Una treinta y cinco de la mañana. No tengo sueño porque dormí una siesta muy rica que no debía pero si quería. Afuera de mi ventana se escucha al gato que aparece por lo menos dos veces a la semana buscando compañía y recuerdo al Peshosho, al cual tuvieron que castrarlo para que no hiciera lo mismo. Así fue. Tuve que llevarlo a la Facultad de Veterinaria y al terminar, les pedí que me dieran sus recuerdos en un bote con formol, bote que puse en el buró de mi papá con una nota que decía “advertencia para aquel que salga por las noches a buscar a sus gatitas y hacer mucho ruido al hacer el amor”.
Y este gato, viene, llama, espera y se va. No sabe que estamos en plan de aislamiento. Seguro no está enterado que su compañera está encerrada por eso del coronavirus, aunque ellos no se van a contagiar. Y me quedo pensando en cuánta gente como yo está en su cama, sin poder dormir, con esa angustia que se permea en los ojos para no dejarlos cerrar y pensando, pensando, pensando… que si el trabajo, que si va a alcanzar el dinero para el mes, cómo sobreviviremos 24 horas con nido lleno y permanente (cosa que no sucede desde hace tanto tiempo), que si hay que cuidar a los abuelos, ¿habrá fruta y verdura en el mercado? Y aparece de nuevo nuestro amigo gato para recordarnos que existe y su compañera decidió aventurarse sin tapabocas. ¿Salvarán el año escolar? ¿Cuánta gente que trabaja freelance estará muy afectada con el encierro? Aquellos con sueldo fijo por lo menos tienen algo con qué…y todos los changarritos que sus dueños dependen de lo que ganan al día, el de los tacos de canasta, don Toño de la barbacoa, doña Nancy de la tiendita… tengo que comprarles a ellos y no a las grandes tiendas… ¿y los que si tienen que ir a trabajar? ¿Cómo le hacen con sus hijos? Deben cuidarse mucho, lavarse manos después de estar en el transporte público… los médicos y enfermeras, mis respetos, son unos chingones…ojalá no lleguemos a lo qué pasa en otros países donde multan por estar en la calle… ¿a quién le creo? Dicen que no hay que dar besos y abrazos y el Presidente lo hace diario… ¿será que nos dicen la verdad o la cosa está más fea de lo que se escucha? y empiezan los gritos que parecen como si estuvieran matando un bebé pero estos si que lo están gozando… dicen que después de este encierro habrá muchos naciendo en unos nueve meses, pues porque hay que aprovechar y no hay otra cosa que hacer…Pero aquí, difícil… ni el Espíritu Santo… y ese gato sí que lo goza. Mi cabeza seguirá haciéndose miles de preguntas y las listas de cosas por hacer mientras que sigue ese éxtasis que sólo él puede tener. Espero pronto dormir y todo sea una pesadilla.