Dos suicidios en mi entorno cercano las últimas semanas, me obligan a la reflexión inevitable: si todos los seres humanos enfrentamos multitud de problemas, ¿qué es lo que lleva a unos hacia la superación personal, y a otros a quitarse la vida?
En otros tiempos yo habría tildado de cobardes o débiles a estas dos personas, pero después del año que he vivido, en donde hubo momentos que la tristeza y la confusión me dificultaban respirar, siento empatía. En estos meses nunca consideré quitarme la vida, pero sí conocí en toda su dimensión el estado de desolación.
No puedo imaginar qué es lo que piensa una persona antes de dirigirse a una ventana, abrirla y arrojarse al vacío. ¿Repararán en el hecho de que su sangre salpicará el pavimento y que habrá morbosos viendo su cadáver dentro de unos minutos? ¿O sólo se enfocarán en que pronto estarán en “otro” lugar donde cesará su sufrimiento, sin importar que de hecho también llegará a su fin todo lo demás en ellos? Ignoro la respuesta pero estoy seguro que el sentimiento de devastación precede a todo ese proceso, que desemboca en arrancarse la vida.
Las rupturas amorosas siempre son complicadas porque conllevan mucho de autoestima, de poner límites -o no saber hacerlo- y de autoconocimiento. En ese sentido, la relación sentimental a la que le puse fin este año, me condujo a una crisis mayúscula que dio paso a una introspección como nunca la había tenido. ¿Por qué la ausencia de una persona que nunca estuvo disponible emocionalmente para mí, me generaba esta agonía?
Una gran amiga, terapeuta, me hizo una observación clave: “tu expareja no es el problema ni buscarla es la solución. Los procesos emocionales dependen del trabajo interior que hagas contigo mismo”. En otras palabras, lo que estaba sintiendo no se originaba en lo que la otra persona estuviera haciendo o dejando de hacer, sino que surgía completamente de mis autopercepciones, de mis ideas preestablecidas, del desconocimiento de mí.
Lo segundo que esta amiga me hizo notar es que hay una gran diferencia entre soledad y solitud. La primera consiste en sentirte vacío, la segunda implica saberte acompañar a ti mismo. Alguien dijo: “si alguien estando sólo se siente mal, es porque está en una pésima compañía”.
Sin duda las celebraciones navideñas poco ayudan en todo esto. De hecho, para muchos, la cena de Nochebuena (y la llegada del Año Nuevo) se constituye en un aniversario que cada 365 días les recuerda todas las pérdidas de sus vidas. Siendo fechas familiares por excelencia, las ausencias calan. Digamos que son fechas donde la soledad subjetiva que les acompaña todo el año, se convierte en una realidad palpable esa precisa noche.
Sea como sea, tras un año de duro aprendizaje, ahora puedo dar testimonio de que sí existen alternativas -muchas- antes que el suicidio. Aquí varias de las que me han compartido amigos muy valiosos:
Aprender a reinventarse, entender que la vida está plagada de inicios y finales, fomentar en ti mismo el desapego, saber que todo final (por más triste que sea) implica el comienzo de algo nuevo, relacionarse con los demás no desde la carencia sino desde el amor propio.
Otras recomendaciones que he recibido y que nutren mi nuevo proceso: cambiar juicios y actitudes, entender que el dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional, fomentar una vida espiritual como la manera más efectiva de contrarrestar los vacíos existenciales, esos que todos experimentamos en algún grado y que forman parte de la condición humana.
Descubrir que el recurso más escaso que tengo no es mi tiempo sino mi energía, y que no puedo dilapidarla en nadie, menos en quien no me valora.
Pero sobre todo, aprender a acompañarse uno mismo mediante la introspección, esa que te lleva a perdonar tus propios errores, reconocer tus virtudes y, en general, a aligerarte la carga al entender que sólo eres un ser humano haciendo lo mejor posible para ser feliz.
Lo que se fue no hace falta y lo que te falta habrá de llegar. Lo que no sirve estorba. Regálale tu ausencia a quien no la merece. Sólo terminó una historia de las muchas que habré de escribir en mi vida. Me cercioraré de que la próxima esté mejor contada que las anteriores.
Mis mejores deseos para todos en esta década que comienza con el 2020.
Raúl Rodríguez Rodríguez
Analista y escritor
@rodriguezrraul
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