jueves 21 noviembre, 2024
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«CEREBRO 40» Caminar, pero no en la banda del gimnasio

“LA VIDA DE LA VIDA”.

Volvieron mis días de a pie, de transporte público y de vida subterránea.

Temporalmente, solo en lo que mi camioneta (La Patrulla), sale del taller, recibió un golpe el año pasado, al contrario que a mi, a ella se lo van a sacar y de paso le dan su hojalateada, promete quedar como nueva y sin recuerdo alguno de aquella herida.

Llámenme excéntrica, curiosa, observadora nata, pero pocas cosas me gustan tanto como andar a pie y usar el transporte público, es tan diferente la vida desde allí.

Caminar desde temprano te da la oportunidad de conocer la vida, los sonidos y los olores de la calle, a los pájaros cantando, las amas de casa limpiando las entradas de sus casas, los amos sacando a pasear a sus perros.

Los pequeños negocios disponen ya su mercancía, periódicos, tamales, jugos.

La ciudad ya está despierta.

Caminar no solo fortalece las piernas, también el espíritu, te recuerda quién eres, pero sobre todo te permite observar, conocer a la gente, compartir momentos de sus vidas, ser parte de una comunidad, la de la clase trabajadora.

Creo que todos deberíamos de hacer este ejercicio de vez en cuando, la perspectiva cambia tanto cuando bajas de tu automóvil a las entrañas de la Ciudad, cuando te toca caminar, esperar, ceder, cuando entiendes las distancias y los tiempos, cuando abres tu mente y dejas entrar un poco de las razones de los otros.

¿Quién dice que los mexicanos somos flojos? Que no queremos trabajar.

Lo dicen los que no conocen el esfuerzo, los que basan sus puntos de vista en rumores mil veces repetidos, los que se quejan desde la comodidad de su coche y llaman raza, chairos, jodidos, prole, holgazanes, a quienes en resumidas cuentas no pertenecen a su estrato social, las señoras que en el salón de belleza comentan que México se está cayendo a pedazos, los jóvenes que juegan arrancones y carreras en los carros de lujo de sus papás.

Haber nacido en una situación acomodada no te hace mala persona, ni poco sensible ni forzosamente ignorante, cerrar los ojos a la realidad, ser egoísta y obtuso si te ciega y te priva de entender porque las cosas son como son.

Durante mi viaje de hoy, el primero de muchos, vi tantas cosas, tanta gente diferente.

Me gusta imaginar la vida de cada quien, sus necesidades, sus destinos finales, observo su ropa, la manera como cargan sus cosas y trato de adivinar en qué trabajan y desde dónde vienen.

Hoy pensé muchas cosas, mientras me trasladaba de un transporte a otro, pensaba, me acordé de mi amiga Esther que tiene cáncer, pensé en que si hay un lugar en el que la gente que ya no está con nosotros nos pueda ver, debe sufrir mucho, ¿Que sentirá la madre del niño de Torreón? ¿Estarán juntos ya ella y su hijo?

¿Podrá consolarlo y pedirle perdón por haberlo dejado solito en esta vida tan dura?

Pensaba también en los problemas de la gente que conozco, problemas chicos y grandes, pero al fin propios y no menos importantes.

Cuando subí a mi último transporte advertí un silencio sepulcral, al cabo de unos minutos los pasajeros empezaron a comentar entre sí, los acababan de asaltar, con pistola en mano un tipo se subió a la combi y así, sin más ni más les quitó celulares y carteras.

No era alguien más pobre, ni con menos oportunidades, era alguien malo, alguien flojo, que prefiere robar a otros en vez de trabajar honradamente.

Sentí muchas ganas de llorar, de tomar de la mano a las mujeres que comentaban el suceso y decirles que lo siento muchísimo, que es terriblemente injusto, que la vida es muy injusta, que entiendo lo difícil que es llegar a trabajar, que llevan grandes distancias recorridas, que se despertaron muy temprano para dejar la comida de sus hijos preparada y que encima de todo las asaltan, ahora no pueden llamar a sus trabajos para decir que llegarán tarde y tal vez les descuenten el día, las acusen de abusivas y flojas, aunque no se lo merezcan.

Mis días a pie son una oportunidad, una puerta, un lujo para quien como yo puede elegir, mi camioneta volverá y mi comodidad también, el mundo de abajo, de la gente que se despierta antes, que camina más, que va más lejos, la que en realidad sostiene al país, la que no cuestiona todo el tiempo, ni se ofende ni discrimina, la que trabaja como única opción y vive para sostener un país en el que muy poco se les toma en cuenta, en el que pensamos que la vida ocurre solamente sobre las calles y en los grandes corporativos.

 

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