Lunes 09 de marzo de 2020. El 51.1 por ciento de la población de México ha desaparecido. En muchas casas no hubo nadie que apurara a la familia a levantarse. Por eso los niños llegaron tarde, fueron a la escuela sin bañarse, sin haber desayunado y sin lunch. ¿Por qué ha ocurrido eso? Porque mamá no está y porque las hermanas no los ayudaron.
Pero en las escuelas hay otro fenómeno similar: las directoras, maestras y supervisoras tampoco acudieron. Las oficinas de gobierno están semi desiertas y no es posible completar trámite alguno. Hay un caos pues en farmacias, tiendas, estéticas, gimnasios, cafeterías y restaurantes no hay una sola mujer. Ninguna compra, vende o atiende.
En las transmisiones de radio y televisión hay sillas vacías y sólo se escuchan voces masculinas. No están las conductoras y comentaristas que siempre seguimos, aquellas que nos dan noticias, consejos y entrevistas. Las que tradicionalmente nos informan, acompañan y entretienen.
En los hospitales la historia no es distinta. Las doctoras y enfermeras son las menos. Están las indispensables para atender emergencias. Lo mismo ocurre con las policías y quienes son bomberos. Ellas sí trabajan porque tiene un enorme sentido de responsabilidad.
La ciudad es un caos. Todo está incompleto y nada funciona como debería. Las futbolistas no saltaron a las canchas, ni las gimnastas, ni las clavadistas, ni las corredoras. Ninguna de ellas entrenó.
Tampoco salieron a los parques a caminar, hacer yoga, ejercicio o a platicar. Las mujeres no están en el transporte público, ninguna manejó sus vehículos. En resumen y para que todos entendamos: no hay una sola mujer en las calles, ni en sus trabajos. Ni una niña o joven en las escuelas y universidades. El país está vacío, silencioso, desolado.
¿A qué atribuir este extrañísimo fenómeno? A que decidimos decir: “¡Ya basta!”. El presidente Andrés Manuel López Obrador nos pidió no pintar los muros y puertas de Palacio Nacional y no gritar en las calles. Así que decidimos protestar pacíficamente.
Un día después del Día Internacional de la Mujer que se conmemora cada 08 de marzo, perdemos el miedo a faltar al trabajo, a que nos descuenten el día o a que nos despidan.
Decidimos detener a todo el país porque gobernadores, alcaldes, legisladores, abogados, jueces, magistrados, padres, hermanos y parejas no escuchan nuestros gritos, ni nuestro llanto.
Quizás, entonces, nuestro silencio sí sea escuchado. Es probable que esta ausencia de tan solo 24 horas los haga entender a TODOS el dolor que sentimos por las que hoy son parte de una estadística, la cifra más dolorosa en la historia de nuestro país: entre enero de 2015 y diciembre de 2019, se registraron 3 mil 751 feminicidios en todo el país. En 356 de esos casos, las víctimas fueron menores de 0 a 17 años.
Esta desmovilización es por la madre asesinada por un exesposo golpeador; por la mujer recluida en una cárcel para hombres de Zacatecas donde fue salvajemente violada; por Ingrid, la mujer desollada por quien le prometió amor y cuidados. Y, por supuesto, por Fátima, una niña de 7 años secuestrada, torturada y asesinada por unos monstruos.
Estamos de brazos caídos para frenar los relatos incluidos en los expedientes de las fiscalías y procuradurías que describen el horror: “fue encontrada descuartizada en una bolsa”; “el cuerpo fue mutilado”; “la arrojaron al canal con una piedra atada al cuerpo”; “la degollaron”; “asesinada a golpes”; “encontrada en el interior de un barril”; “tenía atado un calcetín en el cuello”.
Estamos en una huelga silenciosa por Joselyn, Yesica, Nancy del Rocío, Patricia, Melany Yamileth, Samantha, América, Luz María, Violeta, Nancy, Dayana y Merari. Ellas son algunas de las 279 niñas, jóvenes y adolescentes de entre uno y 17 años de edad víctimas de feminicidio y homicidios dolosos entre los meses de enero y diciembre de 2019.
Hoy las mujeres callamos simplemente porque queremos que nuestro silencio sea escuchado.