jueves 21 noviembre, 2024
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BÁRBARA LEJTIK COLUMNAS BLOGS

«CEREBRO 40» Navidad con calorías y sin remordimientos

 

Y así como llega la hora de la pastilla para dormir, llegó la Navidad, hace nada parecía lejana aún y como todos los años me sorprende con los dedos en la puerta, sin regalos envueltos, sin propósitos claros, sin planes bien armados.

La época navideña es como una montaña rusa a la que todos nos subimos queramos o no, por mucho que te escondas, acabas en su eufórica vorágine de eventos, compromisos, costumbres y tradiciones.

Terminas haciendo lo que cada año juramos que no volveríamos a hacer; comprando regalos al por mayor, comiendo demás, quedando mal con unos para estar bien con otros, pero estando un poco a medias en cualquier lugar.

Sufriendo el tráfico, resfriándote para hacer todavía más complicado el proceso y finalmente la peor parte, abriéndole la puerta a la nostalgia.

De chiquita me encantaba la Navidad, porque la mente de una niña tiene la enorme facilidad de convertir cualquier lugar en un set de película, jamás hubo nieve en mis navidades, ni nada fuera de lo muy común, sin embargo el simple hecho de ir a ver el alumbrado al centro, de tener un arbolito de Navidad cerca, de ver a mi mamá preparando el bacalao y tener listas las cartas para Santa Claus desde un mes antes, el olor a ponche, las pastorelas. No creo que se pudiera ser más feliz.

La Navidad sigue siendo linda para mí, pero los años acumulan recuerdos y pérdidas, ausencias que duelen y que uno no acaba de entender, ya no es tan fácil pensar que el mundo se remite a tu foto con Santa en un centro comercial y que la vida resolverá todo siempre para ti.

El 24 de diciembre puede ser un día muy complicado, casi tanto como el 31, que en mi caso, si es la Apocalipsis, ese día sí se escapan todos mis demonios, aunque quiera pasarlo bien, es tanta la presión por la reflexión que jamás salgo bien librada.

¿Qué hiciste en el año por ser mejor persona? ¿Cuántos de tus propósitos cumpliste? ¿Cuántos kilos llevas desde que empezaron las posadas? ¿Quién va a estar y quién ya no está contigo este año?

Despedirse del Año Nuevo es despedirse de todo lo que sucedió y a veces eso duele, aunque las personas ya no estén, cambiar de año en el calendario es como el reforzamiento de la herida, la confirmación de que esas personas y esos momentos ya se fueron para siempre.

Debería de haber un término para este síndrome, algo así como “Christmas blue” y los que lo padecemos deberíamos de tener justificante médico para abstenernos de ciertas cosas o ser perdonados por sobre actuar y hablar de más siempre en los eventos familiares.

Este año no quiero reflexionar ni entregar factura, este año sólo quiero impresionarme con el alumbrado como cuando era niña, dormirme temprano para que Santa no se brinque mi casa, no pensar en el valor de los regalos ni en las calorías, solo quiero estar consciente de la verdadera razón del festejo de la Navidad. Sin melancolías, ni resentimientos con nadie, solo con la ilusión de que todo el mundo sea un poco más feliz en este día.

 

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