- “El periodismo es literatura bajo presión”, decía
Espero que no pocos compañeros recuerden 1978. Casi medio siglo es un enorme trozo de tiempo. Y estos 50 años se cumplirá dentro de algunos meses, y con él la evocación de cuando veíamos entrar a Fernando Benítez a uno de los salones de la vieja Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Siempre impecable en vestimenta y modales, dirigiéndose a las muchachas como “princesas” y a los varones “muchachitos”; con un paragüas como extensión de su brazo para destacar su elegancia.
Su cátedra, oficialmente para 60 personas, llegaba a sumar en ocasiones hasta 80 alumnos de otras materias por el interés que despertaba; una auténtica tertulia semanal de ejercicio periodístico, donde predominaban los consejos, las anécdotas y el buen humor del llamado “padre de los suplementos culturales”.
Ensayista, narrador, dramaturgo, cronista, prefería que le llamaran periodista. Bajo de estatura, y de carácter osado y alegre, jamás perdió su perfil de hombre seductor con las mujeres. Escucharlo hablar era toda una aventura. En cierta ocasión nos compartió que cuando era niño su madre le había dicho: “Eres feo hijo, pero tienes cara de gente decente”.
No obstante haber fallecido hace 20 años, su vida y obra es considerada un brillante reflejo del México del siglo XX y aún perdura. Escribió novelas, libros de ensayos y reportajes, entre ellos los cinco tomos de Los indios de México; fundador y director de la Revista Mexicana de Cultura y el suplemento México en la Cultura, considerado el mejor suplemento del mundo en habla hispana, que mostró semanalmente lo mejor del arte, la ciencia, la música, la literatura, etc.
“El maestro Benítez”, como cariñosamente le llamábamos, fue uno de los grandes protagonistas del periodismo cultural de este país. Ideó y organizó, también, suplementos en este ámbito y dio espacio a nuevas generaciones de escritores. Sábado, La Jornada Semanal, La Jornada Libros, están entre los primeros; de las entonces jóvenes promesas destacan José Emilio Pacheco, Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis Emmanuel Carballo, Raquel Tibol, José Luis Cuevas y Vicente Rojo, entre otras.
Por los pasillos de la Facultad, y en el plano personal, era bien conocida su habilidad como seductor. Enamoró a bellas mujeres y fue amado por ellas. Celoso, era apasionado con sus rivales, quienes corrían el peligro de ser tomados de las solapas y aplastados contra la pared o, de plano, recibir un botellazo en la cabeza. En un conocido bar de Veracruz, sacó a bailar a una guapa muchacha. Al rato se apareció el galán de la misma que le dijo al periodista: “Déjala podías ser mi padre”. “Pude, pero no quise”, contestó el profesor.
Aunque siempre se inclinó por la literatura, en sus espacios supo mantener la balanza entre los temas más relevantes de la vida cultural. Sus colaboradores reconocieron su capacidad de dirección y su ánimo de dar siempre todo al lector. Por sus páginas pasaron las plumas más importantes de cinco generaciones, a mediados del siglo XX. Logró reunir trabajos de Alfonso Reyes, Agustín Yáñez, Juan Rulfo, Octavio Paz, Carlos Fuentes y escritores de otras latitudes como Jorge Luis Borges, Pablo Neruda y Jean Paul Sartre, entre otros.
Cierto día José Emilio Pacheco lo recordaba como “uno de los fundadores, que a partir de 1966, llamamos nuevo periodismo; subrayando los elementos literarios que estaban en su origen. El periodismo que incorporó las estrategias narrativas del cuento y la novela”. A lo que el autor de Viaje al centro de México, Un indio zapoteco llamado Benito Juárez, De la Conquista a la Independencia y El rey viejo, entre otras obras añadió “Creo que el periodismo es literatura, literatura bajo presión”.
Benítez, mi querido maestro Benítez, tenía un don singular: creía mucho en sí mismo y creía que lo que hacía era genial, así como lo que hacían sus colaboradores. Esa cualidad la contagiaba con alegría y risas en cada clase a quienes tuvimos la suerte de ser sus alumnos. Su obra es vasta y multitemática y a casi medio siglo de su valioso legado, el mejor homenaje que puedo rendirle es volver a leerlo.