Faltó imaginar en el pasado la pregunta hipotética: “Si tuvieras que vivir una cuarentena (o más) encerrada o encerrado, ¿cómo preferirías pasarla, sola/o, o con tu familia?”. Sé, porque al escuchar historias familiares (a eso me dedico felizmente), que la mayor parte de las personas agradecen tener una pareja y/o una familia con quién pasar este encierro.
Sin embargo, además de su propia preferencia, o circunstancia actual, les invito a ir más allá de prejuicios o estereotipos sobre la fortuna o desgracia de las vidas de los otros, por vivir cualquiera de esas circunstancias. Cabe recordar que durante la ahora “breve” crisis de la influenza AH1N1, se dice que disminuyó la violencia en las calles, pero aumentó en las casas. Es por esto que hoy, con esa experiencia y un cierto desarrollo de las políticas públicas en esa materia, así como la participación de organizaciones de la sociedad civil, se ha difundido, como parte de las medidas para enfrentar esta crisis de salud, el mensaje de que no se debe tolerar la violencia en casa durante la cuarentena.
Esta realidad contundente: el riesgo para muchas mujeres, niñas, niños, adolescentes, personas mayores o con discapacidad o alguna otra diversidad de sufrir violencia en un encierro que tensa las relaciones, es una prueba más de que el bienestar de las personas no depende necesaria o directamente de su estructura familiar, de con quién vive, sino de cuál es la calidad de las relaciones en esa estructura. Mi querida amiga Silvia, maestra de una secundaria, me ha contado cómo algunas/os de sus alumnos se ponen tristes cuando vienen las vacaciones porque saben que tendrán que vivir días de terror continuo en hogares con adultos maltratadores y/o alcohólicos. Es en esos niños y niñas en los que hay que pensar cuando estemos tan seguros de que tener una familia o cualquier familia es lo mejor que nos puede pasar.
Por otro lado, la calidad de la vida en solitario y la cuarentena en solitario depende totalmente de la forma en que las personas llevan normalmente esta forma de vida. Algunas se han construido una narrativa de desgracia o infortunio, mientras para otras, ya sea que la hayan elegido o no, sí han elegido disfrutar lo mejor de esta vida: la libertad, la paz, el silencio y una serie variada de gustos profundos e imperturbables que hacen de estas vidas, vidas plenas.
Esta cuarentena apenas empieza. Algunos llevan en estricto encierro desde que la SEP canceló clases, 20 de marzo, y otros más han ido sumándose al encierro por completo; es decir, llevamos 10-12 días. Además, esperamos, para bien de todas y todos, que se vaya cumpliendo cabalmente la consigna de quedarse en casa. A estas alturas, en las historias que he escuchado, se han disparado ya crisis graves en algunas familias o parejas. No necesariamente que impliquen violencia, pero sí van dando cuenta de que una tensión adicional se asoma cada tanto. Estas familias tendrán que aprender, para sobrevivir, a regular los espacios de convivencia y autonomía dentro de la casa, así como manejar personalmente el estrés, el enojo y la frustración y no echársela a los otros. Estemos especialmente pendientes de la violencia contra niñas y niños ejercida en las casas de nuestros vecinos o familiares, sí nos importa, sí somos responsables, son nuestras niñas y niños, y no dejemos de llamar a las autoridades si sospechamos o sabemos que esto ocurre. Por lo demás, las familias con relaciones saludables atravesarán las tensiones, descubrirán nuevos recursos y seguramente saldrán fortalecidas de esta crisis.
En cuanto a quienes vivimos en solitario, es verdad que quien ha “sufrido” la soledad (ojo, no quien la vive, quien la sufre), se encuentra tan vulnerable como quien vive en familias con violencia, porque su sufrimiento es real para ellas y podrían atravesar la crisis inventándose recursos (es difícil porque no lo han logrado antes) o pueden realmente tener crisis de ansiedad y depresión. Si conocemos a alguien en esta situación, hay que acercarle varias líneas de atención psicológica por teléfono que existen (comparto la de mi Instituto: ILEF 56 59 05 04; www.ilef.com.mx; clinica@ilef.com.mx).
Se entiende que me coloco en el grupo de quienes viven en solitario de modo pleno, y hasta ahora trabajo y otros pendientes me mantienen ocupada y mayormente positiva. Pero nadie puede negar que cualquiera que sea su situación familiar y/o actitud, se siente invadido cada tanto por un desasosiego; a veces una pequeña frustración como no haber podido completar un trámite u olvidar las llaves, nos pueden conectar con la sensación desbordada de que “el mundo se va a cerrar y yo no encuentro mis llaves”. Insisto, esto apenas empieza y hay todavía mucha paciencia y creatividad por desarrollar, mucha tensión y miedo que transitar. Confío mucho en los recursos, esperanza y actitud de la gente positiva, júntense con esa, por favor. Informémonos, leamos noticias, critiquemos, pidamos, lloremos, pero, para sobrevivir, no dejemos de conectarnos con las historias de esperanza, y con la esperanza misma.