Escuchamos la convocatoria de las que ya no pueden gritar porque les arrebataron la voz y los sueños. Seguimos las rutas que trazaron nuestras ancestras. Desafiamos el propio miedo y el de otras, para salir a las calles a protestar, a cantar, a escribir, a crear obras de arte, a dibujar abrazos masivos, a cuidarnos entre sí, a organizarnos.
Abortamos el silencio para pronunciarnos: “sin nosotras nunca más”.
En un acto político histórico, inundamos de una marea púrpura nuestros territorios, para exigir los derechos que nos pertenecen; y la justicia que se nos ha negado. En legítimo ejercicio de nuestra libertad de expresión, proclamamos vivir seguras y en paz.
Al reclamo unísono de ¡ni una menos!, nos coordinamos desde nuestras diversidades. Somos quienes unimos nuestros pensares y quehaceres en un agrupamiento que se extiende a los más doloridos rincones del país y del mundo.
Demandamos una conciencia social que ponga los reflectores en prácticas culturales machistas y misóginas, que antes no se cuestionaban. Exigimos eliminar todas esas formas de desigualdad y violencia por razones de género, que van desde los micromachismos que se cuelan en una conversación donde se insiste en minimizar nuestra voz, hasta las omisiones en políticas públicas que insisten en que somos menos importantes.
¡Estamos en resistencia!
Resistimos en casa para que el padre de nuestras hijas e hijos, le entre a las tareas de cuidados. Al señalarle a nuestra pareja que ignorarnos también es un acto de violencia. Al denunciar el acoso del profesor, y el hostigamiento del jefe.
Al desoír a la estigmatización social que nos persigue por practicar con libertad nuestra sexualidad. Al reprobar los chistes machistas de los familiares. Al ocupar los centros de trabajo y exigir igualdad en los salarios. Al vestirnos como nos gusta, al salir de fiesta, al viajar solas. Al estudiar, al cuestionar, al escribir y publicar nuestros trabajos.
Resistimos al denunciar los actos de omisión de un Estado patriarcal y machista que insiste en no vernos, ni atender la raíz de este problema estructural, y que sostiene la impunidad. Resistimos al visibilizar la falta de ética y perspectiva de género con la que algunos medios de comunicación, abordan la violencia hacia las mujeres y la narrativa de nuestras vidas.
Resistimos al reunirnos para hablar de nuestras historias, al encontrarnos en foros especializados, al redactar pronunciamientos políticos y propuestas de políticas públicas en favor de nuestros derechos, y para eliminar todas las violencias ejercidas en nuestra contra.
Resistimos al acercarnos a la teoría y prácticas feministas, al proclamarnos feministas.
Resistimos al salir a gritar “yo soy una madre que me mataron a mi hija…tengo todo el derecho a quemar y romper. Y la que quiera romper que rompa, y la que quiera quemar que queme, y la que no… ¡que no nos estorbe!”
Resistimos al renombrar al mundo, y a partir de ahí, constituir nuestra propia subjetividad desde otros lugares.
Resistimos al vivir solas o acompañadas, configurando otras formas de habitar el mundo y vivir nuestros afectos, así como la relación entre los géneros.
Resistimos convirtiendo la horizontalidad en nuestra metodología de organización; y apostando a la colectividad entre mujeres, desafiando así todo mandato patriarcal que insiste en mantenernos fragmentadas, individualizadas y rotas.
La resistencia púrpura que se deja ver en las calles, en el espacio digital, y en los territorios privados y públicos, para enunciar el carácter político de lo que vivimos las mujeres, tiene un mensaje claro que incluso los más necios ya no podrán dejar de escuchar:
Estamos aquí luchando por la dignidad, la libertad, la justicia, la igualdad social, de todas las mujeres. Reprobamos toda manifestación de discriminación y violencia en razón de nuestro género; así como la omisión de nuestras vidas en cualquier escala.
Alzamos la voz por las que ya no están porque fueron asesinadas y despojadas de su dignidad. Somos capaces de nombrar a las que nadie nombra, de recordar a las que pretenden olvidar, de trazar piso para las que vienen, de luchar por las que hoy estamos aquí. Somos las que –como apunta Marcela Lagarde– tomamos la estafeta de la lucha y convocamos a una unión transgeneracional de mujeres.
¡Por ellas, por nosotras y por todas: nuestra lucha, nuestros pasos y nuestras voces!