Muchos años me dediqué a dar conferencias sobre los mitos y realidades de la educación a distancia en las que terminaba reflexionando sobre la posibilidad de que, en un futuro cercano, no se diferenciara más entre la educación presencial y la que se hace a distancia. Sería hablar sólo de educación; una que ofrezca flexibilidad en todos los sentidos: en la que los estudiantes transiten entre modelos pedagógicos sin problema alguno, en la que tomen decisiones dentro de un ambiente de aprendizaje con base en proyectos y en la que se tengan multimedios (combinaciones de medios), por ejemplo, radio (ahora podcasts), televisión e internet.
Hace seis meses la pandemia nos tomó por sorpresa a todos; nos encerramos y las escuelas cerraron. Se tuvo que recurrir a cualquier tecnología disponible para terminar el año escolar. Muchos lo hicieron utilizando Zoom y pidiendo a los alumnos sentarse las horas de clase con el mismo horario para ver y escuchar al docente.
En nuestro país, se recurrió a un portal en el que los alumnos tenían programación de televisión y recursos para continuar sus estudios. Los docentes no sólo tuvieron que continuar su trabajo, sino que ayudaron a dar calma ante el miedo y la incertidumbre de muchos. Aun en condiciones complicadas, con o sin tecnología, utilizaron recursos propios para dar continuidad y terminar el año.
Para este nuevo ciclo escolar, en la educación básica y media superior se decidió usar la televisión como el medio principal para educar ya que se consideró que internet era menos accesible. Hay quienes podrán hacerlo a través de internet y algunos con radio. Así, hace unos días se implementó a nivel nacional esta acción e inicia la lluvia de quejas de muchos padres de familia que tienen que trabajar (algunos de ellos a distancia) y ahora deben, además, estar atentos a que sus hijos vean los programas y hagan sus tareas. Hay, sin embargo, casos menos afortunados; familias que han tenido que ver la manera de hacerse de una televisión para que sus hijos estudien. La brecha digital existe desde hace mucho tiempo, pero es una brecha en todos los sentidos, no sólo tiene que ver con el acceso a la tecnología.
Y, ante este panorama, me pregunto: ¿Qué pasaría si no hay escuela un año? Me refiero a esa escuela con las limitantes de calendario y exigencias de tareas por cumplir. ¿Por qué no se aprovechan estos tiempos pandémicos para crear modelos nuevos? ¿Qué tal si se dice: “No hay escuela, pero si hay aprendizaje”? ¿Y si se quita la camisa de fuerza del sistema educativo y se evita aumentar el estrés, angustia y enojo provocado por la pandemia?
¿Cómo? Al proponer un calendario que los niños puedan seguir con ayuda de sus libros de texto; al tener docentes-guías que no deban cumplir con las exigencias marcadas por el programa educativo (informes, planes de clase y calificaciones); al ofrecer todo tipo de contenidos para que se revisen ligados al calendario (imagino un gran repositorio de recursos educativos organizado de acuerdo con los programas de estudio a los que el docente y el alumno puedan meterse, investigar y disfrutar); al aprovechar el tiempo para capacitar a los docentes y que ellos puedan ser parte del desarrollo de materiales para ese gran repositorio; al permitir que los padres de familia trabajen y, al igual que los docentes, sean guías para los estudiantes sin la presión de que deben cumplir lo requerido; al dar la libertad para que niños y niñas aprendan nuevas cosas que no están en los libros de texto (por ejemplo, oficios y valores).
En resumen, con sólo quitar el calendario de obligaciones (informes, evaluaciones y tareas), se puede aprovechar el río revuelto para armar nuevos rompecabezas que sean flexibles, con modelos nuevos, multimedios y con muchas más opciones de aprendizaje. Es muy factible que un niño o niña aprenda más este año sin las exigencias del programa, al ofrecerle la posibilidad de aprender lo que le interese, cuando quiera hacerlo y que al regresar a un nuevo ciclo escolar el aprendizaje sea enriquecido con las nuevas experiencias que podrán compartir.
Varias amigas me han preguntado mi opinión respecto a pagar una colegiatura completa para un niño de 4 años, con una clase de Zoom a la semana. ¿En serio? En mi humilde opinión, si no van, no pasa nada… siempre y cuando se acompañe a las niñas y niños en su aprendizaje y se les otorgue la bella posibilidad de vivir a su tiempo, preparándose para lo que viene. En la educación, también hay que reinventarse y es el momento para hacerlo.