Hoy, con profundo dolor en Mujer Es Más lamentamos la muerte de nuestra amiga y colaboradora, Alicia Guerrero; ser humano que luchó, desde su trinchera, por el reconocimiento de la comunidad LGBTTTI. Su profesionalismo y labor periodística también abonaron al respeto permanente por la equidad de género.
Gracias por siempre querida Alicia.
Quizás por el camino que he tomado, mi proceso como mujer trans no ha sido tan duro y a la vez tan valiente como el de muchas mujeres y hombres trans, que también decidieron, en el aquí y ahora, tomar las riendas de su vida.
Lo que digo se ejemplifica con las noticias sobre transfeminicidios, agresiones, despidos injustificados, negativa a contratarnos, rechazo de familia, amigos y conocidos. Todo esto representa para muchas y muchos una terrible cotidianidad.
En mi caso, decidí que mi estrategia sería hacer el cambio gradualmente. Mi tema es que Gerardo (mi yo público) finalmente es quien “trae el pan a la casa” (jajaja).
No me he aventado a todo por precaución. Primero, estoy dedicada a pagar deudas; luego, tengo que ahorrar para que cuando realice el proceso legal de cambio de identidad tenga un colchón por si se me dificulta encontrar trabajo como Alicia.
Actualmente trabajo como hombre y tengo una vida profesional como Gerardo. Los fines de semana y tiempo libre, vacaciones puentes, etc., estoy como mujer.
He realizado algunas actividades profesionales ya como mujer: diseñar algunas campañas sobre género para instituciones, apoyar en estrategias de comunicación a organismos culturales y también he dado cursos de temas de periodismo y empoderamiento femenino, de lo cual hablaré más adelante.
No sé cómo reaccionará la gente que me conoce profesionalmente cuando anuncie oficialmente mi cambio, porque he decidido hacerlo de manera abierta; es decir, no negaré que fui Gerardo; al contrario, comunicaré mi evolución porque también estoy orgullosa de él.
Sé que la gente que me quiere bien, reaccionará en consecuencia y los que no, como dicen en mi pueblo: “pos no”.
En este proceso en el que llevo casi nueve años desde que me divorcié, he vivido diversas experiencias y aprendizajes que, al hacer el recuento me hacen sentir realmente bendecida, porque he aprendido y obtenido sororidad, sentido y herramientas para mi empoderamiento y para poder transmitir todo ello hacia las demás mujeres.
Sororidad
La sororidad puede ser entendida como una relación de integración, hermandad y solidaridad entre las mujeres, para crear redes de apoyo que impulsen el cambio político, social y cultural que conlleve a lograr la igualdad, nuestra libertad y el pleno respeto a nuestros derechos y a nuestra vida.
Aprendí sororidad en 2009, cuando mi amiga Florina Piña, promotora cultural, narradora oral y defensora intachable de la equidad de género me invitó a dar un curso de periodismo exprés a un grupo de mujeres voluntarias de los comedores para indigentes, en el antes Distrito Federal, quienes ya tenían un proyecto de periódico mural que publicaban cada semana.
En ellas encontré, primero que nada aceptación y respeto, luego me mostraron su férrea voluntad de salir adelante; varias de ellas con escolaridad de primaria y hasta bachillerato trunco, pero todas lograron llevar a sus hijos a la Universidad.
Supe que lo habían logrado por el apoyo que se daban unas a otras, por el compartir y enfrentar juntas todas las dificultades, los obstáculos aparentemente insalvables de su entorno. Me enseñaron que todo se puede, cuando juntas persiguen objetivos distintos y unidas luchan para ello. Eso es sororidad: cuando reafirmo mi anhelo y decisión de ser mujer.
Sentido
Mi ex esposa es psicóloga y logo-terapeuta. Compartió conmigo lecturas sobre Victor Frankl (El Hombre en busca de sentido) y de hecho me hizo entender que debía tomar una decisión trascendente: a partir de nuestro deteriorado matrimonio. En una carta me dijo: “nunca serás el hombre que yo necesito”. En efecto, ¿Cómo podría ser el hombre que ella necesitaba, si yo quería ser, SOY mujer? Así es que tomé valor y ante mí pasaron todas las oportunidades que me brindó Dios para ser mi verdadero yo. Me separé y comencé a vivir como Alicia.
Pero mi vida se sintonizó entonces porque muchas amigas, primas, tías y conocidas al saber de Alicia recurrieron a mí para poder compartir ideas, experiencias, dudas y encontrar juntas caminos y alternativas.
Me di cuenta de que me pasaba igual como Gerardo y que lo mío, mi sentido de vida era ayudar y entonces el ejercer mi verdadero yo. La mujer que soy cobraba un sentido pleno y total porque ellas encontraron una amiga en quien confiar y apoyarse, alguien que por añadidura tenía también la perspectiva masculina de la vida.
Empoderamiento
Finalmente, en 2014 una amiga me pidió dar una conferencia sobre cultura, medios y equidad de género. Encontré que la lucha por la equidad y contra la violencia de género pasa por la exigencia de respeto a la ley y políticas que nos protejan y garanticen la igualdad plena en la sociedad, y además por la decisión y la acción de empoderarnos.
El empoderamiento es una estrategia para la vida que consiste en definir qué es lo que quiero ser y establecer lo que tengo que hacer para lograrlo (ruta y acción).
Detectar obstáculos, buscar aliados, hacerse de herramientas, compartir y solicitar sororitariamente apoyo a las demás mujeres. Todo sintonizado con el sentido que queremos dar a nuestra vida.
En posteriores artículos abordaré este tema, solo quiero terminar este texto afirmando que es una maravilla la aventura que vivo en mi proceso de convertirme en mujer, porque me permitió conocer la sororidad, darle sentido a mi vida, trabajar y empoderarme para ello.
NOTA: Este texto fue publicado en Mujer Es Más el 19 de mayo de 2017.