“En Chile torturan, violan y matan”, denunció Mon Laferte, cantante nacida en ese país, a su paso por la alfombra roja de los Grammy Latinos que se celebraron la semana pasada en Las Vegas, Estados Unidos.
Al momento de posar frente a las cámaras, decidió removerse el vestido negro que traía para dejar sus pechos al descubierto. Ahí había escrito el mensaje de su exigencia.
La protesta pacífica de Mon Laferte se da al cumplirse casi un mes de turbulencia social en Chile contra las políticas económicas del presidente Sebastián Piñera, quien ha respondido a la inconformidad popular con el uso excesivo de la fuerza pública.
De acuerdo con una nota publicada en Forbes México, durante la crisis, al menos cinco mil 600 personas han sido detenidas y más de dos mil han ingresado a hospitales heridas por disparos, golpes y gases detonados por las fuerzas de seguridad del gobierno de Piñera.
Asimismo, el Instituto Nacional de Derechos Humanos de Chile (INDH) denunció el 24 de octubre que había iniciado 67 acciones judiciales, incluyendo cinco querellas por homicidio, 12 por violencia sexual y 36 por otros tipos de abusos.
Cuando una protesta es expresada a través del cuerpo, especialmente del cuerpo de las mujeres, produce mayor impacto porque hay algo del orden de lo “normal” que se ve interrumpido, menciona Mónica Tarducci, académica argentina en un escrito referente a la desnudez en las protestas.
Al parecer, los críticos de la desnudez olvidan que cualquier forma de protesta voluntaria, pacífica y que no vulnera los derechos de otros es válida. Asimismo, aquellos que cuestionan la función provocadora olvidan que ésta genera mayor visibilidad, puesto que estuvo en todos los medios de comunicación: es una forma de llamar la atención y permitió que fueran viralizadas las denuncias.
La imagen del torso femenino desnudo generalmente está asociada con el deseo masculino, con erotismos o con la maternidad. Por eso, quien protesta de esa forma manifiesta un gesto de autonomía. La propia cantante lo hizo patente así cuando, en Twitter, acompañó la foto de su protesta con la frase: “Mi cuerpo libre para una patria libre”.
Sería interesante que eso lo entendieran los que se desgastan en pronunciarse y hacer patente que no les gustan los pechos de la cantante. Excelente: no se exhibieron para su deleite.
Mientras que otros sectores se rasgan las vestiduras cuestionando cuál es el objetivo de mostrar desnudez, olvidan que el cuerpo ha sido cosificado y que a la mujer le han retirado hasta la voluntad sobre su propio cuerpo. De tal manera, al cuestionar el uso del mismo como espacio político se justifica la imposición de un importante instructivo sobre el uso del cuerpo femenino.
Se ha interiorizado que los hombres decidan, legislen y opinen sobre el cuerpo de las mujeres. De allí, la gran resistencia a que las mujeres sean quienes tomen las riendas. Pensar que las mujeres son dueñas de su propio cuerpo –sea agradable a otros o no–, capaces de hacer uso de su libertad y de aspirar y gestionar justicia a partir de sus pechos, de descubrirlos en la arena pública como herramienta política, es una amenaza de todo un orden social basado en la dominación masculina. Una hegemonía cuya vulnerabilidad ha quedado al desnudo.