“Para pasar página, hay que haberla leído antes”.
Louis Joinet
Hace casi diez años, enfrenté un proceso que cambió mi forma de entender el mundo y de transitar en él. Cambió también mi vida, cada aspecto de mi desarrollo profesional y puso en entredicho cada uno de mis logros. Aunque agradezco todo el aprendizaje que obtuve de ese suceso turbulento, hoy he decidido volver a él por última vez. Porque todas las personas tenemos derecho a rehacer nuestras vidas después de terminados los conflictos. Porque todas y todos tenemos derecho a aportar a la sociedad lo mejor que hay en nosotros, a construir desde nuestras propias experiencias y a ser parte de los cambios que queremos ver en nuestra sociedad.
No es ningún secreto, en 2011 fui tachado de plagio. Entonces me desempeñaba como profesor de tiempo completo en la Universidad Nacional Autónoma de México. Aunque nunca se me comprobó que hubiera pretendido robar las ideas de otros autores, fui procesado por esta falta. Yo no cometí plagio; esto es algo que he debido aclarar en decenas de ocasiones. Acepté, sin embargo, que hubo errores que no debí haber tenido, que no radicaban en el robo de ideas y argumentaciones ajenas, y acepté, sin regateos, también la sanción.
El suceso afectó cada una de las áreas de mi vida y la de mi familia. Las repercusiones fueron de todo tipo: profesionales, laborales, personales. El suceso también desencadenó un aprendizaje que me llevó a revalorar lo que era realmente importante para mí, la justicia, la dignidad humana, y a reflexionar sobre los errores que yo había cometido. Errores que no eran constitutivos de plagio, errores que no vinieron de esa imagen transgresora en que pretendían convertirme. También afectó a mis hijos, a mi esposa y a toda a mi familia, quienes asumieron conmigo, con dolor, pero con la solidaridad de estar juntos y con autocritica, todo el proceso para aprender a resarcir lo fallido y reiniciar de nuevo la vida. Expreso mi gratitud hacia ellos y hacia mis amigos generosos, críticos y siempre constructivos, que estuvieron y están a mi lado para primero revisar lo vivido y luego ayudarme a reinventarme con vientos de ánimo y autocrítica, que poco a poco me llevan a un estado de paz y armonía.
Acepté la sanción, una sanción puntual y concreta, que me hizo entender que los sistemas de justicia deben juzgar los actos, mas no a las personas. Porque ése es el objetivo de un sistema que respeta los derechos humanos, la dignidad inherente a cada uno de nosotros: procurar la justicia e impartirla sin atropellar las libertades de nadie. A mí se me juzgó por un acto; sin embargo, en todos los aspectos de mi vida, se me siguió enjuiciando y se siguió reduciendo mi persona entera a un hecho específico.
Mi vida, mi carrera profesional y mi trayectoria académica no se limitan a esos textos por los que fui señalado y en los que, nuevamente, no pretendí nunca arrebatar ideas de otros. En treinta años de carrera, fundé y dirigí la división de Educación Continua de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Dirigí el boletín de la misma Facultad, así como el Seminario de Tiempo Espacio Interdisciplinario para la OEA y el IPGH. Tuve también la fortuna de ser una de las personas que impulsó el proyecto de Historia de la Historiografía de América de 1950 – 2000.
He colaborado en diversos periódicos, suplementos culturales y revistas nacionales e internacionales. Coordiné también con Luis Jorge Arnau el libro Tlamatini. Homenaje a Miguel León–Portilla (editorial Paralelo 21) presentado en la pasada FIL de Guadalajara. En este momento se encuentran en prensa tres libros de mi autoría: Antimanual de urbanidad y buenas maneras para usuarios y ciudadanos digitales de las redes sociales; Conversaciones con el imaginario; y Una breve historia de la psique en México (Historia de la psiquiatría, la psicología y el psicoanálisis en México). Desde hace unos años, regresé a la divulgación de la cultura y al periodismo con mi columna Rizando el Rizo en Mujer es Más y El Arsenal.
Mi trayectoria es amplia y la he seguido ampliando incluso después de los hechos referidos. He salido adelante gracias a mi compromiso en el trabajo. Gracias a que no permití que ese solo hecho definiera mi vida entera. Gracias a que decidí dejar de lado la forma excesiva e inapropiada en que había sido tratado, para simplemente continuar con mi camino. Hoy, tras muchos años de dolor, de autocrítica y de corregir mis acciones, me siento en paz, en esa paz que da la consecuencia de ver el error cometido y la salida. No hay rencores guardados ni enemigos. Ésta fue una justa conmigo mismo y de ella doy cuenta, con honestidad y certeza.
Hoy decido dar vuelta a la página, después de haberla leído una y otra vez. No es propiamente un borrón y cuenta nueva, porque no borro el aprendizaje, no borro todas las lecciones que entendí en el pasado y que me permiten ver el futuro con honestidad, compromiso e integridad. Pido disculpas a quienes se hayan considerado afectados por los sucesos del pasado. Hoy es momento de mirar hacia adelante, de aportar lo mejor de mí a la sociedad, desde donde esté. Hoy reinvento mi vida para bien, sin echar en saco roto la crítica, las reflexiones. Me reinvento con compromiso ético y con responsabilidad, y creo que toda persona tiene derecho a seguir con su vida y tener el derecho de vivir y crear como una persona de bien, para el bien de sí mismo y de nuestra sociedad.
Lo dije antes, tengo derecho a seguir con mi vida, y tengo derecho a hacerlo como un hombre de bien.