jueves 31 octubre, 2024
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«ABREVADERO DE LETRAS» La cajita de Olinalá

 

  • O como se hinchan los labios de tanto besar

Esa noche la imagen de sus ojos color miel, el lunar a la mitad del cuello y su inseparable sonrisa inquietaron mi descanso. De ahí que llamara al médico para decirle: “Deme medicamento, pues estoy cansado”. Él me respondió: “¡Tonterías! Usted no necesita medicamento, regrese a la cama”. A lo que le repliqué: “No, no es el tipo de cansancio que requiere cama. Estoy cansado de la cara”.

Preguntó: “¿La cara completa o los labios en particular?”. “Por supuesto -señalé- eso es exactamente lo que tengo”. Me miró con preocupación y señaló: “Creo que usted ha dado demasiados besos”. “Bueno -admití- el caso es que he soñado que beso constantemente a una bella mujer a quien conocí recientemente; de ahí que mis labios estén algo hinchados pero, en general, no tanto, y se diría que hasta me siento bien así”.

Le expliqué al doctor que en alguno de mis sueños la beso levemente, apenas rozando sus labios; diciéndole palabras dulces atrás de las orejas, para luego cantarle hermosas melodías. En otros, francamente mis besos son harto apasionados. Y que de pronto, me veo tomando su mano y caminar con ella hacia el infinito.

No resultó difícil convencer al especialista que en esta vida no hay nada más seductor que una mujer hermosa, de manera que me fue imposible evadir ni un momento el embrujo de aquella singular criatura; cuyos labios color rosa pálido hacían zambullir mi juicio en un mar de flores amarillas cada vez que la besaba.

También le relaté haber besado su cuello y en ocasiones sus lindas orejas, pero que el centro de mi arrebato siempre fueron un par de rebordes que iluminaban su cara.

“A ver recuerde -acentuó el doctor- fueron 10 o 15 veces”. Lo pensé con calma y le respondí: “Creo que fueron entre 60 y 70”. Así que, impaciente, sentenció: “No le debe dar más hasta que sus labios descansen”. “Pero, dígame, ¿qué se supone que haga?  -cuestioné-; porque, vea, me falta darle 180 o más”. Me observó con tanto asombro que casi bota las gafas y con voz contundente dijo: “Bueno, envíeselos a esa bella mujer en una cajita de Olinalá”.

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