jueves 21 noviembre, 2024
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«ENSAYO» La obligación de la crítica. La herencia del materialismo histórico

 

El sistema capitalista no precisa de individuos cultivados, sólo de

hombres formados en un terreno ultraespecífico que se ciñan al esquema

productivo sin cuestionarlo”.

Karl Marx

El 5 de mayo de 1818 nació Karl Marx y a propósito de la conmemoración y en medio de la situación política tan convulsa que vivimos a nivel mundial, hubo quienes celebraron y otros que desdeñaron la propuesta del materialismo histórico basándose en su inclinación política. Entre ambos grupos las declaraciones versaron sobre dogmatismos muy graves que conducen a la falta de crítica y problematización teórica sobre el entorno en que vivimos, pero más aún, sobre el legado del campo filosófico que ha dado origen a las formas actuales de comprender el mundo.

El exceso de información en medios tecnológicos, pero no de argumentos, es verdaderamente alarmante, porque seguimos siendo parte de la era de la posverdad, que demuestra que prevalece un pseudonihilismo social que tristemente carece de todo sentido por no ser más que la negación de aquello con lo que no se comulga, no se conoce o no se comprende, sin poder poner algo en su lugar. Hubo quienes calificaron al marxismo de “libro de ficción”—no se malentienda, toda teoría en última instancia es ficción, pero en este caso se trataba de tacharlo de falso—y hubo otros más que propusieron tirar a la basura todo el legado marxista a consecuencia de las experiencias de su aplicación  en el ámbito político en el llamado “comunismo real”.

Semejantes señalamientos son verdaderamente carentes de bases críticas, pues proceden de una profunda ignorancia de lo que significa una corriente de pensamiento, no están fundamentados en argumentos e incluso parecen no tener idea de lo que dicen las obras que Marx escribió y que influenciaron todo el pensamiento occidental del siglo XX e incluso del siglo XXI. Por ejemplo, la historia cultural y la historia económica que se escribe en nuestros días no puede ser ajena a los postulados del materialismo histórico.

El materialismo histórico, así llamado por Marx, es heredero de la filosofía Hegeliana que construyó la dialéctica moderna en sus postulados básicos  y que generó la idea del progreso histórico lineal que domina el pensamiento occidental. Karl Marx y Federico Engels pusieron el acento en las condiciones materiales de existencia y trataron de explicar la forma en que la producción de esas condiciones materiales genera relaciones sociales específicas que guían la historia, la marcha del hombre en el tiempo.

Muchas son las críticas que podemos ejercer frente a la teoría marxista. En primer lugar, esa marcha histórica del progreso espiral no necesariamente se cumple en cada sociedad ni tampoco hemos llegado al tan ansiado comunismo de igualdad social, equidad y libertad. Asimismo, debemos cuestionar lo que significa la idea del progreso mismo o del fin de la historia. Immanuel Wallerstein en su Teoría del Sistema Mundo trató de explicar, siempre desde el materialismo histórico, la forma en que el nuevo orden mundial incluía a sociedades en diferentes estados productivos dentro de un mismo modelo capitalista. Los estudios de la transculturalidad han cuestionado también que esto se cumpla y en muchos sentidos tienen razón. Estudios concernientes a la estructura de pensamiento individual han tachado las teorías marxistas de deterministas sociales, por no tomar en cuenta las condiciones individuales de la psique humana y por llamar a la cultura superestructura; pero al mismo tiempo, otros se han propuesto, como la escuela de Frankfurt lo hizo en su momento, hacer converger al marxismo y al psicoanálisis para ofrecer explicaciones más amplias a los estudios sociales.

En fin, las críticas al materialismo histórico son numerosísimas, muchas de ellas viables y deben ser tomadas en cuenta. Habrá muchas más y serán legítimas siempre y cuando se efectúen como parte de una actividad crítica. Sin embargo, tratar de negar la herencia que el materialismo histórico ha representado para el pensamiento occidental es a todas luces irracional. El Capital es para el capitalismo mismo, una obra cumbre sin la que no seríamos capaces de comprender la forma en que las relaciones sociales de producción moldean sociedades modernas y generan riqueza. Tampoco entenderíamos la historia más allá de individuos, las grandes personalidades a las que se les atribuía el cambio total de la historia. En buena medida, es gracias a la influencia del materialismo histórico que comprendemos las condiciones que determinan las acciones individuales.

El materialismo histórico fue la base del clima intelectual del siglo XX, modelo básico para producir estudios de importantísima envergadura, no sólo en el campo de las ciencias sociales y las humanidades, pues las ciencias y las artes también estuvieron influenciadas por él y vieron surgir aportaciones a la humanidad que hoy son ya parte de nuestra cotidianeidad. La misma construcción de nuestra sociedad, de derechos sociales presentes en nuestra constitución, la educación, el derecho a la asociación, entre muchos otros han sido influenciados por el materialismo histórico.

Existe una corriente de filósofos que evitan estudiar las obras de Nietzsche y Heidegger por considerarlas influencias directas a las ideas del nazismo. También hay científicos que critican a Einstein por haber sido sus aportaciones la base de la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki. Estas opiniones provienen de dogmatismos simplistas que no deberían prevalecer. La libertad de la construcción del conocimiento es la base de la humanidad, es la razón de que hallamos llegado a donde estamos. Las ideas no se originan de la nada, es momento de reconocer la intertextualidad, la herencia de quienes han venido construyendo nuestra comprensión del universo. No pequemos de ignorancia desdeñando lo que no comprendemos o con lo que no comulgamos en miras de juicios políticos a priori.

Otro heredero de Heidegger, Ortega y Gasset dejó a este respecto una importante lección que vale la pena tomar en cuenta: la duda es el origen del conocimiento. Acerquémonos siempre con ojo crítico frente a todo, cuestionémoslo todo en una sociedad de información como la nuestra, esa capacidad no puede perderse. Aprendamos a reconocer el origen de las creencias y demos paso a nuevas ideas. Pero no cometamos la soberbia de creer que el rechazo del pasado constituye una actitud crítica.

 

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