jueves 21 noviembre, 2024
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COLUMNAS GILDA MELGAR

«DOLCE ÁLTER EGO» Caravaggio, encantador de pingüinos

 

Estos meses de confinamiento nos hemos asombrado con las imágenes de diversos animales “adueñándose” de los espacios urbanos, debido a la inusual ausencia de humanos por las calles del mundo. Y si bien es cierto que jamás hubo cisnes regresando al canal de Venecia ni la orangutana “Sandra” aprendió a lavarse las manos de tanto ver a las personas hacer lo propio en Florida, el hecho es que efectivamente algunas especies irrumpieron en el asfalto citadino ante tanta tranquilidad.

Tan sólo en México, el video del pequeño oso negro que disfrutó de un chapuzón en una alberca privada de San Pedro, Nuevo León, logró “hacernos el día”, y también reflexionar sobre la forma en que los animales se conducen cuando no representamos una amenaza para ellos.

Pero el experimento que realizaron conjuntamente hace poco el Zoológico de Kansas y el Nelson Atkins Museum of Art en Estados Unidos fue más allá de poner a los animales en las calles, pues los directores de ambas instituciones organizaron una visita guiada para pingüinos ‒residentes en ese zoo‒ por las salas de arte del museo local.

De acuerdo con una entrevista publicada por Insider con Julián Zugazagoitia, director del Museo Nelson Atkins, todo empezó como una broma, cuando ‒a principios de abril‒ sostuvo una llamada con Randy Wisthoff, su amigo y director del zoológico, para analizar cómo y cuándo abrirían nuevamente sus puertas al público.

Entre risas y reflexiones en torno al coronavirus, en un momento de su plática él le dijo a Wisthoff: “Oye, ¿y por qué no traes un día a tus pingüinos al museo?”, lo cual éste se tomó muy en serio, dando así paso a la aventura que nos ocupa.

Obviamente, hubo muchos aspectos de seguridad a tomar en cuenta antes de llevar a cabo la visita y, por ello, decidieron que serían sólo tres pingüinos de la especie Humboldt (de origen peruano) los que pisarían el museo. También acordaron que los llevarían a observar únicamente las salas impresionista y barroca.

Así, los pingüinos fueron llevados primero ante uno de los lienzos estrellas del Nelson Atkins: el “Water lilies”, de Monet, entre otras razones porque se trata de una pintura muy relajante que ellos creyeron les darían calma, aunque para su sorpresa, las aves marinas decidieron pasarla de largo.

La obsesión de Monet por los nenúfares y su intención de brindar con ellos “un momento de meditación” a los espectadores no tuvo éxito con sus tiernos invitados.

De acuerdo con los expertos, el promedio de atención de los humanos ante una obra de arte no rebasa los 8 segundos, y ese fue el tiempo que los pinguinos se tomaron para observar el resto de los cuadros en ambas salas.

Pero lo que realmente llamó su atención fueron las pinturas de Caravaggio (Milán, Italia, 1571-1610). La imagen de un pingüino contemplando el “San Juan Bautista” (1604) lo dice todo. Quizás fue la bella desnudez o el gesto adusto del joven apóstol cubierto por una manta rojo escarlata lo que captó su mirada (como nos sucede a las personas), o tal vez fue sólo el hecho de que el animal extrañaba ya a los humanos que de manera habitual los contemplan a ellos.

Foto. bioplaneta.it

Lo que me parece fascinante de este experimento no es sólo la anécdota en sí.

Antes que nada, para mí la idea de los célebres amigos de Kansas City fue atrevidamente hermosa. Algo que a primera vista podría parecer loco o inútil fue llevado a cabo exitosamente para el beneficio ulterior de las instituciones involucradas, como bien apunta el rating que tuvo la difusión del hecho.

Por otra parte, está demostrado que los pingüinos ‒más allá de su gracioso contoneo‒ tienen una gran capacidad de atención, sentido de orientación y notable memoria. Probablemente los pingüinos del zoo fueron directo a los cuadros de Caravaggio también por la identificación con sus cuidadores, aunque estos no sean tan guapos como los personajes pintados en el Barroco.

Conozco a muchos que verán este experimento como algo tonto, e incluso soez. Y quizás ante los desastres sociales y económicos que nos ha dejado ya la pandemia, en cierto sentido lo sea.

Sin embargo, estoy segura de que próximamente tanto el zoológico como el museo tendrán dos puntos focales que les harán remontar sus devastadas economías: los pingüinos y los Caravaggio.

 

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