas de pollo rostizado del sábado.
Pero una rebanada enorme de pastel de chocolate o unos churros con chocolate caliente también son una comida reconfortante.
Y sí, casi siempre se trata de alimentos con alto contenido calórico o a base de carbohidratos. Pues, ¿cómo podría reconfortarnos una ensalada de lechugas? Tal vez sólo si le añadimos frutos secos o un aderezo espeso y agridulce.
No cabe duda de que los primeros meses del otoño seguiremos en casa y qué mejor que pasarlos recreando la nostalgia de la mesa de familia.
Cuando probé por primera vez el “Mole de olla” supe de inmediato que ese sería mi plato confortable favorito de la cocina mexicana. Es mi puchero de la infancia llevando a otro nivel.
La pandemia no cesa. El encierro continúa. Estamos en otoño y hace frío. El alma pide a gritos un bocado de aquellos a sabores que evocan el corazón del hogar.