Cuando inicié el doctorado en interdisciplina, escuché en una ponencia que el título de ser “doctor” muchas veces sólo otorga la autoridad de decir cosas que no siempre son “ciertas” o, “correctas”.
Un doctorado es simplemente el aprendizaje de una metodología en una investigación limitada. La sabiduría y la inteligencia son virtudes aparte, muy relacionadas al aprendizaje, pero no necesariamente implícitas en el método. Incluso este comentario para muchos puede ser “incorrecto” o “no cierto”.
Estamos viviendo una crisis de significados desde hace décadas, y aún no logramos equilibrar este tsunami de información e interpretaciones masivas que la libertad de opinión expande en todos los medios de comunicación. El equilibrio no es la censura a la libertad de opinión, el equilibrio viene cuando se entiende el origen del significado de aquello que estamos por “resignificar”.
En 1939, el término “delito de cuello blanco” fue acuñado por el sociólogo norteamericano Edwin H. Sutherland, refiriendo a los “hombres de negocios” que cometían fraude. Esto refiere a la vestimenta de la sociedad de ese tiempo. El ladrón común, no usaba camisa de cuello almidonado blanco, la frase señala un estatus en la sociedad. Esta “ilustración” de la palabra visualiza y ejemplifica las representaciones simbólicas de la sociedad y las “nuevas formas” de proceder.
Con el tiempo, esta clase de referencias a las condiciones non gratas socialmente hablando, las “revistieron” de eufemismos (eu [εὗ], “bueno/bien” + pheme [φήμί] “habla[r]”).
Las problemáticas sociales se han “vestido de hipocresía”, y desviado la visualidad con eufemismos. Le daré algunas referencias:
El problema de prostitución terminó desde que tenemos “sexo servidoras”, la delincuencia disminuyó desde que existen los “amantes de lo ajeno”, los niños de la calle por “personas en situación de calle”, los ciegos en “débiles visuales”, la discapacidad física por “capacidades diferentes”, a la falta de concentración le llaman “atención dispersa”, si no entendiste entonces es “déficit de atención”, a la inquietud le llamaron “hiperactividad”… y a una Nación con los índices de educación más bajos a nivel mundial, expuestos en el examen Pisa (es un estudio llevado a cabo por la OCDE a nivel mundial que mide el rendimiento académico de los alumnos en matemáticas, ciencia y lectura) se le llamó “pueblo sabio”.
La crisis de significados nos lleva a tener un lenguaje de eufemismos con características sociales de un siglo atrás, que ya no describe lo que es, sino refiere metafóricamente a lo que se pretende manipular. Dista ya mucho del origen del significado del eufemismo.
El “veneno embotellado”, puede ser un jarabe para la tos, un vino, un perfume, o un refresco. Lo que importa es la cantidad, no la descripción física, y esa es una crisis signica grave que distorsiona la información a la sociedad. Con la misma gravedad de todos los eufemismos escritos anteriormente, y los tantos que seguramente usted está recordando.
El Doctor López Gatell en esta semana dijo algo interesante:
“Lo que pasa es que pocas veces se habla con claridad y se usan eufemismos”.
Como cultura, no nos agrada que nos hablen directamente. Se prefiere los sobrenombres, las indirectas y los diminutivos. ¡Por favor! Eso se presta a un cultivo de engaños. ¡Ya basta!
Fuimos un imperio rico en oro y “lo cambiamos” por “espejos” y nos lamentamos que nos saquearon; y lo peor, en quinientos años no hemos aprendido a vernos en el espejo y aceptarnos o mejorarnos, cambiarnos, y seguir.
Un síntoma de ignorancia es que toda descripción o referencia ofende. ¿Cómo hablar directo con las cosas por su nombre?
El miedo a lo desconocido y lo diferente también son síntomas de ignorancia, y cuando éstas no se atienden degenera en violencia verbal o física. Otra sintomatología de la ignorancia es iniciar las frases con “Yo creo”, “Yo siento”, “Yo pienso”, eso es libertad de expresión, solo una opinión sin sustento de información veraz, o legítima; pero, decir: “Yo sé”, “Yo conozco”, “Yo estudié”… esas frases que no están incluidas en los diálogos de opinión, porque implican “conocimiento” en lo que se habla, y por ende, conlleva a una responsabilidad de expresión que excluye la búsqueda de culpas o pretextos cuando uno se equivoca.
Y el miedo a equivocarse, es un complejo de inseguridad. Todos nos equivocamos y justamente, “reconocer” la equivocación es un acto aprendizaje y conocimiento.
Todo verbo que se conjuga en futuro es una promesa, y no ha sucedido, el tiempo para realizarse es infinito, no hay compromiso de fecha, porque implica “saber”, “conocer”.
Hoy, la ignorancia tiene cuello blanco, puede tener un micrófono al frente, millones de seguidores en medios masivos de comunicación, o incluso tener una columna invitada en un medio digital.
Cristina Ortega. Fotógrafa desde hace 27 años, amante de la imagen en cualquiera de sus expresiones, fundadora de Arte NiNi A.C. Doctorante del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades – U.N.A.M. y U.A. de C.
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